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FERMÍN APEZTEGUIA
Domingo, 13 de enero 2013, 01:25
L a casa es un nido de bacterias. Un simple trapo de cocina, no hace falta que esté muy sucio, puede acumular en un solo día entre cien mil y un millón de microbios. La mayoría de ellos no sólo son inofensivos, sino que pueden resultarnos incluso beneficiosos al contribuir a favorecer el sistema de defensas. Pero cuidado. También los hay, como los ácaros del polvo, capaces de complicarnos la existencia a causa de una crisis respiratoria. Las viviendas están llenas de ellos, los hay por todas partes y se ocultan en los rincones más insospechados. La almohada, el mando a distancia, el teclado del ordenador, el teléfono móvil... No se confíe. Si piensa que el mayor vivero de gérmenes se sitúa en el baño, se equivoca. El problema está en el fregadero.
El microbiólogo Guillermo Quindós, coordinador de la Unidad de Formación e Investigación de Microbios y Salud en la Universidad del País Vasco, recorre con nosotros los lugares de la casa donde más porquería se acumula, donde las bacterias viven realmente a placer, y aporta las claves para que la convivencia con ellas no acabe convirtiéndose en una relación patológica. «Que nadie se asuste. Lo normal es que todas estas bacterias no nos causen problemas y que si lo hacen, sean menores, como una diarrea», tranquiliza el experto. Aunque en ocasiones, eso sí, nos pueden poner en un serio compromiso.
Los 'bichos' más comunes -y también más peligrosos- de la microfauna doméstica se dividen en dos grupos. Por un lado están los estafilococos, que afectan a la piel y las mucosas y entre los que destaca por su agresividad el 'Staphylococcus aureus resistente a la meticilina', así llamado porque se ha hecho inmune a varios antibióticos, incluidos algunos de última generación, como la meticilina. En personas sanas puede no ser un grave problema, pero si se está bajo de defensas, especialmente si se encuentra uno en determinados ambientes, como un hospital, un ser de estos podría llevar a la muerte de un paciente. El segundo grupo está formado por las enterobacterias, que atacan el tracto intestinal y suelen ser causa de infecciones alimentarias. Algunas de ellas no son muy conocidas para el gran público, como la 'shigella', pero otras como la 'salmonella' o la 'Escherichia coli', ligada a la contaminación fecal, resultan más populares.
Si la higiene en el hogar no es la adecuada, los gérmenes pueden llegar a invadirlo todo, como una auténtica plaga. Las grandes poblaciones de patógenos anidan en los lugares donde encuentran cierto grado de humedad y una temperatura adecuada, a partir de los cuatro o seis grados y hasta los 37, como la del cuerpo humano, que es en la que se encuentran en su salsa. Para un microbio casero el fregadero es como un viaje a Disneylandia para un niño. Una auténtica juerga.
Cocinar con higiene
Como generalmente no se desinfectan con regularidad, las bacterias se aprovechan allí de una excelente humedad y de restos de todo tipo de comida, que les sirven para crecer con rapidez. Allí en la pileta reside, además, la esponja de cocina, vertedero de todo tipo de residuos y, en consecuencia, el mayor criadero de microbios que podemos tener en casa. «La mayoría de los productos de limpieza son lo suficientemente buenos como para librarnos de todos estos microorganismos, pero ésta es una zona de la casa donde hay que tener un especial cuidado», destaca el microbiólogo.
El bodegón se completa con la tabla de cortar, no siempre debidamente limpia y en más ocasiones de las que uno quisiera, un potencial cargamento explosivo de 'E. coli'. «Hay que tener un especial cuidado con ella», aconseja el especialista vasco. «Si vamos a preparar una carne y previamente hemos picado vegetales para una ensalada, deberíamos limpiarla y secarla bien. Puede producirse una contaminación cruzada. Bacterias que pueden estar tranquilamente en los vegetales, sin generar problema alguno, al pasar a la carne, si no la cocinamos bien, pueden complicarnos la existencia».
Otros gérmenes, igual de desafiantes, se ocultan en lugares que favorecen su propagación por la casa. Actúan como si fueran una epidemia, extendiéndose por los lugares de la vivienda que les resultan más confortables. Para multiplicarse se valen de los trapos de la cocina, las toallas, las sábanas e incluso el teclado del ordenador familiar, que es otro de los mayores focos de contaminación. Pasa por todas las manos y rara vez se limpia. Si usted le da media vuelta, lo sacude y salta la porquería, no lo dude: ahí tiene millones y millones de bacterias. «El pistón del peligro se baja porque lo normal es que la familia comparta los mismos patógenos y se vaya inmunizando».
Higiene del baño
La única manera de mantener la 'plaga' bajo control es limpiar la casa con intensidad y airearla periódicamente. Los sitios más problemáticos son las esquinas, alfombras y moquetas. Curiosamente, no el baño. La concienciación con su higiene es tan alta que generalmente es la zona de la casa con menos focos contaminantes. «Hay quien dice que se podría comer más limpio en la taza del váter que en la pileta de fregar; pero yo, por si acaso, no intentaría comprobarlo», bromea el experto.
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