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La mano que no tiembla
SOCIEDAD

La mano que no tiembla

La presidenta de Navarra se juega hoy su futuro político en el congreso de UPN. Está muy tocada tras el escandalazo de sus dietas exprés -llegó a cobrar 5.000 euros en una mañana- y las pullas internas. Pero es capaz de andar 50 kilómetros sin entrenar, de investigar los misterios del queso Idiazabal, de disfrazarse de rastafari para bailar a gusto en los sanfermines...

ZURIÑE ORTIZ DE LATIERRO

Domingo, 17 de marzo 2013, 01:35

Mañana, a la Javierada!», sorprendió la alcaldesa a sus colaboradores con los tacones puestos y cero horas de entrenamiento. Se los quitó para calzarse 50 kilómetros sin rechistar en la peregrinación al castillo natal del santo navarro San Francisco Javier. Poco después, les propuso camuflarse en el disfraz de rastafari para que los radicales la dejasen bailar a gusto en sanfermines. Le chifla. Chachachá, pop o sevillanas, aunque su vertiginosa agenda le haya impedido pasar de la tercera. Pero todo se andará, porque Yolanda Barcina es de las que se sube a los trenes de la vida. Aunque los palos políticos recibidos en casa, los que más duelen, le hayan aguado el rostro y el ánimo. «Pero no os asustéis, que soy llorona y al poco se me pasa», suelta en el despacho presidencial cuando toca arrebato.

Hoy se la juega. Los 4.000 afiliados de Unión del Pueblo Navarro deciden si la exalcaldesa de Pamplona y debilitada jefa del Ejecutivo foral sigue llevando las riendas del principal partido de la comunidad o se las pasa al presidente del Parlamento y vicepresidente de UPN, Alberto Catalán. La formación, con buena parte de su cúpula enfangada en el escándalo de las dietas cobradas en tiempo exprés en la antigua Caja Navarra -Barcina, que las devolverá todas, se llegó a embolsar en una mañana 5.151 euros-, no ha conocido horas tan bajas. Su presidenta gobierna a la deriva en minoría al partir peras con los socialistas. Todas sus iniciativas acaban en la papelera.

Pero lo que de verdad atormenta a esta catedrática de Nutrición y Bromatología y doctora en Farmacia, premio extraordinario incluido, es que su mentor político sea quien ahora quiere derribarla para restaurar los puentes con los socialistas y frenar así cualquier avance del nacionalismo vasco. Hace 16 años, el entonces presidente de la comunidad, Miguel Sanz, llamó con urgencia al rector de la Universidad Pública de Navarra, Antonio Pérez Prados. Necesitaba una mujer inteligente, preparada y con capacidad de gestión para incorporarla a su gobierno y darle un baño de modernidad al navarrismo. Yolanda Barcina. El nombre saltó de forma automática, casi como el consentimiento de la entonces vicerrectora de gestión académica. «No le dio tiempo a pensarlo. No le conocía de nada a Sanz, no estaba afiliada. Ella dudó unas horas, pero se encontró su nombramiento en los titulares de la prensa y, claro, no se pudo echar para atrás. De todas formas ella pensaba que algo podía aportar», refresca la memoria una buena amiga.

La primera mujer en formar parte de un gobierno navarro estrenaba despacho en la consejería de Medio Ambiente avalada por un meteórico carrerón. En 1988 obtuvo una plaza de titular en la Autónoma de Barcelona. A los dos años se trasladó a la facultad de Farmacia como vicedecana del campus alavés de la Universidad de País Vasco (UPV). Viajaba a diario de la capital navarra a la vasca y por el camino cuajó el primer equipo para investigar el misterio de un queso elaborado con leche cruda de oveja latxa. Entonces era excesivamente salado y ahumado, cosa de pastores. Hoy, depurado y evaluado en base a la cata científica de Barcina, se ha llegado a pagar por uno 7.400 euros. Para ser exactos, por la mitad del queso ganador del concurso de la denominación de origen Idiazabal.

Brillante en la universidad

La investigadora y profesora Mertxe de Renobales evoca a una Yolanda «joven y entusiasta, con una capacidad de trabajo enorme y brillante en el sentido de que sabía interpretar y sintetizar las exposiciones de todo el equipo. Era muy abierta, afable, cordial. Trabajaba muy bien. No tengo ningún mal recuerdo de ella». Como Patxi Pérez Elortondo, otro profesor de Farmacia de la UPV, a quien Barcina le dirigió su tesis: «Desde el punto de vista de la gestión es buena. Tenía ilusión, arranque. Le guardo un gran agradecimiento. Todo es positivo. Coincidir en otros campos de su vida es otra cosa...».

