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:: ZIGOR ALDAMA
Lunes, 21 de octubre 2013, 11:34
C uando tenía 7 años, las densas junglas malasias habitadas por piratas sanguinarios de la serie de televisión Sandokán cautivaron a Chris Slappendel (Holanda, 1967). Fue entonces cuando se enamoró del tigre. Pero el interés por salvarlo de la extinción no le llegó hasta hace un año. «Decidí ver en persona los escenarios que me dejaron boquiabierto de niño. Leí informes que detallan cómo el número de tigres ha caído hasta niveles alarmantes y me di cuenta de que sería casi imposible encontrar uno en libertad».
Para documentarse mejor acudió a una conferencia en Holanda, y allí conoció a una activista medioambiental que había viajado con un tractor desde Amsterdam hasta Ciudad del Cabo en una curiosa campaña de sensibilización. Slappendel decidió dejar su trabajo en una importante empresa de publicidad, empeñar su casa, y hacer algo para evitar que el predador por antonomasia se desvanezca de la faz de la tierra.
Creó 'Tiger Trail' (el rastro del tigre), un proyecto con el que busca documentar la lamentable situación que vive este felino y que le ha llevado durante los últimos cinco meses a 30 países en los que ha vivido o vive en la actualidad alguna de las nueve subespecies de este feroz animal. Se puso en marcha el 15 de mayo, y, después de haber visitado Asia central, Rusia, China, y el sudeste asiático, habla con este periódico desde India, a punto de acabar su periplo. Lo que ha descubierto es dramático. «Tres especies ya han desaparecido y las demás están a punto de desvanecerse. Hace un siglo había 100.000 ejemplares en libertad. Ahora quedan entre 2.500 y 3.500». Las principales razones de esta agonía son la pérdida del hábitat, la falta de alimento y la caza ilegal. «En los últimos cien años el hombre ha ocupado muchos de sus territorios. Solo les queda el 7% de la superficie con la que contaban entonces. Y ese porcentaje se reduce cada vez más». Como tienen menos posibilidades de cazar se internan en núcleos habitados para buscar comida, animales domésticos o de granja. Eso aumenta los choques entre la población local y los tigres.
Medicamentos retirados
«Pero también se da la situación opuesta: cuanto más aumenta la población humana, menos recursos naturales hay para cada familia, lo que empuja a muchos a internarse en el bosque para subsistir». El encuentro entre el ser humano y el tigre suele ser fatal, generalmente para el segundo. Además, si la criatura no muere en un enfrentamiento, es presa de los cazadores ilegales. «Tradicionalmente se ha creído, sobre todo en China, que los medicamentos producidos con partes del animal servían para transmitir al consumidor sus poderes. Afortunadamente, médicos de renombre han retirado del vademécum chino todos los fármacos que contengan tigre, pero el crecimiento económico de China hace que la demanda no caiga y que el crimen organizado se lucre más que nunca».
De esta forma, el tigre amur de Siberia está casi extinguido en el país de Mao. Solo queda en parques zoológicos en los que sirve de divertimento a turistas que compran animales vivos para ver cómo los felinos los descuartizan. En otras instalaciones, la ausencia de visitantes hace pensar que su negocio consiste en tener animales en situación pésima para dejar que se mueran y comerciar con sus cuerpos. «Todo ello, sin duda, es negativo para los esfuerzos que el gobierno chino hace para conservar la especie».
Afortunadamente no todo es negativo. Aunque Slappendel vaticina que los tigres de China, Malasia e Indonesia desaparecerán en poco tiempo, el fotógrafo no ha perdido la esperanza. «Creo que Rusia está haciendo muy bien las cosas y el propio Putin se ha propuesto proteger al tigre siberiano. En India sucede algo parecido».
Además, Slappendel, que cuenta con el respaldo de ONGs como la española FAADA, quiere que las empresas que usan la imagen del tigre también se impliquen. Ya ha conseguido que la aerolínea Singapur Tiger Airways se siente a negociar una solución. «Soy optimista. Las marcas pueden estar interesadas. Se podría crear un fondo solidario con la especie. Con 7 millones de euros anuales podemos intentar salvar la especie».
Comprometido. Hasta que visitó África, hace 12 años, no le interesaba la naturaleza. Pero allí descubrió un mundo que no pudo dejar de fotografiar. Ahora quiere salvar de la extinción a su animal preferido: el tigre.
Persistente. Como si de los derechos de imagen se tratara, está presionando a las grandes empresas que utilizan la figura del tigre para que paguen un canon.
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