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Daniel Delacámara arrancó numerosas sonrisas a los asistentes a la gala de entrega de premios a los Extremeños de HOY.
Sonriendo con prudencia
CRÓNICA

Sonriendo con prudencia

Dani Delacámara animó la primera parte de la fiesta con mucho estilo: ni un mal chiste, ni un mal taco. Y el Palacio de Congresos se carcajeaba mientras en la primera fila los políticos contenían su regocijo

JOSÉ RAMÓN ALONSO DE LA TORRE

Sábado, 2 de noviembre 2013, 14:25

Hasta cinco radares acechan a veces en la carretera que une Cáceres con Badajoz. Los medidores de velocidad están escondidos entre los arbustos, junto al arcén, y los coches de la Guardia Civil se camuflan entre las encinas. Vamos, que te pillan sí o sí, a menos que conduzcas con prudencia.

Si, además, viajas a lo que popularmente se conoce como la Fiesta del HOY, o sea, la gala de entrega de los premios Extremeños de HOY, entonces, más allá de la prudencia en la carretera, se suele atender a la prudencia en el vestir y es raro arriesgarse traspasando las fronteras del azul marino o el gris marengo en los caballeros, yendo más lejos del negro o el gris perla en las señoras.

En estos casos, siempre hay quien rompe un poco el molde y marca los límites. El pasado martes, en la llamada Calle Mayor de Extremadura, las normas las ponían las señales de tráfico, pero en el Palacio de Congresos de Badajoz, el límite del glamour en las señoras lo marcaba la periodista María José Torrejón, que llevaba un traje inspirado en un modelo de la estilista María León. Se lo había confeccionado su propia madre, Martina, y era uno de esos vestidos sencillos, pero indescriptibles, convenientes, pero rompedores, que, combinando el hueso, el naranja y el gris, consiguen sintetizar la elegancia.

En los hombres, quien iba más allá era Sam, el novio británico de la actriz Natalia Tena, Extremeña de HOY 2013. El muchacho vestía un terno azul azafata de brillo sedoso culminado con unos zapatos de charol en blanco y negro muy divertidos que rompían con todo. Pero como era inglés, podía romper con lo que él quisiera que no pasaba nada.

El diseño atrevido del Palacio de Congresos no cuadraba con el convencionalismo del estilismo, pero había más pinceladas de atrevimiento en la estética del escenario y después, cuando comenzó la gala, proseguía el desparpajo en la ironía del monologuista, Dani Delacámara, en los vídeos que nos acercaban a los premiados, en la novedosa presentación de cada galardonado a cargo de sus colegas del deporte, la literatura o el cine.

Ese juego entre el clasicismo, que tanto nos reconforta, y la vanguardia, que tanto nos anima, marcó la fiesta. Algo así como en el medio está la virtud, en el equilibrio anida la perfección, ni pasarse ni quedarse. O sea, solidez, sensatez y referencia.

Así que salvados los radares y los avatares de la moda, seiscientos invitados se sentaban cómodamente y comenzaba la gala con Dani Delacámara presentándose a sí mismo.

Los monologuistas son hoy por hoy los reyes del escenario. Lo malo es que muchos han conseguido ese reinado a base de apelar en sus actuaciones a lo primario y a lo vulgar. Dani Delacámara no es así. A base de un humor inteligente y de un equilibrado juego de comparaciones entre la infancia de ayer y la infancia de hoy, consiguió atrapar al público y ponerlo en situación.

No hubo tacos, no hubo grosería, no hubo machotes machistas. Sí hubo sutileza, humor inteligente y una dosificación dramática de recursos que fue in crescendo hasta llegar a un final apoteósico con el público entregado y el premio gordo para todo artista: los asistentes a la gala comentando en los corrillos lo entretenido que había sido el espectáculo gracias al monologuista. Dani de la Cámara también fue prudente y triunfó. Solo un pero: su ácida ironía sobre el fado portugués y sobre el universo de lo luso, en general, fue demasiado madrileña. En la Raya, esos temas los tratamos con menos distancia, con más empatía.

Tras la introducción de Dani Delacámara, comenzaron los discursos y ahí siguió viva la prudencia. En 2011, en Mérida, Ángel Ortiz, director del HOY, pronunció un discurso muy centrado en la profesionalidad de los periodistas, en la condición del HOY como líder de la prensa en Extremadura, en los tres cimientos que sustentan el periódico: responsabilidad, profesionalidad e innovación.

En 2012, en Plasencia, trazó un paralelismo entre el periodismo y la política como dos ejercicios en los que no valen las complacencias, como dos disciplinas casi despiadadas y sin concesiones si se quiere actuar con solvencia. Si no duele, ni es política, ni es periodismo, vino a decir.

En 2013, en Badajoz, aunque señaló las cifras que convierten al diario en referencia obligada en Extremadura y aunque dejó claro que el propósito del HOY es crear conciencia crítica en sus lectores, lo cierto es que su intervención fue más filosófica y de principios, apelando a conceptos como alma, cuerpo y mente. espíritu, corazón y vida. para relacionarlos a continuación con los premiados.

