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Isabel, la discreta
SOCIEDAD

Isabel, la discreta

Apenas se maquilla, nunca se tiñe el pelo y tampoco acude a los desfiles de otros diseñadores. Pero la parisina Marant es la diseñadora más 'cool'. Sus prendas son imitadas hasta la extenuación

LUIS GÓMEZ

Domingo, 30 de junio 2013, 02:38

Lo más fácil sería reparar en su lista de seguidoras, que son legión. Sienna Miller, Joan Smalls, Kate Bosworth, Miranda Kerr, Rachel Bilson, Rosie Huntington-Whiteley... Nada nuevo en el horizonte de una diseñadora. ¿Acaso alguna logra el triunfo sin el concurso de la famosa de turno? El estilo de Isabel Marant (París, 1967) se aleja del reinante en las pasarelas. Su secreto radica en que intenta hacer ropa para llevar. «Hay un montón de diseños bonitos, pero no son para la vida diaria. Mi ropa es como soy yo», reflexiona. Los pantalones pitillo de estilo rockero, los abrigos de estilo masculino y, sobre todo, las 'sneakers' con tacón son sus creaciones más conseguidas.

Ahora que goza de un éxito sin precedentes y es imitada hasta la extenuación, puede ir con la cabeza bien alta, pero no siempre fue así. Sus comienzos fueron extraordinariamente complicados. Sufrió en los noventa. En tiempos en los que todo era sexy e imperaban las grandes etiquetas, Marant padeció el olvido de una crítica que ignoró la sencillez de sus prendas. Otras creadoras se habrían plegado a los designios de una industria inmisericorde con los profesionales de remarcada personalidad que se niegan a torcer el brazo ante la tiranía de las tendencias.

Sin embargo, Isabel siguió a lo suyo. Si las editoras no mostraban el más mínimo interés por sus piezas, qué sentido tenía hacerles el caldo gordo. ¿Acaso la iban a prestar más atención por subirse al carro de la ostentación? Su preocupación siempre fue «vestir a cualquier tipo de chica en cualquier día». Marant está «muy involucrada» en hacer un prêt-à-porter real. «No me convence la ropa complicada que únicamente nos ponemos en contadas ocasiones», confesó a la revista 'Marie Claire'. Es difícil discernir hasta dónde alcanza la sinceridad de esta creadora, que se resiste a ser una más de un circo en el que el reconocimiento suele ir ligado a las ventas.

Presa fácil

Isabel, que se formó junto a Yohji Yamamoto y Chloé y que en noviembre lanzará una colección 'low cost' para H&M, nunca se ha sentido «tentada» ante las ofertas de grandes grupos interesados en la compra de su compañía. Cuando los grandes tiburones del lujo se lanzan a la conquista de sus presas, pocas son las que se resisten ante los montones de millones que ponen encima de la mesa. Por su tamaño, Isabel, hoy por hoy, es una pieza relativamente fácil comparada con esos leones apellidados Arnault o Pinault, pero da mucha guerra.

«Es importante crear con el corazón y no la cartera», se justifica para ensalzar a todo ese ejército de mujeres desconocidas a las que viste desde hace años. «No puedes estar continuamente conectada con el estado de ánimo de lo que la gente quiere, pero así es este mundo. A veces gustas más y otras menos. No importa». Sus diseños la retratan como una creadora sin muchas ambiciones económicas. «Soy muy afortunada porque puedo hacer lo que quiera de la forma que quiero y no tengo ninguna preocupación por hacer dinero».

A diferencia de esa vieja guardia que disfruta dejándose ver todos los veranos en sus majestuosos yates -Armani, Valentino o Roberto Cavalli-, Isabel, hija de una modelo de éxito y un padre que intentó alejarla de la moda, no sueña con viajar en avión privado ni exhibirse en las fiestas más exclusivas. Es bastante huidiza. Apenas se maquilla y nunca se tiñe el pelo. Si puede pasar desapercibida, mucho mejor, aunque de pequeña se metía cuñas de corcho en las zapatillas para parecer más alta. Era la más bajita de todas sus amigas. En cuanto puede, se escapa a su cabaña del bosque, junto a su marido, su hija y su madre, donde cocina, juega a las cartas, lee, nada o, simplemente, disfruta de una copa de vino. Tiene muy clara su filosofía de vida: menos es más. Dentro y fuera de las pasarelas.

Pero también es presa de sus contradicciones. Si tuviera que quedarse con una modelo, elegiría a Aymeline Valade, la maniquí de los huesos marcados que ha reabierto el debate de la anorexia por su aspecto escuálido. Si bien le «molesta» la insistencia con que la industria fashion muestra a chicas «superdelgadas», hasta el punto de que cree que no debería «participar en este juego», se desmarca de sus colegas. «No visto solamente a modelos. Me gustan las mujeres con curvas», explicó a 'Vogue'.

«Gastar continuamente»

Isabel se prueba todas las prendas que diseña, las corrige sobre su cuerpo y luego sale con ellas puestas a la calle para comprobar la reacción de la gente. Sigue al pie de la letra los consejos de la directora de Studio Berçot Fashion de París, la escuela de diseño en la que se graduó, que recomendaba a sus alumnas que se pusieran durante una semana sus creaciones para averiguar si serían del gusto de las demás mujeres. «Interioricé de manera muy clara que no debería hacer cosas que no quisiera llevar yo misma», remarca.

Con el tiempo y viendo cómo se las gasta este negocio, también ha aprendido que no tiene sentido llenar los armarios sin ton ni son. Las compras compulsivas le entristecen «un poco», así como los ritmos tan salvajes de una industria insaciable que «empuja a gastar continuamente». Marant ama la moda, pero detesta el despilfarro. Cuando va de tiendas pone «mucha atención» y procura hacerse con «muy pocas cosas y precisas». Solo aquello que necesita o le va a «durar siglos».

Por eso sus prendas desprenden ese poso atemporal. Marant es todo lo contrario, por ejemplo, de Karl Lagerfeld, que disfruta sintiéndose protagonista de los 'realities shows' en que se han convertido las semanas de la moda, donde se escruta hasta el detalle más nimio. Isabel escapa de los focos. Se pasa la vida en su estudio y otea las Fashion Week desde la trastienda del 'backstage', sin ver lo que sucede a su alrededor.

Jamás acude a los desfiles de otros modistos, pese a las numerosas invitaciones que recibe. Siempre está «totalmente no disponible. Lo odio. Toda esa gente mirándose los unos a los otros, no va conmigo para nada. Me siento muy incómoda», admite. En el fondo, Isabel es como su marca. De las más 'cool' sin pretenderlo.

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