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ESTEFANÍA ZARALLO
Domingo, 28 de abril 2013, 15:36
Para él, los morlacos elevaban «toreros a la gloria. / Realizando / con ellos / el mito / de Júpiter / y Europa». En su 'Elegía media del toro' apreciaba que «Una capa te imanta con su extremo / y el que por un instante la batiera / te vuelve con tempor su polifemo». En sus poemas versó sobre las corridas, le otorgó a los astados la capacidad de sentir y amar y fueron para él el símbolo que identificaba a la España republicana durante la Guerra Civil.
Miguel Hernández (Orihuela, 1910 - Alicante, 1942) es uno de los poetas españoles más importantes del siglo XX y, para gloria de la tauromaquia, uno de los que más ha recurrido a ella para sus obras. Tanto en sus primeras composiciones como en 'El hombre acecha' -uno de sus últimos libros- el toro está presente en sus versos. No en vano, el genio alicantino trabajó como redactor a las órdenes de José María de Cossío en la elaboración de su enciclopedia 'Los toros'.
Setenta y un años después de su muerte, su obra sigue siendo un tema digno de análisis y continúan extrayendo conclusiones de sus composiciones. Uno de los últimos estudios ha sido el del Catedrático de Literatura Española de la Universidad de León José María Balcells.
Su último libro 'Miguel Hernández: espejos americanos y poéticas taurinas' (Editorial Devenir) recoge las relaciones entre el poeta y escritores de América Latina y hace un estudio de las poéticas taurinas del autor alicantino, argumentando los vínculos personales y literarios de Miguel Hernández con la fiesta.
El libro de José María Balcells recoge un trabajo extenso sobre la relación entre Miguel Hernández y la tauromaquia, pues aunque cualquier lector del poeta ha podido comprobar que el toro y su mundo es un tema primordial en su obra, los estudiosos e investigadores nunca lo han tratado con tanta extensión y exhaustividad.
«Para ello deben darse dos condiciones. La primera de ellas es conocer mucho a Miguel Hernández y la segunda, conocer el mundo del toro. Cuando se dan ambas circunstancias el resultado es que el tema taurino pasa a ser un asunto dominante en cualquier estudio sobre Miguel Hernández», explica el catedrático de Literatura Española que recuerda que, si se exceptúa el tiempo que estuvo en prisión, la tauromaquia fue uno de los temas que más trató en su vida.
Y no es que el poeta de Orihuela acudiese con mucha frecuencia a las corridas de toros, más bien al contrario, pero sí era admirador de la tauromaquia, del toro y de su mundo. «No acudía a las plazas, principalmente porque tampoco se daban muchos festejos en Orihuela y su economía no solía permitirle viajar para ver festejos. Quizás a lo largo de su vida acudió una docena de veces, pero no se trata de ir o no ir a los cosos, sino de empaparse del mundo de la corrida de toros desde que comienza hasta que termina, señala José María Balcells, que narra que las veces que asistió, Miguel Hernández permaneció atento a todo lo que ocurría y no iba a charlar o a dejarse ver, sino que lo hacía para aprovechar y enriquecerse con la experiencia.
Sin duda lo hizo, pues José María de Cossío le contrató como redactor de su enciclopedia por sus profundos conocimientos taurinos. Gracias a su trabajo, Miguel Hernández incrementó su afición y aprendió aún más de tauromaquia. Entre sus muchas labores, tuvo que recopilar datos sobre ganaderías, en muchas ocasiones in situ, lo que hizo que tomase aún más contacto con el toro bravo y su hábitat.
Desde cuatro perspectivas
Hablar del 'mundo del toro' de manera genérica en la poesía de Miguel Hernández es prácticamente una herejía, pues no hay uno solo sino muchos 'mundos' del toro. Es por ello que José María Balcells ha decidido hacer una clasificación de la temática taurina en su obra. Así, podría dividirse en cuatro periodos: el astado y la corrida, el morlaco desde el punto de vista teológico, el erotismo y la res como símbolo de España en general y del bando republicano en particular.
Así, habría una primera etapa comprendida entre los años 1932 y 1934 con el toro y la corrida de toros como protagonistas que le inspiran una serie de poemas en la fase inicial de su vida poética. En 'Perito en lunas' Miguel Hernández escribe «¡A la gloria, a la gloria toreadores! / La hora es de mi luna menos cuarto. / Émulos imprudentes del lagarto, / magnificaos el lomo de colores. / Por el arco, contra los picadores, / del cuerno, flecha, a dispararme parto. / ¡A la gloria, si yo antes no os ancoro, / -golfo de arena-, en mis bigotes de oro!».
