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TANIA AGÚNDEZ
Domingo, 16 de junio 2013, 11:45
Los ciudadanos ven un nombre y un apellido en una placa que identifica a un centro de enseñanza, pero detrás se esconde algo más. Tras ese rótulo hay un personaje, una vida y una historia relacionada, en muchas ocasiones, con la propia localidad en la que se encuentra ubicado el edificio. La curiosidad por saber quiénes han sido los extremeños que han dado nombre a los espacios educativos de la provincia de Badajoz -públicos, privados o concertados-, ha llevado a Rafael Luis Carballo López a realizar una investigación sobre el tema.
Se trata de un original estudio mediante el que este profesor ha intentado recopilar toda la información relacionada con las figuras extremeñas, de nacimiento o adopción, que han prestado sus nombres a colegios, institutos, conservatorios, centros de adultos o escuelas de idiomas de la provincia pacense.
Esos datos han sido recientemente publicados en el libro que lleva por título y subtítulo 'Tras la placa de la escuela. Personajes extremeños detrás de la denominación de los centros de enseñanza de la provincia de Badajoz. Pinceladas biográficas'. Este documento recoge en 608 páginas la vida de estas personas vinculadas a la región que existieron entre los siglos III y XX. Así, Santa Eulalia abre la obra y la cierra el médico Pedro Villalonga Cánovas. «Los siglo XIX y XX son los que concentran un mayor número de personajes extremeños que dan nombre a centros educativos, porque en este periodo de tiempo es cuando más espacios de enseñanza se crean», explica el autor del libro.
En total, rescata a 107 figuras extremeñas que dan nombre a más de 120 instituciones relacionadas con la pedagogía y la docencia en la provincia de Badajoz. «Al cierre de la investigación sólo permanecían vivos tres de ellas: Miguel Durán Campos, Carmen González Guerrero y Joaquín Tena Artigas», especifica Carballo.
Durante un año y medio este docente ha estado indagando, consultando archivos y entrevistando a personas que le han acercado a estos individuos. Un arduo trabajo que lo ha llevado a bibliotecas, archivos municipales, provinciales, históricos, parroquiales y militares. También se ha puesto en contacto con ayuntamientos, centros de enseñanza, vecinos de las localidades e incluso descendientes de los propios personajes protagonistas de la investigación. «Empecé a indagar en el asunto porque tenía ganas de conocer quiénes estaban detrás de los centros educativos, pero sin la intención de escribir un libro. La idea surgió después. La publicación está dirigida al público en general y a la comunidad educativa en particular. Sobre todo a profesores y alumnos que estén interesados en saber por qué la institución a la que pertenecen tiene el nombre que le pusieron», manifiesta Carballo.
Muchos de los personajes que este investigador recupera son personas ilustres y conocidas por la mayoría de la población, como pueden ser Francisco de Zurbarán o Carolina Coronado. Otros, en cambio, tuvieron gran importancia social en un momento histórico, pero con el tiempo han quedado en el olvido.
Se trata de abogados, políticos, escritores, médicos, embajadores y maestros que jugaron un papel destacado en el entorno en el que ejercieron su profesión. «Muchos fueron muy queridos y apreciados por los vecinos de los municipios en los que vivieron, no solo por la función que desempeñaban en la localidad sino por la ayuda que brindaban a los propios habitantes del pueblo. Como reconocimiento a su labor, le ponían su nombre a los centros de enseñanza», destaca Carballo. Como recuerda, el objetivo era honrarlos, que fueran recordados por la sociedad y que su memoria perdurara en el tiempo. Sin embargo, en muchos casos no ha sido así y esos personajes han caído en el olvido. «Hay muchos alumnos e incluso profesores que no saben quién es el individuo que le dio nombre al lugar en el enseñan o estudian», apunta.
El autor de este estudio cree que el gran valor que encierra este documento es el hecho de sacar del anonimato a estas personas. Carballo rescata nombres como el del músico Esteban Sánchez Herrero, que da nombre al Conservatorio Municipal de Mérida; el embajador Luis García de Llera, cuyo nombre lo lleva un colegio de Llera; el del abogado y escritor Francisco Valdés Nicolau, que da nombre a un colegio de Don Benito; Inocencio Durán, de Maguilla; Antonio Chavero, de Usagre, entre otros muchos.
Entre los más conocidos se encuentran Adolfo Díaz Ambrona, Suárez Somontes, Cándido Méndez, etcétera. El más popular es Zurbarán, ya que hasta cinco espacios de la provincia llevan su nombre (Badajoz, Cordobilla de Lácara, Don Benito, Fuente de Cantos y Ruecas).
Del centenar de personajes que se recopilan en el libro, tan solo diez son mujeres. «Hay que tener en cuenta que la mayoría de los centros se crean, y por lo tanto adquieren su denominación, durante los siglos XIX y XX, una época en la que el papel de la mujer no destacaba o no estaba reconocido», señala. Así, recuerda que Carolina Coronado, Dulce Chacón o maestras como Eulalia Pajuelo o Jenara Carrasco dan nombre a algunos centros.
Otra curiosidad que destaca Carballo es que el extremeño más universal, Manuel Godoy, no da nombre a ningún centro de enseñanza en la provincia. «Había un instituto en Castuera pero dejó de denominarse así cuando se fusionó con otro. No es el único con el que pasó eso», advierte.
También hay varios casos de lugares de enseñanza que llevan un nombre incorrecto. «Se lo pusieron mal y así se ha quedado hasta la actualidad», asegura.
El libro cuenta con un prólogo de José Miguel Santiago Castelo, director de la Real Academia de Extremadura, y otro de Miguel Durán Campos, abogado que fue delegado territorial de la Organización Nacional de Ciegos de España en Cataluña y contertulio televisivo. Ambos resaltan el carácter novedoso y original de esta investigación así como la importancia de la información y los documentos que aporta el manual. El libro se organiza por orden cronológico del siglo III al XX, y en cada siglo los personajes aparecen por orden alfabético.
Cada capítulo biográfico está presentado por una portadilla en la que se presenta una fotografía del individuo objeto de estudio, su firma y los centros que llevan su nombre. La publicación también contiene más de 900 citas a pie de página que enriquecen la información que se transmite. Además, cuenta con un amplio y rico apéndice documental en el que se aportan actas de nacimientos, actas de defunción, actas de bautismo, expedientes académicos, esquelas, hojas de servicio e informes de diferentes tipos de estos personajes.
Conocer a estas personas es casi una obligación para los pacenses, ya que como afirma Miguel Durán en su prólogo, «la historia de los pueblos y sus gentes se escribe a partir de los personajes que han hecho historia en ellos».
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