

Secciones
Servicios
Destacamos
NATALIA REIGADAS nreigadas@hoy.es
Martes, 6 de agosto 2013, 10:18
Hace dos meses cerró un videoclub cerca de La Estación y solo fue el último en caer. En 2012 se clausuró el de la autopista y en los últimos años han desaparecido otros muchos en la ciudad. La descarga de películas por Internet, la variedad de canales de televisión y también la crisis han golpeado con fuerza a estos comercios que fueron un gran negocio, especialmente a principios de los años 90. Ahora es un sector en extinción.
«Decir que está muy mal es poco. Está en extinción», se lamenta José Mariner, responsable del Videoclub Galaxia de la avenida Sinforiano Madroñero, uno de los más populares de Badajoz. Este empresario valenciano tiene 30 establecimientos de este tipo en el país y asegura que la situación es similar en todas las ciudades. «Le damos un año al negocio», sentencia Mariner.
La mayor caída de los videoclubes se ha producido en los últimos diez años. Justo después de adaptar por completo su archivo de películas al DVD comenzaron los problemas. Primero por la grabación de largometrajes 'pirata', es decir, comprados en la calle o prestados de particular a particular. Posteriormente se popularizaron las descargas de películas por Internet y en muchos hogares se acabó la costumbre de alquilar. Los pocos que resistieron este empuje han dejado los videoclubes en los últimos años porque la variedad ha llegado a la parrilla de televisión con muchos más canales.
Para estas empresas supone el declive tras una época de bonanza en la que fueron negocios indispensables en cada barrio. Uno de los mejores testigos del alza y de la posterior caída ha sido Ángel Moya González, dueño del Videoclub Videocentro. Este negocio abrió sus puertas hace 27 años en la calle Meléndez Valdés y llegó a ser uno de los más concurridos del Casco Antiguo. Ahora apenas tiene clientes y muchos acuden para comprar refrescos o chucherías.
«Está fatal. Por las películas y por la crisis, que también se ha notado», explica Moya antes de añadir que a la decadencia de su sector se añade la del Casco Antiguo. La calle Meléndez Valdés llegó a tener muchos comercios, pero la mayoría han cerrado.
Ante esta situación, este empresario que ocupa el local que antes era la tienda de su padre, descarta a sus 62 años cerrar o abrir otro negocio en la zona. «Me queda aguantar para jubilarme, ya me queda poco», apostilla.
Ángel Moya González describe cómo ha sido la trayectoria de los videoclubes en la ciudad, pues tuvo uno de los primeros. «Desde el 85 al 90 fue complicado porque no todo el mundo tenía vídeo en casa. A partir de los 90 hubo un 'boom' y todo el mundo se compró el vídeo. Además, solo había dos cadenas de televisión, así que todos se lanzaron a alquilar películas para variar el repertorio», recuerda.
Diversificar
Tras el auge, llegó el DVD y la caída del sector por la extensión de Internet. «Ahora es aguantar porque no hay manera. Tengo las películas a un euro durante 48 horas para animar a la gente», señala.
Para resistir, este empresario, como muchos otros de su sector, ha tenido que diversificar su negocio. Vende refrescos, aperitivos, chucherías... «Otros han puesto videojuegos en alquiler que funcionan bien, pero yo no», añade. La solución para muchos ha sido convertirse en algo más que un videoclub.
Es el caso de la empresa Zona de Ocio, fundada por empleados de Sonido Rubio, firma que contó con los primeros videoclubes de la ciudad. Ante la caída del negocio, las tiendas que tienen en la calle Díaz Brito y en la avenida Ricardo Carapeto se han reconvertido.
«Ahora el videoclub es una parte importante, pero es una parte más», afirma Tomás Regalado, portavoz de este negocio.
Regalado detalla que, para aguantar, se dedican al ocio en general. Tienen alimentación, videojuegos o venta y alquiler de consolas. «Resistimos gracias a la clientela, que es grande y no ha dejado de venir aunque sea por otros servicios», detalla el portavoz del videoclub. Este empresario también admite que su estrategia es contar con un horario muy amplio. Abren todos los días de la semana y hasta tarde.
Su firma no es la única que ha decidido transformarse. En la ciudad hay varios videoclubes que ahora también son una tienda de electrodomésticos, un servicio de reparación, un locutorio o incluso una tienda de regalos. Conservan, sin embargo, una parte con películas para mantener así la distribución en muchos casos.
En cuanto a los clientes que acuden al videoclub para alquilar películas, son pocos, pero fieles. Los responsables de estos negocios describen que se trata de personas de todas las edades y aficionados al cine principalmente.
Clara Verdú es una de ellas. Tiene 42 años y acude cada semana a llevarse películas. Tiene acceso a Internet y también descarga largometrajes, pero le gusta seguir con su costumbre. «Tiene buen precio ahora. No hay mucha gente y es mejor porque encuentras los estrenos sin problemas», comenta.
Paco Ramírez Jerte, de 33 años, es usuario por una ventaja menos tangible. «A mí me gusta venir, andar, ver las carátulas, pensar en la película y decidir. En el ordenador al final las descargas todas y no ves ninguna», afirma.
Son algunos de los fieles clientes que hacen que resista un negocio que, según sus propios gerentes, terminará desapareciendo.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.