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Unos 'castellets' levantaron un castillo humano en medio de la manifestación independentista que recorrió las calles de Barcelona. :: MARTA PÉREZ / EFE
Una manifestación histórica exige la independencia de Cataluña
NACIONAL

Una manifestación histórica exige la independencia de Cataluña

Artur Mas advierte al Gobierno de que si no hay acuerdo sobre el pacto fiscal, tomará el camino de la secesión

CRISTIAN REINO

Miércoles, 12 de septiembre 2012, 02:06

Una multitud, centenares de miles de catalanes salieron ayer a la calle para reclamar la independencia. La Diada del Once de Septiembre de este año se presumía que iba a ser la más multitudinaria y soberanista en mucho tiempo, pero desbordó todas las previsiones y colapsó el centro de Barcelona. «Hoy es el primer día de una nueva época», resumió Lluís Llach, cantautor y referente del independentismo catalán.

Si en 1977, la manifestación más ensalzada en el imaginario colectivo de Cataluña, la sociedad salió a la calle para reclamar libertad, amnistía y un estatuto de autonomía, la Diada de ayer pasará a los anales de la historia como el día en que Cataluña reclamó su reconocimiento como un estado en la Unión Europea. Nunca antes tanta gente y tantas banderas independistas recorrieron el centro de Barcelona en una marcha multitudinaria, reivindicativa, aunque muy pacífica y con marcado tono festivo. Hubo pancartas y cánticos de todo tipo, si bien lo que más sonó fue el himno catalán y los gritos a favor de la independencia. El Gobierno catalán quería que fuera un clamor por el pacto fiscal, pero nadie se acordó de eso.

La afluencia fue masiva y la Asamblea Nacional Catalana, la plataforma soberanista que impulsó la marcha, habló de más de dos millones de asistentes, frente al millón y medio que cifraron la Guardia Urbana y los Mossos d'Esquadra. La Delegación del Gobierno rebajó la participación a 600.000 personas. Entre ellos, nueve de los once consejeros de la Generalitat; el expresidente Jordi Pujol, no así los socialistas Pasqual Maragall, en su caso por la enfermedad que sufre, y José Montilla; los expresidentes del Parlament Joan Rigol y Ernest Benach; miembros del ala catalanista del PSC, como Àngel Ros, Marina Geli y Ernest Maragall. El líder de Unió Democrática y socio menor de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, que no iba asistir, al final estuvo -llegó tarde y con muletas- y recibió una pitada. Esa fue la anécdota de una marcha con dos mensajes, uno para el Gobierno central y otro para el catalán.

Al Ejecutivo español, como expresó Artur Mas, la sociedad catalana le pidió que «preste atención», que «escuche bien» lo que dice Cataluña y no menosprecie y ridiculice lo que se reclama. Treinta años después de la restitución de la autonomía, el nacionalismo considera que sigue sin resolverse el problema del encaje catalán en el Estado y siguen sin atenderse sus aspiraciones nacionales. «Estamos maltratados y tenemos que cambiar las relaciones con España», es un sentir bastante generalizado. El tripartito lo intentó con el Estatut y el proyecto resultó fallido. Ahora la Generalitat cree que la última oportunidad que queda se llama pacto fiscal, en la línea del concierto económico vasco, que debe de servir como dique de contención de un soberanismo que ya no se esconde. La Generalitat deseaba que la manifestación fuera un éxito para poder acudir a la cita del 20 de septiembre con Mariano Rajoy con el impacto de unas imágenes llenas de banderas independentistas que dieron la vuelta al mundo. Mas, que no estuvo en la manifestación, aunque apoyó el mensaje, fue claro. Si no hay acuerdo sobre el pacto fiscal, «la vía para la libertad de Cataluña estará abierta».

Choque de trenes

La advertencia no tenía equívocos: si Mariano Rajoy no quiere encontrarse con un problema territorial que introducirá inestabilidad política en medio de la mayor crisis financiera deberá atender las reclamaciones catalanas. Duran i Lleida habló de «choque de trenes». «No podemos seguir como hasta ahora», afirmó el habitualmente moderado político demócrata cristiano.

La duda está en saber qué hará Mas si Rajoy, como parece, no entra a negociar los «líos y algarabías» catalanas. Y esa es la encrucijada que el Ejecutivo catalán tendrá que gestionar a partir de ahora. Porque ya no solo tiene la presión de sus bases que le piden un paso adelante en la vía soberanista. Ahora, el presidente de la Generalitat tiene la petición de una multitud.

Mas reclama el pacto fiscal, pero la calle exige mucho más. Y si como se espera, Rajoy dice no al pacto fiscal, Mas se verá abocado a convocar elecciones, a las que CiU concurriría con un programa cada vez más soberanista y puede que también con el objetivo de una convocatoria de un referéndum independentista. Si no lo hace, muchos de los que ayer marcharon por las calles de Barcelona se sentirían muy decepcionados con el presidente. «La plenitud nacional de Cataluña nunca había estado tan cerca», dijo el lunes.

Oriol Pujol, secretario general de Convergencia Democrática y hombre de confianza de Mas, adelantó que el presidente hará hoy un anuncio importante.

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