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¿Qué ha pasado hoy, 13 de febrero, en Extremadura?
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De profesión, miniagricultor
REGIONAL

De profesión, miniagricultor

Los parados empiezan con diez clientes, que pagan cada uno 40 euros al mes por una cesta cada 15 días con diez kilos de frutas y hortalizas 15 desempleados buscan una salida convirtiéndose en hortelanos para vender su producto a madrileños

ANTONIO ARMERO

Lunes, 25 de junio 2012, 03:00

A Roberto, que tiene cuatro años, le preguntan por qué se utiliza el riego por goteo en vez de otro sistema y responde con una sensatez apabullante. «Para gastar menos agua porque si gastamos todo el agua, no tenemos para beber». En su cole hay lo que en casi todos: maestros, alumnos, aulas, pizarras, patio, pista deportiva. Y un huerto. Con cuatro bancales: uno para cada curso, más o menos. Lógico, tratándose de Carcaboso (1.300 habitantes, a diez kilómetros de Plasencia) quizás el pueblo más verde de Extremadura. En rigor, el más agroecológico.

Algunos de sus jardines municipales dan la oportunidad al que pasea de coger unos puerros, llevárselos a casa y hacerse una tortilla. O unas cebollas para la hamburguesa. Todo lo que hay que hacer es agacharse y servirse. Lo hace Mariví Montero, concejala de Personal por el Prex-Crex, el partido que gobierna el Ayuntamiento. Coge unas cebollas del parque que hay frente al Ayuntamiento y se las regala a una vecina que tiene un restaurante.

Quizás haya hecho eso mismo alguna vez con los huevos del gallinero comunitario. La veintena de gallinas que hay en el corral están en manos de siete familias, que se turnan para ir a echarles comida y recoger los huevos. A Mariví le toca los viernes. A Lorena Rodríguez, edil de Cultura y Asuntos Sociales y teniente de alcalde, los sábados. Y las gallinas deben estar felices, porque ponen con alegría. «Creo que el récord está en 17 huevos en un día», cuenta Lorena, una de las paisanas que mejor sabe responder a la pregunta de por qué en Carcaboso hay tantas iniciativas verdes. «Por Alberto, el alcalde -dice-. Tenías que conocerle, le encantan este tipo de iniciativas».

Alberto Cañedo, alcalde regionalista de Carcaboso, ya lo anuncia en el saluda de la web municipal. «En esta legislatura -escribe-, espero que podamos lograr los objetivos necesarios para conseguir que Carcaboso sea un pueblo pionero en todo tipo de proyectos». En Agroecología, desde luego, ha cumplido. No ya por los jardines comestibles, como los bautizaron, o por el gallinero comunitario, ideas que se quedan en anécdotas al lado de otras iniciativas con más calado.

Por ejemplo, la Red Terrae, acrónimo de la Asociación Intermunicipal Red Territorios Reserva Agroecológica, que cuenta con el apoyo del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. La fundaron entre Redueña (Madrid), Campillo de la Jara (Toledo), la Mancomunidad de Municipios Sostenibles de Cantabria (18 pueblos) y Carcaboso. Es una asociación intermunicipal sin ánimo de lucro, a la que poco a poco se van sumando otros pueblos españoles (el único extremeño que lo ha pedido hasta ahora es Arroyo de la Luz), y que constituye un ejemplo pionero en España de cómo unir fuerzas para promocionar la agricultura ecológica y servirse de ella con la intención de crear empleo.

Los protagonistas

Esto último, lo de procurar que la tierra saque del paro a cuantos más mejor, tiene caras. Las de Roberto, Javier y Filipe. Los dos últimos son alumnos del curso de Agricultura Ecológica que se ha impartido en el CAD (Centro Agroecológico Demostrativo), que hasta hace tres años era una casa destartalada y rodeada de pastos y hoy es una sede con aulas, invernadero y huertos.

Javier Blázquez, 28 años, y Filipe Alves, portugués de 22, terminaron el viernes su formación de 450 horas. Y la tarea que tienen para este verano es preparar ese pequeño huerto personal que los últimos meses les ha servido para hacer las prácticas, pero que a partir del 1 de septiembre será su negocio. Javier, que vive en Plasencia y se apuntó al curso porque estaba en el paro, habla de su parcela con ilusión. «Tengo plantados puerros, lechugas, cebollas, berros, espinacas, acelgas, berenjenas, pimientos normales y pimientos para asar, tomates, zanahorias, sandías, melones, calabazas, calabacines.».

Todos estos nombres están en la lista que tiene cada uno de sus clientes, todos ellos gente de Madrid seducida por la idea de surtir su despensa con frutas y hortalizas extremeñas que han crecido alejadas de cualquier producto químico.

Javier, lo mismo que Filipe y Roberto, tiene asignados diez clientes, que pagan 40 euros al mes a cambio de recibir cada 15 días en su casa una cesta de diez kilos con al menos cinco variedades. O sea, los nuevos hortelanos de Carcaboso se aseguran unos ingresos de 400 euros al mes durante medio año, tiempo durante el que además, pueden seguir cobrando el paro. «Si la cosa va bien -cuenta Lorena-, cada uno de ellos recibirá otros diez clientes más, con lo que ganarían 800 euros al mes, pero a cambio, tendrían que darse de alta en el régimen agrario de la Seguridad Social y pagar la cuota, que son unos 150 euros al mes».

