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Mark Wahlberg y Dwayne Johnson (derecha) comparten gimnasio y ansia de dinero fácil. :: EL CORREO
Culturistas y criminales
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'Dolor y dinero' recrea la truculenta historia real de unos ladrones de Miami con mucho músculo y poco cerebro

MERCEDES GALLEGO ENVIADA ESPECIAL

Sábado, 24 de agosto 2013, 02:10

Hay historias reales tan descabelladas que en la ficción resultan inverosímiles, pero Michael Bay no es un director para el que los excesos tengan límites. Durante años ha prometido a los críticos, que sistemáticamente machacan sus éxitos de taquilla, una película más pequeña y más íntima que muestre al verdadero Bay. Para semejante reto ha escogido la historia más truculenta que haya sacudido nunca Miami, una ciudad donde los excesos tampoco tienen límite.

Por primera vez en su historia reciente, el director de 'Armageddon', 'Pearl Harbor', 'Transformers' y 'La Roca' ha trabajado a la luz del día como los directores más auténticos, sin robots y sin efectos especiales. Una experiencia que ha encontrado «liberadora». Eso no quiere decir que haya dejado atrás su estilo de acción con mucho músculo, persecuciones policiales y mujeres reducidas a meros objetos sexuales.

Tal vez por eso, la protagonista femenina de 'Dolor y dinero', la desafortunada traducción de 'Pain & Gain', que llega a los cines el próximo viernes, es el personaje que menos ha cuidado en la búsqueda del elenco. La actriz israelí Bar Pali pensaba que entraba en Hollywood para su primer largometraje de la mano de uno de los grandes, pero lo único que le preocupaba a Bay es que ganara cinco kilos «para llenar esas tetas», le ordenó. «Aquí no queremos canijas». Contrató a una bailarina de striptease que la enseñó a moverse como tal ante las cámaras y se dedicó a su elenco masculino, que es el que lleva el peso de la película. Ese abanico de talentos es el mejor activo de una cinta que nunca hará historia, pero que disputa el título de mejor película de su filmografía.

Mark Wahlberg, el protagonista de 'Boogie Nights', que trabajó para Martin Scorsese en 'Infiltrados' y más recientemente produjo y protagonizó la oscarizada 'The Fighter', leyó el guion y le suplicó a Bay que le diese el papel. El actor, que a los 13 años ya era adicto a la cocaína y a los 15 estrenó su expediente policial, atribuye su redención al ejercicio físico. Por eso no le costó ningún trabajo meterse en la piel de Dani Lugo, el líder de la banda de culturistas que un día decide coger un atajo hasta el sueño americano a costa de un acaudalado cliente de su gimnasio, que representa todo lo que desprecia.

El actor empezó a entrenar los músculos por pura necesidad. «Tenía 15 años, medía un metro y medio, pesaba 68 kilos y estaba camino de la prisión», reconoce. Pero entonces descubrió que el chute natural de la dopamina le satisfacía más que cualquiera de sus adicciones de pandillero. Para Wahlberg, el título de la película es su propio eslogan: «Todo lo que quieras en la vida requiere trabajar duro, y a mí no me importa hacerlo. De hecho, eso me hace sentir bien. Al final del día siento que he logrado algo, por eso sigo trabajando y mirando al futuro».

No es el caso de los dos balas perdidas que recluta Lugo para acompañarle en la misión de hacerse ricos. El entrenador del gimnasio Sun Gym, que es la cabeza pensante, les asegura que no habrá sangre y que sabe lo que hace porque «ve muchas películas», pero cada una de sus ideas resulta ser tan descabellada y patosa que la situación se vuelve irremediablemente cómica, por no decir patética. Desde disfrazarse de ninjas hasta torturar a su víctima en un almacen de juguetes sexuales, sin olvidar la escena de asar los cadáveres descuartizados en una barbacoa, todo tan inverosímil que el director se siente constantemente obligado a recordar en subtítulos que es una historia real.

Adicto a la cocaína

Para el papel de Paul Doyle, un hombretón con corazón de niño que se aferra a la salvación del cristianismo, Bay escogió a Dwayne Johnson, un luchador profesional que antes de triunfar en Hollywood como el debutante mejor pagado ganó títulos mundiales y fue jugador de fútbol americano con los Hurricanes de Miami. Johnson vivía allí en 1995, cuando la detención y el juicio de la banda de culturistas sacudió la ciudad e hizo historia (fue el primer caso en el que los implantes de pecho sirvieron para identificar un cadáver). Pero lo que le hace estar especialmente dotado para el papel es que detrás del formidable maromo que protagoniza 'Hércules' (a estrenar el año que viene) hay un hombre tierno y sensible, que por primera vez puede mostrar en las pantallas, aunque sea a través de un zoquete adicto a la cocaína.

Ese aspecto vulnerable y fácil de influenciar que tiene su personaje es «la mayor distancia que haya tenido nunca» de los papeles que ha representado «en los 12 o 13 años» que lleva en el cine. Eso dice más de su carrera que del papel, pero tampoco le impide sentirse orgulloso de la película ni de Miami, «que es un personaje en sí mismo», al que Bay, otro enamorado de la ciudad, le ha dedicado con su cámara «una carta de amor», dice Johnson conmovido.

Anthony Mackie completa el trío de matones de pacotilla en el papel de Adrian Doorbal, un culturista al que el uso y abuso de los esteroides ha dejado impotente. La nota sensata la pone Ed Harris, como Ed Dubois, el detective retirado que desmanteló una banda tan burda y truculenta que ni la Policía se creía sus crímenes.

Harris, ganador de un Oscar por su papel en 'Pollock', y nominado tres veces como actor secundario por 'Apollo 13', 'El show de Truman' y 'Las horas', admite que la película no le suponía reto alguno. La aceptó porque se lo pidió Bay y porque se desternilló de risa al leer el guion. «¡Estos tipos son unos idiotas totales!», se dijo divertido.

El resultado es algo intencionadamente grotesco que el crítico del 'New York Times' no supo decidir si se trata de «una película monumentalmente estúpida o una brillante historia sobre la naturaleza y las consecuencias de la estupidez».

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