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¿Qué ha pasado hoy, 21 de abril, en Extremadura?
Los tres mil 'lagunak' de Brozas
CÁCERES

Los tres mil 'lagunak' de Brozas

Empezaron a marcharse en los años cuarenta, para cambiar el paro o la tarea penosa en el campo por un buen empleo en una ciudad en plena expansión El diputado general de Álava visita el pueblo extremeño con más emigrantes en la provincia vasca

ANTONIO ARMERO

Domingo, 21 de abril 2013, 12:33

«Si nos volviéramos a Brozas todos los que estamos en Vitoria, no cabríamos en el pueblo». Lo dice Cristina Colmenero, 66 años, sin que nadie le pregunte, con el brazo levantado y una sonrisa que le ensancha la cara y le agranda los ojos. Sube unas pocas escaleras y entra en la iglesia de Santa María La Mayor, el orgullo patrimonial de Brozas (2.046 habitantes, a 40 minutos en coche de Cáceres), un pueblo con más vecinos viviendo en Álava que en él.

Hay tantos en esa provincia como tres mil, la mayoría de ellos residentes en Vitoria. Razón de peso para explicar la presencia ayer en la localidad de Javier de Andrés, diputado general de Álava. Sin traje ni corbata, el dirigente vasco echó la mañana entre brocenses y vascos. Y también con gente que entre el corazón y el DNI, son una cosa y la otra a la vez. Como Antonio Rino, (69 años), que un día se subió al tren a la una de la madrugada en Arroyo de la Luz y se bajó del vagón a las siete de la tarde en Vitoria. Aquel viaje le cambió la vida. No tenía ni coche ni casa ni trabajo. Hoy tiene un coche para el pueblo y otro para la ciudad -llegó a tener tres-, vivienda allí y aquí, y cuando se jubiló lo hizo cobrando el cien por cien de su sueldo. «Me fui teniendo 17 años -recuerda- porque me animó un primo mío, al principio estuve viviendo como pupilo (pagando una cantidad mensual a cambio de habitación y cocina) y en estos años he trabajado en la construcción, en la fundición y muchos años en Lyrsa (dedicada a la gestión de residuos), una empresa muy fuerte».

Historias de amor y trabajo

Podría pensarse que pertenece al azar de la vida el hecho de que en Vitoria conociera a una brocense y se casara y tuviera con ella tres hijos que viven en la capital alavesa. Pero no es suerte. Son las matemáticas. El círculo de paisanos eran tan grande que lo de emparentarse con una del pueblo era lo más probable. De hecho, le pasó lo mismo a Antolín Acedo (66 años), que nació en Brozas pero lleva exactamente medio siglo en Vitoria. «Decíamos que Extremadura tenía cuatro provincias: Cáceres, Badajoz, Abetxuko y Errekaleor (dos barrios de Vitoria)», cuenta el hombre entre trago y trago a una cerveza en vaso de plástico, como manda la biblia de las romerías a campo abierto.

Por allí se movió con soltura el diputado general, sin reparo alguno en tirar de abridor para agenciarse un botellín o sacar la cámara de fotos compacta y disparar. Por supuesto, idéntica naturalidad para besar, estrechar manos, saludar, charlar, reír con todo el que se acercó hasta él. Entre los romeros habría -otra cuestión matemática- algún descendiente de aquellos primeros brocenses que abrieron camino. «Empezaron a irse en los años cuarenta, animados por los padres dominicos que venían al pueblo para las fiestas de La Pura y La Milagrosa, y que al ver a tanto hombre en la plaza del pueblo buscando trabajo, les explicaban que no tenían por qué estar allí esperando a que les dieran un empleo muy mal pagado, que había un sitio en España que buscaba gente para trabajar». El apunte histórico lo firma Marcelina Elviro, brocense, concejala en Cáceres y que en su etapa como diputada en la Asamblea de Extremadura, a principios de los ochenta, participó en el primer Consejo de la Emigración de Extremadura.

Ella menciona también la historia de Romualdo Barroso Chaparro, que trabajaba en la empresa Agrator y que murió el 3 de marzo de 1976, fecha que ha pasado a la historia como la de los Sucesos de Vitoria. Tenía 19 años y había nacido en Brozas.

La mayoría de los que se fueron, sin embargo, tienen historias más felices y con un final aún por escribir. Emigraron, les fue bien y ahora vuelven al pueblo cuando les apetece. Lo hacen Cristina y su marido, Antonio Rino, que cada año pesca y pesca hasta juntar siete u ocho kilos de tencas que después fríe para sus paisanos de la asociación Raíces Extremeñas. Y también va y viene según le place Antolín Acedo, que resume en una frase más de sesenta años de emigración extremeña: «Era una cadena -dice-, se iban unos y arrastraban a otros».

La cadena fue sumando eslabones y hoy son más de tres mil. «Y sin contar a los hijos», matiza Cristina, que cada tres meses recibe en el buzón de su casa el ejemplar de la revista 'Tajo-Salor', con las noticias de la comarca en la que nació. En la otra, a la que llegó con catorce años, en la que encontró trabajo a la primera, en la que conoció a su marido, en la que nacieron y viven sus hijos y también ella, está la otra mitad de su vida. Por eso, ayer asentía con la cabeza mientras escuchaba al diputado general hablar de los 'lagun' brocenses en Álava. «Significa amigo -explicó Javier de Andrés-, y resume bien lo que significan estas tres mil personas para nosotros».

Para ellos, los 'lagunak' de Álava, es la placa que ayer recogió el alcalde de Brozas, el pueblo de las tencas que se quedó sin la mitad de su vecinos para que años después, esos emigrantes puedan subir las escaleras de la iglesia de Santa María con una sonrisa preciosa en la cara.

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