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FERMÍN APEZTEGUIA
Domingo, 28 de octubre 2012, 10:49
El cáncer puede verse en una fotografía. Si usted toma una instántanea de su hijo y el pequeño sale en la imagen con los ojos rojos, no pasa nada. Todo el mundo sabe que ese aire tenebroso es solo el efecto de la luz reflejada en los vasos sanguíneos de la retina. El problema se plantea cuando uno de los ojos se ve rojo por el flashazo y el otro de color blanco. En ese caso, no hay sangre que reflejar. Es más que posible que el pequeño, quizás un bebé, sufra un tumor maligno conocido como retinoblastoma, una enfermedad que puede llevar a la pérdida de la visión y, si no se detecta a tiempo, también a la muerte.
Más de 130 profesionales de toda España han participado esta semana en las quintas jornadas de oftalmología pediátrica, organizadas por el Hospital de Cruces, la Universidad del País Vasco y el Instituto Oftalmológico ICQO. La sesión analizó, entre otras cuestiones, las diferentes opciones de prótesis y rellenos de la cavidad ocular que la cirugía ofrece para los niños que han perdido un ojo debido a un cáncer. No son muchos, pero las cifras tampoco resultan despreciables. Cada año se diagnostican en España unos 150 casos de tumores.
Los avances de los últimos años en el abordaje de la patología, atribuidos fundamentalmente a su diagnóstico temprano, están permitiendo evitar la muerte a la mayoría de estos pequeños, que han de enfrentarse, sin embargo, a un tratamiento largo y complejo. La terapia se prolonga durante varios años y requiere la acción coordinada no solo de oftalmólogos, oncólogos y radiólogos, sino también de otras especialidades médicas como la cirugía plástica, necesaria para ir reconstruyendo las señales que la enfermedad y los cambios propios de la edad dejan en el rostro de los pequeños.
Un doble mazazo
«Es una patología que genera mucho sufrimiento tanto en los niños como en sus padres. No es solo el golpe del cáncer, sino también las complicaciones físicas y psicológicas derivadas de ella», explica el especialista José Manuel Abelairas, jefe de la Sección de Oftalmología Pediátrica del hospital La Paz de Madrid, una de las tres unidades de referencia de España para el tratamiento del retinoblastoma, junto con el Virgen Macarena de Sevilla y el hospital de San Juan de Dios de Barcelona. El centro madrileño atiende en la actualidad a más de 300 pequeños.
La enfermedad, según explicó José Manuel Abelairas, tiene origen genético y generalmente aparece en niños de uno a seis años de edad. Aunque la regla no siempre se cumple a rajatabla.
La unidad madrileña ha atendido casos tardíos de hasta diez años y también de recién nacidos, que suelen ser los más complicados. «Está prohibido dar radioterapia antes del año, por lo que hasta esa edad intentamos controlar la enfermedad con fármacos». La terapia, al verse implicadas tantas especialidades y ser necesario prolongarla durante toda la infancia, resulta muy cara, aunque «por suerte, en España todavía entra dentro del catálogo de prestaciones de la Sanidad pública».
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