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DAVID LÓPEZ
Martes, 25 de junio 2013, 02:28
Antes de adquirir tintes míticos gracias al oscarizado documental 'Man on wire', el funambulismo resultaba fascinante como fantasía circense capaz de generar emociones extremas. En la retina, una imagen: la de un hombre solitario que se enfrenta al abismo sobre la cuerda floja. Un noble arte a cuya espectacularidad y popularidad planetaria ha contribuido la célebre familia Wallenda, prácticamente un icono de la cultura pop al que se ha rendido tributo en series de televisión, películas y baladas country.
Karl, el patriarca de este clan de origen alemán, comenzó su carrera como acróbata a la temprana edad de seis años y ya son siete las generaciones de descendientes que han desafiado al vacío y la gravedad. «La vida está sobre el alambre, todo lo demás solo es esperar», era el lema de este incombustible aventurero, una leyenda que perdió la vida el 22 de marzo de 1978 cuando, en un acto promocional en Puerto Rico, perdió el equilibrio entre dos rascacielos y no pudo evitar su aparatosa caída sobre el asfalto. Su muerte, sin embargo, nunca frenó a los suyos, que todavía hoy persiguen 'el más difícil todavía'.
El pasado domingo, Nikolas 'Nik' Wallenda rompió una nueva marca mundial (acumula seis récords Guinness) al convertirse en el primer valiente que cruza el monumental Gran Cañón del Colorado. Lo logró caminando sobre un cable de 426 metros de largo y 5 centímetros de grosor, suspendido sobre un precipicio de 460 metros de altura: un error y la muerte esperando abajo. De 34 años, el tataranieto del padre fundador no utilizó ni arnés ni redes de protección, unas medidas de seguridad que sí usó para atravesar las cataratas del Niágara en 2012.
Una plegaria
Armado con una pértiga y varias microcámaras para transmitir su gesta en directo a 219 países a través del canal Discovery, Wallenda se impuso a las condiciones meteorológicas (temperaturas cercanas a los 40 grados y ráfagas de viento que superaron los 30 kilómetros por hora) y completó el recorrido en poco menos de media hora, cumpliendo así con una meta que llevaba rondando su cabeza desde hace cuatro años. A medio camino pareció desestabilizarse y se acuclilló para recobrar energías y rezar una plegaria. Segundos después, prosiguió como si nada sobre la imponente falla geológica.
«Confío en mi habilidad, pero uno tiene que ser particularmente cuidadoso con el aspecto mental», declaraba antes de deslizarse sobre la desértica garganta, asegurando que se había entrenado para «lo peor» y que, a diferencia de su bisabuelo, podría abrazarse a la cuerda si era necesario. Ahora el 'skyline' neoyorkino aguarda su llegada, puesto que ha escogido la capital norteamericana para afrontar su próximo reto.
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