«Cuando comienza a trabajar para Cossío se produce un retroceso en este tipo de composiciones quizás por hastío de estar todo el día haciendo lo mismo. Prácticamente en ese periodo la corrida de toros desaparece de su poesía», argumenta el autor de 'Miguel Hernández: espejos americanos y poéticas taurinas'.
Posteriormente, por influencia de su amigo el escritor Ramón Sijé -discípulo del que Balcells considera el filósofo taurino más importante del siglo XX, José Bergamín- comenzó a tratar el tema taurino desde un punto de vista teológico. Es un tipo de temática común que vincula al toro con la religión católica, bien con Jesucristo, con el demonio...
José María Balcells considera a este periodo como de teología católica taurina, algo que dura entre los años 1934 y 1935. A partir de ahí, comienza a identificar el mundo del toro con el erotismo. Miguel Hernández parte de la base de que el toro tiene sentimientos y entre ellos, puede llegar a sentir amor.
«Es un riesgo, pero literariamente está avalado por una tradición, ya que Virgilio habla del amor del toro. A partir de ahí hace unas identificaciones de la carencia de lo que podríamos llamar genitalismo en su vida, y por tanto la frustración psíquico-somática que siente el poeta al comprobar que el toro, que es el animal que representa la fecundidad y la virilidad, pasa toda su existencia sin poder satisfacer sus deseos sexuales», narra Balcells.
En 'El rayo que no cesa' se encuentra la mayor parte de este tipo de composiciones. En ellas Miguel Hernández llega incluso a establecer un paralelismo con el toro, pues intuye que si vida va a ser corta como la de los morlacos. «Aunque habría que discutir también si la vida de los astados es corta o larga», apostilla el catedrático que recuerda que el alicantino hablaba de un animal traumatizado desde el punto de vista erótico y sexual, al no poder satisfacer sus necesidades en este sentido.
«Es ahí donde él saca sus mejores versos, quizás los mejores de toda su poesía, porque 'El rayo que no cesa' es un libro de frustración erótica en relación a Josefina Manresa, su novia», detalla. Esto puede comprobarse, por ejemplo, en poemas como este «El toro sabe al fin de la corrida / donde prueba su chorro repentino, / que el sabor de la muerte es el de un vino / que el equilibrio impide de la vida. / Respira corazones por la herida / desde un gigante corazón vecino, / y su vasto poder de piedra y pino / cesa debilitado en la caída./ Y como el toro tú, mi sangre astada, / que el cotidiano cáliz de la muerte, / edificado con un turbio acero, / vierte sobre mi lengua un gusto a espada / diluida en un vino espeso y fuerte / desde mi corazón donde me muero».
Por último, Miguel Hernádez deja de identificarse con el toro de manera individual para hacerlo de forma colectiva. Pasa a ser el símbolo que mejor representa a España, siendo su emblema en sus más hondas raíces.
«Compone una serie de poemas en las poesías de guerra de 'El hombre acecha' y es donde identifica al toro con España, pero sobre todo con la España que él entiende por popular, que es la España republicana. Así, el astado representa para él a todos los nacidos en el país pero especialmente y por antonomasia a aquellos que más conexión tienen con lo auténtico del país», detalla Balcells.
«Toro en la primavera más toro que otras veces, / en España más toro, toro, que en otras partes. / Más cálido que nunca, más volcánico, toro, / que irradias, que iluminas al fuego, yérguete», es un extracto de 'Llamo al toro de España', poema publicado en 'El hombre acecha'.
Desde la cárcel
En la época en la que Miguel Hernández se encuentra en la cárcel ya no escribe poemas que tengan relación con la tauromaquia, aunque el autor considera que sigue a través de la radio las noticias taurinas que se ofrecen de las corridas celebradas entre 1939 y 1941, que protagonizaban diestros como Gitanillo de Triana, Chicuelo o Manolete, más allá de las ideologías que pudiese compartir con ellos.
A pesar de su obra taurina, Miguel Hernández no es uno de los poetas españoles a los que se vincula con la tauromaquia, algo que si sucede por ejemplo con autores como Federico García Lorca. «Si tomamos la obra de Lorca no hay poemas taurinos e incluso habría que analizar si el 'Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías' lo es, probablemente no. Hernández cultivó la poesía taurina pero Lorca protagonizó frases emblemáticas y se manifestó a favor de la fiesta diciendo por ejemplo que era la fiesta más culta que había en el mundo», subraya Balcells que considera que el alicantino no pronunció ese tipo de frases que han hecho que se identifique al granadino más con la obra.
Miguel Hernández es uno de los poetas españoles del siglo XX que más poemas compuso con temática relacionada con el toro, aunque también hay otros como Antonio Aparicio, Pedro Garfias, Rafael Alberti o Gerardo Diego.
Su pasión por España y por la fiesta quedó patente en sus versos que nos regaló para gloria de la tauromaquia.
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