Poseída por el espíritu del amor

El agua siempre ha estado ligada a los rituales de pureza. Desde el bautizo a las abluciones, pasando por las inmersiones en los ríos de los hinduistas o el mikvé, el baño ritual de los judíos. En Haití, el país caribeño donde el vudú es religión oficial desde 2003 junto al catolicismo y el protestantismo, el agua posee un carácter venéreo, seminal y fecundo.

Cada año, miles de personas se concentran en Saut d'Eau, una cascada natural en el distrito de Mirebalais, para purificarse e invocar los favores de Erzulie Dantor, una divinidad que representa a la madre, al arquetipo femenino, «el espíritu hembra más popular» entre los Petwo, una familia de espectros. Lo más curioso es que el salto de Saut d'Eau ocupa un lugar en el universo místico tras la supuesta aparición de la Virgen del Carmen, que se hizo presente aquí, encaramada al tronco de una palmera. Aquello ocurrió el 16 de julio de 1847 y un clérigo francés, temeroso por las consecuencias que semejante visión pudiera acarrear entre sus fieles, decidió talar el árbol. Pero ni por esas...

La cascada de Saut d'Eau se convirtió desde el primer momento en un lugar de peregrinaje, de entrega al agua y al amor, en un rito de fecundidad en el que cada año participan 10.000 personas sin distinción de sexos ni condición social.

Una ceremonia de vudú representa una experiencia inolvidable, un recuerdo indeleble que se adhiere a la memoria. Contra lo que sintetizan las películas con sus escenas de posesiones y tembleques, ojos en blanco, zombis, trances y sacrificios de animales para que los acólitos se embadurnen de sangre, el vudú es una suma difusa de belleza, sensualidad, brutalidad, dulzura y fe. En Saut d'Eau los fieles se agolpan bajo el fresco chorro de agua para recibir el baño de la suerte mientas invocan a Erzulie Dantor, una imagen emparentada con las vírgenes negras, como la Moreneta o la Virgen Negra de Czestochova. Se dice que Aka Erzulie Dantor tiene el poder de convertir en realidad los sueños. Todo muy fresco, muy verde, muy limpio.

En los tenderetes dispuestos en esa romería vudú, asoman las muñecas que representan a la diosa. Es la Nana africana, encarnada en una pepona negra de trapo o barro, ataviada con un vestido de color rojo con topos o borlas blancas, como la africana Mami Wata. Se dice que cuando Erzulie Dantor posee a una persona la hace vomitar sangre (los fieles toman ese día refrescos, alcoholes y 'oranginas' teñidas de ese color) y tartamudear («ke, ke, ke») henchidos de pasión amorosa.

Bajo la cascada se hacen invocaciones, se arrojan presentes, hay baños rituales en los que los cuerpos se refrescan con el agua que cae de sus botellas o de sus cuencos de calabaza mientras se entregan a la comunión con los santos. Estos, los loas, responden a nombres antiguos, coloniales, mestizos y sugestivos... Maman Brigitte, Barón Samedi, Papa Legba o Damballa. Aunque los dos principales sean el Señor de la Guerra, bautizado como Papa Ogou Ferai, y nuestra Erzuli Dantor, la Reina del Amor.

Los fieles suelen ir vestidos con ropas de blanco lienzo y de brillante satén, con fajas y pañuelos que les ciñen cinturas y frentes, al tiempo que se cimbrean y contorsionan al ritmo de los tambores. Los árboles se adornan con cordones dorados y telas de colores. Mestizo y sincrético, salvador, el vudú fue alumbrado con el cruce de las creencias africanas de los esclavos y la fe de sus capataces y amos. Hoy, en un país devastado por los terremotos, la corrupción y el sida, la simple contemplación de la belleza de la mujer poseída por el amor del agua es un bálsamo para afrontar la desdicha. «Y va mi barca por el ancho río, que divide un confín de otro confín». Palabra de marqués de Bradomín.