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GLORIA CASARES
Domingo, 20 de octubre 2013, 03:16
Hasta los años 60-70 del pasado siglo, en Almendralejo se disfrutaba de la existencia de unos arroyos y albercas o represas, donde la pesca, el baño o el riego de huertas mediante norias era posible. La llegada de las aguas potables a las viviendas, y la consiguiente producción de aguas residuales supuso la contaminación y pérdida de valor de los cauces fluviales, además de la desvinculación total con estos ecosistemas, transformados en colectores de aguas sucias transmisoras de enfermedades infecciosas.
Este párrafo, obra del profesor del Centro Universitario Santa Ana Luis Ramírez, explica muy bien el cambio que han experimentado los muchos arroyos que atraviesan la ciudad de Almendralejo y que, por desgracia para muchos de nosotros, sólo hemos conocido en la segunda fase.
Sin embargo, aunque siempre con retraso, la aportación de fondos europeos y la concienciación de algunos grupos de ciudadanos de Almendralejo están comenzando a dar otro giro a estos arroyos, con el objetivo de devolverles el resplandor, que no es más que la función natural que nunca debieron perder.
En ello trabajan desde hace cuatro años los alumnos del centro Santa Ana, alumnos de asignaturas como Biología, coordinados por Luis Ramírez, que se han empeñado en convertir alguno de esos arroyos en corredores verdes, itinerarios botánicos, mejorando, además, el paisaje y ampliando su uso para disfrute de los ciudadanos. Aunque es una tarea ardua y difícil y, en ocasiones, desilusionante, como cuando algunos incívicos echan ripios y basura en el arroyo que se está restaurando, al final merece la pena ver cómo crecen los árboles y plantas autóctonos que han ido plantando los jóvenes con ilusión.
Especies
Es el caso del arroyo Las Picadas, en su inicio desde la vía del tren, a dónde se accede por el camino cercano al silo. Allí se han plantado árboles como loros, una especie muy rara y escasa, pero autóctona, tilos, chopos, acacias, quejigos, árboles de ribera, en definitiva y otras plantas también de río. Han pasado cuatro años y el arroyo no parece el mismo, la frondosidad que le aporta la humedad a estas especies está empezando a dar la imagen de lo que nunca tuvieron que dejar de ser, itinerarios botánicos en lo que se denomina el Valle de Las Picadas.
Esta transformación también permitirá a partir de ahora disfrutar del arroyo «con fines turísticos, lúdicos y educativos», como recuerda Ramírez.
Además, se ha creado un sendero paralelo al cauce e integrado en el bosque de ribera.
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