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ROCÍO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ
Jueves, 18 de abril 2013, 09:39
«Una gran impresión y mucha impotencia». Así define Ramón Botello, un vecino del Cerro de Reyes de 68 años, la situación que vivió el pasado domingo en el azud del Guadiana mientras practicaba la pesca, su gran afición, con otros tres compañeros. Sobre las diez y media de la mañana oyó unos gritos y en seguida se percató que había una embarcación con una persona atrapada en el azud y otra que intentaba salir del agua por su propio pie. «Al muchacho (Salvador, el piragüista que salió ileso del accidente) le lanzamos una soga que tenía allí otro compañero y salió enseguida del agua. Pero la muchacha (Isabel, de 45 años) se quedó en el remolino. Veíamos cómo la fuerza del azud la hacía entrar y salir del agua sin parar. Estábamos a unos 60 metros y no sabíamos qué hacer. Le di mi teléfono móvil a una chica que había allí para que llamara al 112 porque yo estaba como un flan», relata Botello. Y no puede evitar que se le pongan los vellos de punta.
Continúa: «Después un tercer piragüista se tiró al agua desde el azud para ayudarla (Ángel, el brigada de 44 años que perdió la vida). Sus compañeros le gritaron que no lo hiciera, porque es peligroso, pero eso es un acto de valentía. Yo sé nadar, pero tengo 68 años y si me tiro, con la fuerza que tiene ahí el agua, me ahogo. Si hubiera sido más joven, por instinto voy también al agua».
Fueron otros pescadores junto con algunos piragüistas que estaban en la zona quienes, ayudados con una cuerda y una canoa, sacaron a los dos atrapados en el azud, asegura este testigo de los hechos. «Cuando estaban llegando a la orilla, les ayudamos a sacar a los dos del agua, porque allí hay un barranco de piedras».
Cuenta Botella que la piragua accidentada siguió atrapada en el azud, «el remolino no la dejaba salir».
«Yo no me he visto nunca en una situación así y llevo toda mi vida pescando en esa zona y viendo a los piragüistas hacer allí sus prácticas. El azud es muy peligroso, y eso lo sabe cualquiera», asegura.
Cuando ya estaba en casa con su familia, se le escaparon las lágrimas. «Era sobre todo la sensación de impotencia, que veíamos a la criatura que se estaba ahogando y no podíamos hacer nada».
Ayer, volvió con sus compañeros a pasar una mañana de pesca en el azud. «Hemos estado comentando todo lo ocurrido, es inevitable. Pero he querido ir haciendo un esfuerzo porque si no, seguro que no vuelvo. Ha bajado un poco el agua y esta mañana se veía todavía allí una de las palas de estos piragüistas».
Ahora que está jubilado -era trabajador de la construcción-, Ramón Botello le dedica más horas que nunca a la pesca, una de sus pasiones. Como viene siendo habitual, acudirá cada día a practicarla en el azud del Guadiana. Pero sabe que el recuerdo del accidente del pasado domingo tardará en borrarse.
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