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F. APEZTEGUIA
Domingo, 17 de noviembre 2013, 01:35
«Yo era coqueta y muy delgada. Llegué a pesar casi cien kilos, pero nunca me sentí menospreciada por ello. Al contrario, vivo rodeada de gente que me hace sentir todo lo que me quiere. Era consciente del riesgo que mi exceso de peso suponía para mi salud, pero tampoco tenía ninguna patología. Simplemente, hubo un momento en que fui consciente de que estaba abocada a un problema serio y grave y decidí que, si era posible, me iba a operar».
Charo Lago forma parte de la legión de pacientes que pusieron su obesidad en manos del director del Centro de Excelencia para el Estudio y Tratamiento de la Obesidad de Valladolid, Miguel Ángel Carbajo. Según cuenta, vive rodeada de profesionales de la salud que, sin decirle nunca lo que tenía que hacer, le habían hecho tomar conciencia de la magnitud de su problema. El 'efecto yo-yo', como se conoce a las continuas subidas y bajadas de peso que acaban por desestabilizar el metabolismo, amenazaba con traicionarle de manera definitiva. «Había bajado 28 kilos y subido 30 en poco tiempo. No me resultaba difícil perder peso, pero me costaba mantenerme», recuerda.
Un secreto desvelado
Sin decir nada a nadie, un día se presentó en la consulta del especialista vallisoletano, le examinaron y le dieron cita para ser intervenida. Mientras esperaba que llegara el momento para la intervención, su hermana sufrió un infarto cerebral, producido precisamente por su obesidad mórbida. «Tenía que bajar de peso a la voz de ya, porque en su estado tenía muchas posibilidades de que le diera otro ictus», recuerda la mujer.
Era su hermana y no lo dudó. «Le conté lo de la cirugía de la obesidad, le animé a operarse y le cedí mi cita para que la intervinieran lo más rápidamente posible». Recuerda que costó convencerla, pero que finalmente aceptó y no se arrepintió. La intervención salió como se esperaba. Poco después, en enero del año pasado, Charo siguió el camino de su hermana. «Había engordado mucho en poco tiempo y aquello no podía seguir así», recuerda.
Existen varias técnicas de cirugía bariátrica, que se dividen prácticamente en dos. Las tradicionales, más sencillas, según detalla Miguel Ángel Carbajo, consisten en abrazar el estómago para reducir su capacidad. Las más complejas, con mejores resultados a largo plazo, reducen el volumen del estómago y sus posibilidades para absorber alimentos. «Ahora como más que antes, pero lo hago mucho mejor. Le dedico tiempo a la comida. Mastico los alimentos bien, los saboreo, disfruto más», explica Charo Lago.
Como en toda cirugía, los pacientes son seguidos después de la intervención para analizar la evolución de su estado de salud general y mejorar sus hábitos alimentarios. Charlo Lago ha perdido 43 kilos y se mantiene en 54 desde hace casi dos años. «Estoy encantada», asegura.
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