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A. GILGADO
Sábado, 4 de mayo 2013, 20:55
Aunque la imagen de Bótoa se asocia a la ermita junto al cuartel militar, lo cierto es que la copatrona de la ciudad tuvo que refugiarse en algunos momentos en la catedral. Aunque hay varias versiones distintas, se sabe que al menos en dos momentos decisivos para la historia de la ciudad la talla cambió de ubicación.
La catedral fue el resguardo de la talla en los conflictos bélicos de la Guerra Secesión de Portugal y la Guerra de la Independencia contra las tropas francesas de Napoleón. En ambos sucesos la virgen de Bótoa permaneció en el interior de la catedral, según las investigaciones que ha publicado en alguna ocasión la historiadora y archivera municipal María Dolores Gómez Tejedor.
En el contexto de la Guerra de Secesión, que generó la independencia de Portugal de España y se prolongó durante 28 años (1640-1668) era arriesgado mantener una talla a la que se le procesaba tanta devoción en un santuario en mitad del campo y fue trasladada con premura a la catedral.
La propia contienda tuvo la dehesa próxima a donde hoy se ubica la ermita como escenario principal.
Lo mismo ocurrió durante la invasión francesa que desembocó en la Guerra de la Independencia (1801-1820). Una vez finalizada la contienda y la huida de los franceses se procedió a la reconstrucción del santuario de la virgen. El templo resultó muy dañado y más de una vez se utilizó como punto de descanso para las tropas que participaban en la contienda.
El Santuario donde en la actualidad se venera la imagen se construyó en el primer tercio del siglo XIX, pero las primeras noticias que se tienen de la existencia de esta ermita y de obras realizadas en ella proceden de 1629, año en el que el Mayordomo, que entonces era Antonio Sánchez Xaramillo, firmó un contrato con objeto de adquirir ladrillos para la obra que se está realizando en ella.
En 1833 debido a la epidemia de cólera morbo que afectó a la ciudad se utilizó la ermita como lazareto, que acogía a personas afectadas por esta epidemia, procedentes fundamentalmente de Portugal. La virgen siempre ha tenido mucha devoción al otro lado de la Raya. Además del protagonismo en las epidemias de lepra, la leyenda de que se le apareció a tres pastores portugueses contribuyó a extender la veneración.
En la romería, además de las cuerdas con los colores de España, de Extremadura y de la virgen, azul y blanco, también se ven muchos recuerdos con la bandera portuguesa, lo que demuestra que los vecinos lusos siguen viniendo cada primer domingo de mayo a cumplir con la imagen.
También se sabe de la influencia de la virgen de Bótoa en al poetisa Carolina Coronado. Isabel María Pérez, biógrafa de Carolina Coronado, cree que la influencia se debe a que solía pasar temporadas de primavera y verano en una finca privada.
En conmemoración de este estrecho vínculo, existe un cuadro de la poetisa en el comedor que hoy se utiliza como sala de reuniones para los hermanos. La hermandad colocó un azulejo en el año 2000 para testimoniar la relación de la insigne escritora con la Virgen.
Se puede leer: Ya están los ojos de mirar cansado, / Ya no puedo, Señor, con tanta pena; / Yo me torno a la Ermita, donde suena / La campana, y que truenen los nublados; / Yo buscaré el reposo de mi alma; / No quiero tempestad, quiero la calma.
La influencia de Bótoa se nota en toda su obra, según su biógrafa.
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