En una biografía intensa de 52 años es difícil que no aparezcan nubarrones. Los más tormentosos los dibujan estos días los socialistas navarros, por boca de su secretario de organización, Santos Cerdán. «Es falsa hasta decir basta, no hace un movimiento si no lo ha medido mediáticamente. No cumple su palabra y es muy interesada. Cuentan compañeros de mi partido que cuando tomaban café juntos recogía el ticket. Es una líder con los pies de barro. Con nosotros rompió sin temblarle la mano».

En esto coincide su amiga y colaboradora desde los tiempos universitarios Fátima Baigorri, directora general de Relaciones Institucionales de la comunidad foral. «A Yolanda no le tembló la mano en la UPN para plantear que se adelantaran los exámenes de septiembre a julio. ¡Cómo se pusieron los estudiantes! Tampoco cuando prohibió las barracas políticas en sanfermines o desalojó un frontón abandonado, ocupado por amigos de los radicales. Lo convirtió en un centro termal. No, no le tiembla la mano. Tiene una fortaleza física admirable y unas ganas inmensas de aprender de todo».

Esa curiosidad se la inculcó su madre, Lolita Angulo, maestra pública y vascoparlante. Sobrina del sacerdote y antropólogo José Miguel de Barandiaran, considerado el patriarca de la cultura vasca, más de una vez ha cerrado la boca en ese bello euskera que solo se habla en Guipúzcoa a los radicales que levantaban la voz en las recepciones donde oficiaba su hija. Tildada de enemiga del euskera, Barcina chapurrea palabras básicas «¡y no lo odia!», insiste Baigorri.

Lolita alumbró a Yolanda en Burgos, pero sacó plaza en una escuela de Portugalete y la familia se mudó. Su marido, un pequeño empresario, siguió a la maestra a esta villa vizcaína y obrera. La niña creció en las mismas calles que el exlehendakari Patxi López. El primer lapicero lo agarró en la escuela de la empresa Babcock Wilcox, luego brilló en el colegio de las monjas del Carmen y terminó en el instituto público del pueblo. Se instaló por primera vez en Pamplona para estudiar la carrera de Farmacia en la universidad del Opus. El primer curso, alojada en el colegio mayor Roncesvalles. El resto, en un piso. De aquella época conserva a las amigas, pero ha perdido al novio.

El santanderino José V. Vallejo 'Pucho' estudiaba arquitectura también en Pamplona. Terminaron casándose por todo lo alto en El Carmen de Algorta (Vizcaya). Hace casi 13 años que adoptaron a Óscar en Bolivia y dos que el matrimonio se rompió. Sus amigos confirman que el remate a una relación desgastada fue la aparición de 'Pucho' en un programa de televisión vendiendo 'La Casa Escondida', el chaletazo de piedra y acero frente a la bahía de Santander donde la familia se relajaba. Dos millones de euros pedía el arquitecto en la pantalla y perdió a la familia.

«La separación la ha llevado bien. Yolanda vive ahora con su madre, viuda, que la ayuda mucho con el crío. Se arreglan bien», relata una amiga. Las playas de Santander son su único gimnasio, su pista de entrenamiento para calmar el estrés. El esquí en Candanchú casi está olvidado. «Ahora no tiene tiempo para nada».

Barcina ha pasado de ser la alcaldesa que transformó urbanísticamente la ciudad con dinero a manos llenas a ser la presidenta que debe gestionar la crisis en la comunidad líder en todo tipo de rankings positivos: inversión en I + D, prestigio universitario o cooperación al desarrollo. Sus ciudadanos, junto a los madrileños, son los más longevos de España y han disfrutado de más trabajo que en cualquier otra zona del Estado. En pueblos como Elizondo las piscinas públicas ofrecen jacuzzi. Es la comunidad con más ATS y farmacéuticos por habitantes. Pero ahora está encogida. El paro cabalga desbocado con despidos masivos como el de Gamesa: 2.200 personas en la calle es un drama en una capital de 200.000 habitantes.

En un gesto sin precedentes en nuestra clase política, Barcina se bajó el sueldo un 43% el año pasado. Pero esas dietas dobles y triples de Caja Navarra han arañado su imagen justo cuando más lo necesita. Ha digerido esta semana a golpe de titular. ¿Qué hará si pierde el Congreso? ¿Volverá a la universidad o se aferrará al sillón foral? ¿Disolverá el Parlamento y adelantará las elecciones? «Es evidente que desde que ha habido otra candidatura el Gobierno de Navarra tiene una debilidad mayor», deslizó misteriosa este jueves. Ni en su equipo ni en la oposición se atreven a jugarse una quiniela. «Es capaz de todo», coinciden.

Como cuando de alcaldesa se zapateaba los barrios de Pamplona sin focos ni chófer, ha pasado estos días de pueblo en pueblo, visitando al navarrismo de siempre, más proclive a su contrincante, con un mensaje nítido: «No he acabado».

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