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MIGUEL LORENCI
Sábado, 19 de octubre 2013, 12:10
La identidad, la biología y la narrativa de Sofi Oksanen (Jyväskylä, Finlandia, 1977) se conforman con raíces, genes y leyendas finesas y estonias. A caballo entre ambos países se crió, vive y crea la escritora. Esta dualidad infiltra la poderosa voz de esta narradora del siglo XXI empeñada en desentrañar desde lo local una cuestión universal, posando su lupa de forense del horror sobre los perversos efectos de los sistemas totalitarios del siglo XX.
Lo hizo con 'Purga', la mejor novela europea de 2010. Traducida a 33 idiomas y con más de un millón de ejemplares vendidos, fue su catapulta a la fama e hizo de Oksanen una autora de culto. 'Cuando las palomas cayeron del cielo' (Salamandra) incide ahora en la misma clave. Premio Nordic en Finlandia, explora los mecanismos del terror político nazi y estalinista y los efectos en quienes lo padecieron y sobrevivieron a sus excesos mudando de piel cuantas veces hiciera falta.
De padre finés y madre estonia, formada en el teatro, si en 'Purga' daba voz «a quienes se la robaron, a los vencidos», ahora se la da «a los ladrones; a los vencedores y autores de la historia oficial». Lo hace en una narración en la que las palabras claves serían resignación, supervivencia y mentira. «Es un buen resumen. Todos se resignan al sistema o a algo en su vida personal, y recurren a la mentira para sobrevivir», concede.
Su empeño es reconstruir en una tetralogía la identidad histórica de Estonia y los demás países bálticos, eternas víctimas del totalitarismo, dando una vuelta de tuerca con cada novela. «Primero me ocupé de los vencidos de quienes quedaron al margen de la historia», insiste. Ahora recrea la voz oficial, la de los ejecutores del terror político, «los creadores de la verdad oficial» que ha rastreado en archivos y documentos de la época, recreando el peculiar lenguaje de los informes policiales soviéticos y del aparato represor nazi.
De aspecto exótico, con unas larguísimas rastas moradas, azules y azabache que le otorgan aspecto de medusa after-punk, de sonrisa y mirada esquivas, verdísimos ojos, palidez extrema y un hablar reflexivo y más que pausado, Oksanen explica que su novela mezcla las vidas y la voces de tres personajes -Edgard, Roland y Judith- atrapados en el pulso entre dos titanes del terror político, el nazismo y el estalinismo que batallaron a cara de perro.
Roland y Edgar son primos. Tras su paso por un campo de adiestramiento alemán en Finlandia, combatirán la ocupación soviética. Judith, esposa de Edgar, está atrapada entre los dos bandos y contempla con desconcierto la desbordada alegría popular ante la invasión alemana de su país. Narra Oksanen el antes y el después de la Segunda Guerra Mundial, dos capítulos en la cruda historia de los estonios tuvieron que afrontar la invasiones soviética y nazi. «La historia manda -admite- pero escribir del pasado te permite también hablar del presente y comprender que lo que nos pasa hoy tiene sus raíces en el pasado reciente».
La novela demuestra «cómo la historia puede utilizarse como un arma política». Su peón es Edgard, creado sobre la base de un personaje real, Edgard Meos, espía que trabajó para cinco servicios secretos distintos, un fabulador que construyó un personaje poliédrico. Mirándose en el espejo de Meos ha creado Oksanen a un camaleón que, como el Zelig de Woody Allen, adopta el color del poder en cada momento y que encarna lo peor la maldad humana. «Ni lo juzgo ni lo sentencio. No sé si es un traidor o un superviviente. Es el producto del sistema, impostor y manipulador, capaz de adaptarse a las circunstancias incluso contra sus convicciones y su propia manera de ser», resume.
«No creo que nadie sea malvado por naturaleza. Edgard fue un niño adoptado que se buscó la vida para sobrevivir; algo habitual en la Unión Soviética, que reclutaba niños para convertirlos en espías y que ahora los recluta para el ejército, haciéndoles creer que es su familia», dice.
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