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¿Qué ha pasado hoy, 23 de abril, en Extremadura?
Turistas de Madrid dejando su firma en el Campamento Dignidad de Plasencia. :: PALMA
Una lucha con atractivo turístico
REGIONAL

Una lucha con atractivo turístico

Lejos de enfriarse, crece la solidaridad con quienes eligieron la catedral para reivindicar justicia social hace casi dos mesesEl Campamento Dignidad de Plasencia recibe a diario visitas de vecinos y también de visitantes

PILAR ARMERO

Miércoles, 24 de abril 2013, 15:44

En el Campamento Dignidad de Plasencia hay toque de diana. A las siete y media de la mañana están arriba los entre siete y diez acampados que se turnan para dormir en la catedral, el lugar en el que se han asentado tras llegar a un acuerdo con el Obispado. A esa hora tienen que abrir la puerta de las estancias que ocupan para que pasen los trabajadores del templo.

Es una de las reglas del acuerdo que indignados y clérigos han pactado con el fin de mantener un orden. La semana que viene se cumplirán dos meses de esta ocupación y lejos de enfriarse, los apoyos que recibieron en un principio han ido creciendo, hasta el punto de que se han convertido en algo parecido a reclamo turístico más.

El Campamento Dignidad se hizo realidad el 27 de febrero en una noche de frío, lluvia y viento que no fueron suficientes para echar atrás al medio centenar de vecinos de la ciudad del Jerte que decidieron montarlo. Tras celebrar una asamblea pública bajo el reloj del Abuelo Mayorga y alzar pancartas de protesta en un pleno del Ayuntamiento, decidieron irse a dormir a la plaza de la catedral, al raso, en lugar de hacerlo en sus camas.

Fue la manera que eligieron para reclamar justicia social y medidas que frenen los desahucios, promover una renta básica de al menos 600 euros y llevar a las instituciones a firmar planes laborales para emplear a 25.000 extremeños. La meteorología horrible de aquella noche no los doblegó, ni tampoco la presencia de policía que pretendía frenar sus intenciones. Se plantaron frente al templo y al día siguiente incluso traspasaron sus puertas. Y allí se quedaron.

Es donde continúan, junto a la catedral vieja de Santa María, ocupando un patio y unas estancias en las que duermen, comen, se entretienen e informan. Se las cedió la Iglesia placentina, que en dos ocasiones anteriores hizo lo propio con otros vecinos que llamaron a sus puertas; primero coincidiendo con una huelga general en 1977 y después con motivo de las protestas de los trabajadores que se quedaron en la calle por el cierre de la vieja fábrica de gres Gresiber, en la década de los 80, y que estuvieron varias semanas resguardados en esta misma sede.

Ceder la catedral fue una de las primeras muestras de solidaridad que recibieron los ahora acampados. Y si algo sorprende más de cincuenta días y noches después es que en vez de decaer la moral, que al principio suele ser más fuerte, cada vez hay más ánimo porque van consiguiendo más adhesiones.

Por ejemplo, las de las decenas de turistas que se topan con ellos en su recorrido por la zona monumental, entran a saludarles y de paso dejan huella en los folios de recogida de firmas que tienen justo al pasar la puerta principal, una sucesión de hojas en las que aparecen los nombres de madrileños, valencianos, vascos, catalanes..., que estuvieron de paso por Plasencia.

«Ha habido incluso un señor que vino expresamente de Madrid para conocernos, después de saber de nosotros a través de las redes sociales», cuenta Agustín Real.

Entre los últimos en dejar su rúbrica están Margarita y su madre, dos madrileñas que harán lo mismo cuando lleguen a Mérida, otro de los destinos de su periplo por Extremadura.

El obispo, Amadeo Rodríguez, también ha firmado en ese listado y el Jueves Santo, cuando terminó la misa de la mañana, se pasó por el campamento y tomó unas migas con ellos. De hecho, antes de terminar la celebración dijo a sus feligreses que ese era su plan para inmediatamente después.

Otros sacerdotes como Felipe García y Julián Martín también están con ellos y se encargan de llevarles a diario comida de Casa Betania, el comedor social de Cáritas.

«Yo no soy hombre de Iglesia pero reconozco la labor que ellos y otros sacerdotes están haciendo y lo agradezco enormemente», dice Valeriano 'Chiqui', uno de los veteranos de la lucha social en la ciudad del Jerte, fundador de la Plataforma de Parados que se puso en marcha hace ya cinco años.

En el caso de que la comida no llegue para todos, tienen bombonas de camping gas, sartenes y demás menaje para cocinar algo, gracias de nuevo a la voluntad de los vecinos de Montehermoso, que a través de la asociación Valderrosas les ha cedido este instrumental. Otras asociaciones, como la del barrio del Pilar de Plasencia les ha dejado una paellera gigante, mientras que la de San Miguel ha puesto a disposición su local vecinal por si lo necesitan.

Mayores y pequeños

Lo cierto es que por el campamento pasa gente de todas las edades y colores. Políticos y expolíticos, sindicalistas, amas de casa, abuelos, gente de misa diaria, agnósticos u hosteleros para ver si necesitan algo o, simplemente, charlar.

«Lo que más me emociona, hasta el punto de que alguna vez ha hecho que se me quiebre la voz, es la gente mayor y los numerosos jóvenes que están con nosotros», cuenta Manuel Rodríguez, el coordinador del grupo.

Entre los primeros están los coros El Pandero, del Hogar de La Avenida de La Vera y también el de La Data, que les acompañan cantando las jotas indignadas a las que les ponen música tradicional.

Entre los segundos hay gente como Rubén Pajares, de 25 años y estudiante de Edificación en el campus placentino de la Uex, que va a la catedral varios días .

«Lo hace mucha más gente como yo, hasta más pequeños, menores de edad incluso, que simpatizan con la reivindicación pacífica de esta gente. Reclaman derechos en libertad y justicia social. Los que venimos lo hacemos para que sientan apoyo, para charlar o echar una mano en lo que haga falta».

Un dato curioso es que el jueves, coincidiendo con la celebración en Plasencia de un Congreso Nacional de Enfermería, hubo alumnos llegados desde fuera que se pasaron por el campamento a hacer una pancarta con la que por la tarde les acompañaron en su concentración en la calle.

«Nos dijeron que en el hotel en que estaban alojados no tenían espacio para prepararla», cuenta Alejandro Sánchez, uno de los jóvenes acampados, que solo excepcionalmente sale de la catedral «para ir a casa, ver a mis padres y cumplir como buen hijo y algunos sábados para estar con los Scouts porque soy monitor».

Ignacio Izquierdo es otro de los indignados de menos edad y solamente la gripe ha conseguido que se fuera unos días a casa.

Una de las habituales en sus visitas es la concejala Flor Prieto que, de hecho, fue la primera en mostrar apoyo la misma noche que se organizó el campamento .

«Suelo pasarme lunes y miércoles cuando salgo de la Escuela de Idiomas. Son los días en los que celebran asamblea y me gusta quedarme y después difundir lo que dicen a través de las redes sociales».

Como en Plasencia, hay dos campamentos Dignidad más en la región, tanto en Badajoz como en Mérida, donde se montó el primero. En ambos casos están frente a las oficinas del Servicio Extremeño Público de Empleo (Sexpe).

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