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NATALIA REIGADAS
Viernes, 20 de septiembre 2013, 11:38
Una libélula vuela entre la vegetación, el verdín cubre el agua estancada y se escucha a las ranas croar. No es un pantano. Es el ambiente del Rivillas y el Calamón. La falta de corriente ha hecho que se estanque el agua y el mal olor se extiende por los parques cercanos. Los vecinos piden una limpieza del cauce.
La obra del Rivillas y el Calamón terminó hace cinco años y su principal objetivo fue encauzar el río para evitar nuevos desbordamientos como el de la riada de 1997. Este diseño, sin embargo, hace que el agua apenas se mueva a su paso por Badajoz. En verano la corriente es aún menor y el olor se vuelve insoportable.
El estado de los arroyos se ha ido deteriorando año tras año. En principio solo había olores en ciertas zonas donde se acumulaba la basura o en el área cercana a la depuradora de Ronda Norte. Poco a poco la vegetación ha ido creciendo entre el agua estancada y a su vez ha provocado que la corriente sea menor y se posen más sedimentos. Ahora el cauce de ambos arroyos parece una selva. Hay tramos donde las hierbas superan el metro de altura y el agua está cubierto de verde.
La situación está afectando a los usuarios de los parques que se inauguraron en 2008. Los habituales aseguran que ha bajado mucho el flujo de gente, especialmente en verano. Paco Villalón sigue sin faltar. Se jubiló hace 18 meses y desde entonces camina cada día desde el centro de la ciudad hasta el final del corredor verde del Calamón, en las traseras del centro de la salud de Ciudad Jardín. Ayer pasaba por la zona y se lamentaba del paisaje. «Es una pena porque el parque está muy bonito pero vas aguantando todo el rato el olor a alcantarilla».
Villalón señala con el dedo y muestra otro problema grave: los mosquitos. «En ciertos lugares hay que tener cuidado porque, como te sientes, te comen».
Es también la queja de Pilar Vega, que ayer paseaba sola, pero que normalmente acude a uno de los parques infantiles con su nieto. «Ahora ni pensarlo, porque a los niños los llevas bien y los sacas de picaduras hasta la cabeza: los pobres», asegura esta vecina. Al comienzo del verano se fumiga la zona. «Pero solo dura unos días bien. Luego vuelven los mosquitos y parece que muerden».
Un vertedero urbano
Más allá del agua estancada, los arroyos se han convertido en un vertedero para algunos vecinos. En los bordes del cauce hay espuma solidificada por los residuos que se han acumulado en cinco años. Y se pueden ver objetos que han lanzado, como un carrito de la compra, sillas de jardín, un horno e incluso una bicicleta oxidada.
Otro usuario, Sergio de Silva, no nota tanto el olor porque va en bicicleta pero lamenta la mala imagen que tiene el cauce. «El parque es bonito, pero entre las pintadas, el verde y lo que tira la gente, da pena. Está sucio y, además, somos los ciudadanos muy sucios».
De Silva resume una de las reivindicaciones más repetidas por los usuarios. «Que lo limpien. Si sigue empeorando, no va a venir nadie», lamenta.
Los responsables de los corredores verdes en estos arroyos son dos. La zona verde fue recepcionada por el Ayuntamiento de Badajoz en 2010, por lo que se convirtió en un parque municipal. De hecho, hay una cuadrilla de Parques y Jardines dedicada íntegramente al mantenimiento.
El cauce, sin embargo, depende de la Confederación Hidrográfica del Guadiana.
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