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ANTONIO RAMIRO CHICO
Miércoles, 10 de julio 2013, 02:08
Días atrás, el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, recibía la grata noticia de la elección de fray Antonio Arévalo Sánchez, como nuevo superior de la fraternidad franciscana de Guadalupe, tras las elecciones y nombramientos del último capítulo e inmediato congreso del definitorio de la Provincia Bética.
Este religioso de bien ganado renombre, según palabras de don Antonio Montero, es natural de Fuente del Maestre (1955), donde desde su niñez sintió las huellas de San Francisco, ingresando en el seminario que la Orden tenía entonces en la Fuente, cursando allí los estudios de Primaria y Bachillerato.
Alcanzada la mayoría de edad, quiso afianzar su vocación religiosa, ingresando en el noviciado de Guadalupe (1973), llevando a cabo sus votos simples. Después de un sexenio de sólida formación doctrinal y pastoral alcanzó su ordenación presbiteral en 1980 en Sevilla.
Su amor a las letras, le deparó su primer destino, el scriptorium guadalupense, como director de la revista Guadalupe, Archivo y Biblioteca del Real Monasterio (1980-1983) y coadjutor de la parroquia.
Su verbo ágil y fresco, necesitaba pulirse y madurar con la solera del campus universitario y la docencia, por lo que en 1983 inició la carrera de Geografía e Historia en la Universidad de Extremadura, obteniendo la licenciatura en la especialidad de Historia Moderna, al mismo tiempo que se incorporó al claustro de profesores del colegio de San Antonio de Padua (Cáceres) del que fue su director y guardián de la comunidad durante nueve años (1989-1998), dejando una nutrida hoja de servicio en la alta capital extremeña. Su mente inquieta, necesitaba recuperar el sosiego y la paz franciscana, por lo que en 1999 solicitó un trienio de retiro en el famoso eremitorio alcantarino de El Palancar, donde saboreó las mieles de San Pedro de Alcántara, promoviendo también los actos del V Centenario del nacimiento de San Pedro de Alcántara.
Amor por la Virgen
Su amor por la Señora de Extremadura, con la que tuvo su primer encuentro a los doce años, le marcó de nuevo el camino, en esta ocasión como guardián y párroco de Santa María de Guadalupe en Córdoba, donde la paseó y exaltó como verdadera sultana.
Como artesano de la palabra y pendolista de las artes gráficas volvió en 2010 a Guadalupe para hacerse cargo de nuevo de la más decana de las revistas de Extremadura, como director de Guadalupe, del Archivo y de la Biblioteca, ejerciendo también el cargo de párroco, durante este pasado trienio.
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