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A. GILGADO
Sábado, 1 de junio 2013, 12:05
Rubén, Óscar y Sergio se quedarán el año que viene en el mismo piso de Valdepasillas donde han pasado los dos últimos cursos. Los tres estudian ingenierias en el campus y no quieren cambiar de barrio ni de casa, pero este año se han topado con una agradable sorpresa. Su casero no les cobrará el mes de verano que habitualmente pagan los estudiantes que prorrogan sus contratos.
La estrategia de su casero se entiende al analizar la evolución del mercado de alquiler en la ciudad.
En los últimos años se ha inflado el parque de viviendas que se pueden arrendar y conviene no perder a los inquilinos. Promociones que tenían en un principio como destino la venta han acabado finalmente entrando en el circuito de contratos de subarriendo.
El inversor que compró un piso en 2006, en el caso de que consiguiera venderlo, perdería dinero en estos momentos, mientras que arrendarlo le asegura unos ingresos para soportar la carga de la inversión.
La rentabilidad en los productos inmobiliarios se conseguía comprando y vendiendo a los dos años, recuerda Juan Martín, operador de una inmobiliaria, ahora, en cambio, hay que trabajar a largo plazo, con inquilinos que cumplan religiosamente y no ocasionen problemas a la comunidad.
Muchos propietarios se han percatado de la sobreoferta de pisos y no quieren perder aquellos que no dan problemas. Cuando se trata de estudiantes, flexibilizan los pagos de los meses de verano.
Hasta no hace mucho tiempo, si al terminar el curso los chicos querían continuar solían pagar un mes como reserva para continuar el siguiente, pero la tendencia ha cambiado y muchos de los que prolongan su arrendamiento ya se libran de pagar en verano. Los propietarios ceden perder esta fianza a cambio de asegurarse rentas durante los próximos meses.
A pesar del aumento de oferta, el precio se mantiene estable. Según coinciden varios agentes que conocen de cerca la evolución en la ciudad, no se ha registrado un abaratamiento porque en su día, cuando la demanda superaba la oferta, tampoco se elevó con intensidad.
La tendencia lineal contrasta con los dientes de sierra que se dibujan en las comparativas históricas de otras capitales cuando analizan la evolución de arrendamientos.
La referencia -ya asimilada tanto por inquilinos como por caseros- siguen siendo los 450 o 500 euros de mesualidad por tres habitaciones.
La mayoría de los estudios inmobiliarios que comparan arrendamientos entre capitales sitúa a Badajoz el grupo de las ciudades más baratas para los inquililnos. De media, aquí se paga 4,87 euros el metro cuadrado al mes, según el portal 'fotocasa', en el otro extremo, Vizcaya, cotizan a más de once euros el metro cuadrado.
Con el estancamiento de las ventas también se han conseguido rejuvenecer la bolsa de arrendamiento. Miguel García, un veterano administrador de fincas, recuerda que en zonas de Ronda Norte se ofrecen casas a estrenar y en cierto modo esta oferta ha cambiado la exigencia de los interesados, que se han vuelto más exigentes.
Aunque no hay una cifra fija, Miguel García cifra en un 10% el rendimiento que puede sacarse a un piso que se tiene en alquiler a largo plazo. «Depende de cada caso porque no se puede comparar San Fernando con Valdepasillas, donde siempre hay más rotación y más posibilildades».
La población universitaria -y algo menos los militares- mantienen el pulso de los arrendamientos, pero los operadores aconsejan fijarse también a parejas jóvenes que se independizan o se casan. Ante las dificultades de conseguir una hipoteca, cada vez más se conforman con alquilar. «Se trata de adaptarse y llegar al que podía ser un potencial comprador antes de la crisis y convertirlo en arrendatario», explican desde una inmobiliaria de la ciudad. El repunte de este colectivo ha colocado al piso de dos dormitorios de entre 65 y 80 metros cuadrados como el producto estrella de cara al futuro. Mucho de los expertos confían en que los alquileres repunten a medio plazo, sería el primer paso de que la actividad inmobiliaria se revitaliza.
Badajoz ha perdido ahora el atractivo para jóvenes de las zonas rurales que buscaban un empleo en al capital y desde la inmobiliarias han perdido al público que alquilaba y compartían entre compañeros de trabajo o chicos del mismo pueblo. Sin este segmento de clientes, todo se ha reducido, de nuevo, a los estudiantes que se matriculan en el campus. Los propietarios se rifan a los estudiantes.
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