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ANTONIO ARMERO
Sábado, 13 de abril 2013, 11:32
Unos cuantos cientos de cacereños fastidiaron ayer a las audiencias televisivas y se quedaron sin ver el telediario. Extregusta les sacó del comedor de su casa y les plantó en Cánovas, con el abrigo en el brazo, las gafas de sol puestas y unos cuantos tiques en el bolsillo.
Pongamos una media por persona de diez boletos, a ochenta céntimos de euros cada uno. Dado que la mayoría de las 150 tapas que ofrecen entre los 34 expositores cuestan dos tiques, esa inversión de ocho euros da para cuatro pinchos y un par de latas de cerveza que en realidad no vienen a ser más que dos cañas, ya que los botes que se estilan en esta feria son de 25 centilitros, como los de tantos minibares de hotel. A 22.000 tiques vendidos ayer, puede aventurarse -y sólo eso- que la cita reunió en su primer día a más de dos mil personas.
Números al margen, las sensaciones también avalan el inicio fuerte. Ya se intuía el éxito a las dos y media de la tarde, al comprobar que tocaba hacer cola ante la caseta de venta de tiques situada entre el Quiosco de la Música y los columpios que hay enfrente. Ahí al lado, por cierto, están también los urinarios, a ver si fuera posible que no se repitiera lo de otros años, con la megafonía aconsejando al personal que respetara el verde y usara los váteres, que para algo están.
No quedarse en el centro
Por lo que se pudo ver ayer, la probabilidad de toparse con una cola al ir a surtirse de tiques va descendiendo al alejarse del Quiosco de la Música, punto de encuentro habitual para grupos y también lugar de parada y codo apoyado para muchos de los que llevan ya un rato de barra en barra. Se percibe cierta querencia a cuadrar los pies ahí, tradicional epicentro del paseo de Cánovas. Pero hay vida más allá. Y al menos ayer, bastante.
Extregusta 2013 tiene buena pinta. Porque se celebra en un espacio urbano cómodo, porque después de vivir el marzo más lluvioso en décadas, se recibe con los brazos en cruz al buen tiempo -lo hizo ayer, y si Meteorología acierta, repetirá hoy-, y porque hay variedad para elegir. Hay propuestas imposibles de memorizar por lo extenso de su nombre, como manda la biblia de cierta tipo de cocina. Y para no perder las esencias, hay otras que entroncan con la tradición más extremeña, tipo pan con morcilla o surtido de ibéricos.
Pero lo que abunda es el punto medio. La creatividad, los pinchos trabajados. «Lo que no le debe faltar a ninguna tapa es la calidad, y si además lleva productos extremeños, mejor que mejor», propone el extremeño Eustaquio Becedas, ex jefe de cocina del Hotel Ritz y ayer por la mañana uno más entre el público.
Él recibió en su día el Caldero de Honor, el premio de la organización a figuras de la gastronomía extremeña. A la lista de ganadores se ha sumado este año Ricardo Muñoz Gabaldón, jefe de cocina del Parador de Cáceres, que recibió su distinción ayer por la tarde. En ese mismo acto, se conoció que en opinión del jurado profesional, las tres mejores tapas son (en este orden) la madeja de ibérico con crema de campo y dulce de la tierra de Oleum Cáceres, la brocheta de bacalao en tempura con salsa de ajo de Catering Vía de la Plata y la empanada de carrillera con mornay de queso Ibores y crujiente de Attelea del Hotel Ruíz. En la modalidad de empresas, los expertos eligieron la delicia de tarta de queso, coulis de fresa, mousse de chocolate y café con dados de naranja de la pastelería La Guinda, la mousse de patatera de Embutidos Ibéricos El Encinar y el flan de queso artesano de Acehúche de Quesos Artesanos Guiber.
La preferida del público se conocerá después de la feria. Para votar, hay que hacerse antes con uno de los folletos disponibles en casi todos los expositores. Ese mismo tríptico incorpora un código QR, un sistema que permite descargar en el smartphone la lista de los pinchos, cada uno con su foto. Ayer por la mañana, el equipo de la empresa iTaq recorría la feria trípode en hombro y cámara al cuello. A primera hora de la tarde, ya se podía descargar el catálogo.
Un avance que agradecerán más de dos. Y que contrasta con la desaparición de los folletos del mapa de situación de cada caseta, que sí aparecía en años anteriores. La consecuencia es que elegir un pincho de la lista y encaminarse a por él puede obligar a recorrerse medio paseo de Cánovas abriéndose paso entre la gente mientras la vista busca los letreros de las casetas. En una cita que se barrunta exitosa, a la vista de la buena acogida de ayer, también hay un hueco para los aspectos a mejorar.
El del mapa es uno. Otro lo señala Rosario Bolaños, andaluza, estudiante de tercero de Ingeniería Civil en la Universidad de Extremadura y que ayer comió en la feria. «He venido porque lo comentó un amiga y me parece que está muy bien -apunta la joven-, pero me sorprende que haya tapas por las que pagas más si te la tomas en la feria que si la pides un día cualquier en el mismo bar».
A la reflexión hay que añadir un argumento que algunos empresarios citan para explicar por qué piden dos tiques por casi todas las tapas. Ese motivo es que no todo el dinero de los tiques va para ellos. Y de fondo, claro está, otra razón: la crisis. Que sin embargo, a veces parece difuminarse. Sucede, por ejemplo, al echar un vistazo al paseo de Cánovas y comprobar el ambiente de un viernes laborable como el de ayer. Sucede al ver la cantida de gente que cambió la digestión reposada en el salón de casa por la cerveza con una tapa. O quizás es que echábamos de menos al sol.
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