Para Ángel Ortiz, Natalia Tena es frescura y oxígeno; Javier Cienfuegos, potencia, técnica y superación; Gonzalo Hidalgo, meticulosidad y creación. O sea, y proseguía el juego connotativo, lo gaseoso, lo sólido y lo líquido. La tierra, el mundo recogidos en tres personas valiosas, la gala como trasunto del universo. Prudencia y trascendencia.

Tras la intervención de Ángel Ortiz, el alcalde de Badajoz, Francisco Javier Fragoso, siguió pisando el territorio de lo cuidadoso al explicar que Badajoz era hospitalaria, era avance, era amabilidad y no tiene sentido sin Extremadura ni Extremadura tiene sentido sin Badajoz. Finalizó centrándose en los premiados, buena gente de la que debemos disfrutar. Ni un paso en falso, territorio conocido, verdades consabidas, redondas, importantes.

A medida que avanzaba la noche, Natalia, Javier y Gonzalo iban creciendo en su protagonismo para convertirse en ciudadanos paradigmáticos de una región y de un proyecto de pequeño país.

José Antonio Monago cuida mucho sus intervenciones en 'La fiesta del HOY'. Suelen tener un trasfondo nacionalista o regionalista. En 2011 «inventó» el extremeño, «ese idioma que se habla de frente», y nos animó a querernos un poco más a nosotros mismos. En 2012 pronunció un discurso de alto contenido político y el pasado martes, en Badajoz, tras señalar el año 1898 como el del nacimiento del periodo contemporáneo, de la modernidad, dio un salto a la actualidad para plantear un debate sobre qué Extremadura queremos y, desde ese punto, aun manteniendo la división izquierda derecha, abogar por la superación de estos conceptos a partir de la unión de todos: unir a los españoles por encima o como culminación del esfuerzo de unir España.

En su discurso había prudente inclinación al consenso y promesa de bajada de impuestos. No presumió de nada, solo de estar en la senda correcta, de estar a las puertas. Prudencia y de nuevo recurrencia a los premiados como ejemplo: gente seria en una región seria que hace cosas serias.

Se acababan los discursos institucionales y volvían las emociones y la risa. Dani Delacámara jugaba a decir frases y el público las completaba: «Un poco de pasta basta.», «Las muñecas de Famosa se dirigen.», «Leche, cacao, avellanas y azúcar.». Y los asistentes a la gala, llenos de regocijo, gritaban: «¡Gior. Al portal. Nocilla!»

Fue el momento más imprudente de la noche. El más simbólico llegó después, cuando Natalia Tena, descalza sobre el escenario, dedicaba el premio a su madre «que se fue a Londres desde Hornachos y luchó para que yo fuese lo que tenía que ser». Entonces, se dirigió a su madre y le gritó, sin acento en la segunda 'a': «Para ti mama».

Escuchar a una estrella de 'Harry Potter' y de 'Juego de tronos' decir mama sin complejos fue, quizás, el instante más extremeño y reivindicativo de la noche.

Supimos luego que Javier Cienfuegos ha decidido regresar a Montijo y entrenar con su preparador de toda la vida y que Gonzalo Hidalgo publicará en breve un nuevo libro: 'La sed de sal'.

Álvaro Valverde no exageraba cuando presentó a Gonzalo Hidalgo como un maestro en el ámbito de la lengua castellana. A este señor, con el paso de los siglos, le dedicarán un epígrafe exclusivo en las historias de la literatura de Bachillerato. A él le da lo mismo, pero así será. Incluso será así precisamente porque le da lo mismo. Su discurso fue muy breve y muy intenso: de esos en los que no sobra ni falta nada en 200 palabras. Gonzalo no necesitó forzar la prudencia: la lleva en los genes.

Dani Delacámara cerró la parte primera de la fiesta con los momentos más espectaculares de su monólogo, ya con el público entregado, pero sin perder la prudencia: ni un mal chiste, ni un mal taco, ni un desliz sexista. Lo impensable en un monologuista.

La segunda parte: el cóctel. De mesa en mesa: reconocimientos, amigos que se ven de fiesta del HOY en fiesta del HOY. Al fondo, los políticos; a un lado, los actores encantados de fotografiarse con todo el mundo; en las mesas y en los grupos, los maestros del saludo exacto: controlan el tempo y el gesto, son capaces de decirlo todo en 30 segundos, dejando un recuerdo agradable en el interlocutor y sabiendo desaparecer sin ser descorteses. Prudentes por excelencia.

Quienes se quedaron hasta el final pudieron degustar un postre que por separado podría resultar estridente o insulso: espuma de chocolate y naranja amarga. Lo mezclaron y consiguieron el equilibrio. Después, ya de madrugada, la vuelta de Badajoz a Cáceres. Con prudencia: los radares no duermen.

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