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SOCIEDAD

La hijastra amada y la nieta olvidada

Dos mujeres simbolizan la guerra por la herencia de Camilo José Cela: las hijas de su hijo y de su viuda. La Justicia acaba de dar la razón a Cela Conde, que deberá recibir cinco millones de Marina Castaño

ISABEL IBÁÑEZ

Domingo, 17 de junio 2012, 02:05

Camila es la única nieta de Camilo José Cela, hija de su también único hijo (reconocido, claro). Laura Camila es la hijastra, la que llegó a su vida cuando se casó con Marina Castaño. Comparten un nombre que don Camilo diseminó por el mundo a calzón quitado al decir de su viuda, que hace solo tres meses desvelaba en una revista la cantidad de amantes que tuvo el escritor, y también de «hijos naturales, en su mayoría varones, y todos, o casi todos, llamados Camilo o Camilo José». Nada extraño conociendo al Nobel y después de leer su poema 'La donación de mis órganos': «La pinga la donaré / y que se la den a un caído / y levante poseído / el vigor que disfruté. / Pero pido que después / se la pongan a un jinete, / de esos que les gusta el brete. / Eso sería una gran cosa / yo descansando en la fosa / y mi pinga dando fuerte». Pero aquí son las Camilas las que centran la guerra que sus padres mantienen por la herencia del Nobel.

La semana pasada se conocía el penúltimo capítulo de una historia inacabada. Comenzó con una promesa de Cela Conde, realizada a los pocos días de la muerte del literato, que solo le dejó en herencia un cuadro de Miró: «Pelearé hasta donde haga falta por defender los derechos de mi hija». El éxito en esta lucha se ha concretado una década después en una sentencia de la Audiencia provincial de Madrid, que considera probado que el Nobel y su mujer crearon dos sociedades (Palabras y Papeles SL y Letra y Tinta SL) para desviar el dinero de los derechos de autor, contabilizados en 7,5 millones de euros, y perjudicar así los derechos del heredero. Por ello, condena por un lado a la viuda a devolver a su hijastro 3,9 millones, y por otro a la Fundación Cela, que deberá darle 1,18 millones. Esta Fundación, que acaba de pasar a ser una institución pública perteneciente a la Xunta de Galicia -tras un acuerdo de 2010 para librarla de la quiebra-, anunció el miércoles que recurrirá la sentencia ante el Supremo, pese a que la cantidad exigida ya está prevista en los presupuestos de este año.

Una revisión de las declaraciones del pasado va conformando la historia compartida por estas dos jóvenes que hoy blindan su anonimato, y también un culebrón crecido al calor del amor, o más bien del desamor. Camila Cela Marty, 22 años, estudiante de Historia del Arte, es la nieta del escritor, sangre de su sangre, heredera del marquesado de Iria Flavia que el Rey concedió al Nobel y que hoy ostenta su padre. Camilo José Cela solo la vio una vez, el día de su bautizo, el 8 de septiembre de 1989, año en el que ganó el máximo premio de las Letras y también en el que su ya exmujer, Rosario Conde, confesaba a 'Interviú' que «nunca» estuvo «enamorada de Camilo. Mi gran amor fue el poeta José Manuel Caballero Bonald, fuimos amantes durante siete años» (su matrimonio con el literato duró 46, aunque los últimos años ya vivían separados, hasta la nulidad eclesiástica concedida en 1999). Después de unos besos de don Camilo a aquel bebé -y debido al distanciamiento entre hijo y padre tras el divorcio-, nada más hubo hasta su muerte, a la que recibió en 2002 gritando «¡Viva Iria Flavia!».