A Javier Blázquez le ha gustado la idea, que a efectos oficiales se llama Proyecto Tredar. Lo financia el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente y lo gestiona la Federación Agroalimentaria de Comisiones Obreras. La iniciativa consta de dos fases. La primera es la de los diez clientes durante seis meses, y la segunda, la de los veinte durante otro medio año a cambio de darse de alta en la Seguridad Social.

El técnico del proyecto Tredar es Franco Llovera, que conoce al detalle los pormenores de la propuesta, pionera en España y que ha encontrado en Extremadura una respuesta más favorable que en otras comunidades autónomas. Los seis de Carcaboso (Javier, Roberto, Filipe y otros tres) podrán mirarse en el espejo de sus compañeros de Tiétar, que ya saben lo que es mandar su primera cesta. «Las cuatro personas que han empezado en el proyecto Tredar I en Tiétar estaban ligadas al cultivo del tabaco, y realizaron su primer envío el 1 de junio», detalla Llovera. «Allí, cada uno de ellos tiene un huerto de mil metros cuadrados, y un invernadero de otros mil metros cuadrados que comparten entre los cuatro», añade el técnico, que recuerda que se trata de un primer paso en un camino cuya meta es el autoempleo.

«Se lo damos hecho»

El proyecto Tredar les ha proporcionado las herramientas, los conocimientos y les ha buscado los clientes entre grandes centro de trabajo de Madrid, como Mahou, Logista o el propio Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. «Se lo damos hecho a las dos partes, tanto a los compradores como a los 'miniagricultores', a los que además animamos a que busquen sus propios clientes, en restaurantes por ejemplo», amplía Llovera.

Lo que hace el Tredar 1 es abrirles una puerta, darles el empujón inicial. «A partir de ahí -explica el técnico-, si pasan al Tredar 2 y les va bien, deben organizarse entre ellos, y en el caso de Tiétar, los cuatro 'miniagricultores' están en el camino de crear una cooperativa; si les va bien, está en su mano organizarse después, funcionar como emprendedores y que uno se encargue de la tierra, otro del apartado comercial...».

El proyecto involucra también a personal del Ctaex (Centro Tecnológico Agroalimentario de Extremadura), y entre las facilidades que procura a quienes deciden dar el paso está también la de ponerles en contacto directo, cara a cara, con sus clientes. El pasado sábado, día 16, quienes reciben las cestas de los cuatro 'miniagricultores' de Tiétar' viajaron desde Madrid hasta el norte extremeño en autobús para ver con sus propios ojos los huertos de los que salen las hortalizas que comen en casa y charlar con los hortelanos que se las suministran.

Además de los seis de Carcaboso y los cuatro de Tiétar, hay otros cinco desempleados que participarán en la iniciativa. Son vecinos de Oliva de Mérida y Torremejía. «Estamos buscándoles clientes también entre los trabajadores del Ctaex, de la Administración regional...», comenta Franco Llovera, que alaba «el enorme potencial de Extremadura para iniciativas de este tipo, pioneras en España y con antecedentes similares, aunque con diferencias importantes, en Francia, Estados Unidos y Japón».

Para Fernando Plasencia, el profesor del curso de Agricultura Ecológica impartido por la Fundación Premysa en Carcaboso, es un motivo de satisfacción que de los once alumnos, cuatro se hayan decidido a dar el paso de intentar convertirse en empresarios. «Los productos de agricultura ecológica que empezarán a venderse, además de más sanos -argumenta el profesor-, se consumen más maduros, porque van directamente desde el huerto hasta el cliente, y no es lo mismo que un tomate madure en un huerto a que madure en una cámara frigorífica».

Bien lo sabe Roberto Clemente, el tercero de los carcaboseños que en septiembre empezará a intentar ganarse la vida con las hortalizas. Su caso es distinto al de Javier y Filipe. Tiene 35 años, dos hijos, y hasta que la crisis se cruzó en su camino, trabajaba en la construcción en Madrid. «Claro que veo esto como una posible salida profesional, por eso he decidido apuntarme al proyecto». La lista de lo que ofrece su huerto es interminable: tomates, calabazas, calabacines, pepinillos, patatas, pimientos, sandías, melones, berenjenas. Además, utiliza romero, albahaca y manzanilla para cuidar su plantación, de la que también salen jabón y esponjas naturales -«son las que yo utilizo en la ducha», asegura- y hasta maíz para hacer palomitas. «Yo me he criado en el campo, desde chico he estado en huertos, y creo que no pierdo nada por intentar ganar un dinero con lo que produzco, tal y como está el panorama puede ser una salida», reflexiona.

Su caso, como el de Javier y Filipe, y los de los 'miniagricultores' de Tiétar, Oliva de Mérida y Torremejía, son iniciativas laborales que difícilmente saldrían adelante sin la ayuda del ayuntamiento de turno, que proporciona el terreno para los huertos y gran parte del material. «Nosotros ponemos las tierras, los aperos y la maquinaria, además de los técnicos y la ayuda que podamos prestar para que no sientan que están solos en esto -argumenta Lorena Rodríguez-; es algo que no nos cuesta apenas nada y con lo que tratamos de fomentar el autoempleo».

Lo cuenta la concejala con los codos apoyados en la mesa del despacho de alcaldía del ayuntamiento de Carcaboso, el primer municipio extremeño en autodeclararse libre de transgénicos, esa palabra rara que quizás Roberto, a sus cuatro años, sabría definir.

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