La nieta, que entonces tenía 12 años, no estuvo presente en el funeral: «Rechazó ir porque dice que quería haberlo conocido vivo», explicaba entonces su abuela Rosario Conde. «La niña crecerá sin una carta, ni un libro dedicado de su abuelo, ni una llamada de teléfono», añadía. A lo que la mujer que enamoró a su esposo, Marina Castaño, contestaba: «Esta casa estuvo siempre con las puertas abiertas de par en par. Y este teléfono nunca estuvo descolgado. Mi marido, por su cumpleaños, por Navidad, cuando recibía un premio, no sé cómo decirte, echaba en falta la llamada de algunas personas cercanas...». Su hijastro, Cela Conde, tiene sin embargo otra visión del asunto y habla de los «esfuerzos» que tuvo que hacer para que abuelo y nieta se conocieran, todos en vano: «Intenté muchísimas veces que mi hija le conociera, incluso en su lecho de muerte. Mis cinco tíos Cela saben cuántas veces lo gestioné, sin el menor resultado. Hubo encuentros previos, anulados a última hora». Y se quejaba de que en la esquela no hubieran cabido su nombre ni el de su hija. «Una de las cosas que más anhelaba Camila ya no la tendrá nunca», sentenciaba Cela Conde. Se entiende que se refería a conocer de cerca a su abuelo, porque el título de marquesa es suyo si lo quiere, y de los millones de euros que Marina Castaño ha de pagar a su padre, algo le quedará.

Desconsolada

Muchos dicen que la viuda no tiene el dinero. Al menos disponible, porque la casa de Puerta de Hierro (Madrid) vale al parecer unos cuatro millones. Y ella está culminando un libro de memorias que sin duda venderá bien, a la vista de lo que ya desveló en el capítulo que publicó 'Telva' y donde hablaba de las amantes e hijos del escritor. «Le parecería bien sin duda, porque es una continuación de lo que han sido sus memorias», asegura la viuda, preguntada por lo que pensaría Cela de frases como «fue un hombre que me confesó que nunca había expresado sus sentimientos porque no los había tenido, un hombre que nunca había pronunciado un te quiero...». Tenía razón Cela, mejor callar que decir tonterías, ya lo dejó escrito: «Entre otras donaciones / me niego a donar la boca. / Pues hay algo que me choca / por poderosas razones. / Sé de quien en ocasiones / habla mucha bobería; / mama lo que no debía / y prefiero que se pierda / antes que algún comemierda /mame con la boca mía».

En el otro lado del ring, Laura Camila Fernández Castaño, que llegó al mundo en 1979. Precisamente se casa este mes en una ceremonia sencilla e íntima con un compañero de Vitoria del despacho de abogados donde trabaja, y que incluye una fiesta en la residencia de Puerta de Hierro que su madre y ella compartieron con el premio Nobel. Durante esos años nació un cariño profundo que quedó patente el día del funeral, con Laura derramando lágrimas desconsolada junto a su madre, a la que se pudo ver más tranquila gracias a un sedante Lexatin. El escritor nunca adoptó a Laura porque la chica tenía padre; es la hija que Castaño tuvo con José Luis Fernández, capitán de la marina mercante con quien se casó cuando tenía 18 años y del que posteriormente se divorció para contraer matrimonio, por lo civil y por la Iglesia, con don Camilo.

Así explicaba la propia Marina Castaño cómo eran las cosas entre su hija y su segundo esposo: «Era una relación simpática, tierna, estrechísima. Vivían bajo el mismo techo. Se adoraban, estaban todo el día mimándose. Laura es muy afectuosa y, cuando entraba o salía de casa, le daba un beso, le contaba lo que había ocurrido en clase... Por Reyes le regaló una colección de películas de los hermanos Marx...». Una curiosidad: Laura Camila tiene como especialidades, entre otras, el Derecho de Familia y Sucesiones.

«El culo no lo donaré / pues siempre existe un confuso / que pueda darle mal uso / al culo que yo doné. / Muchos años lo cuidé / lavándomelo a menudo. / Para que un cirujano chulo / en dicha transplantación / se lo ponga a un maricón / y muerto me den por culo». Don Camilo en estado puro, aunque seguro que nunca imaginó que diez años después de su muerte todavía estaríamos hablando de quién se queda los millones que él ganó gracias al talento vertido en 'La colmena' y 'La familia de Pascual Duarte', a su descaro en entrevistas con palangana y a su ironía en aquella publicidad con gachas y migas de la antigua guía Campsa.

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