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La princesa Letizia brinda con Víctor Grifols durante la visita a la planta de producción de la empresa en Los Ángeles. Abajo, anuncio en prensa del laboratorio que su abuelo José Antonio fundó en 1909. :: JUANJO MARTÍN/EFE
Un triunfador de sangre caliente
SOCIEDAD

Un triunfador de sangre caliente

Los Príncipes han visitado en EE UU el imperio de Víctor Grifols, que en 2012 avisó de que «la monarquía empieza a patinar»

CARLOS BENITO

Sábado, 23 de noviembre 2013, 01:04

Todo empezó hace más de un siglo, en aquella España remota de 1909, con el laboratorio que abrió en Barcelona el doctor José Antonio Grifols Roig. Y, a partir de entonces, podemos seguir dos líneas de sangre: la familiar, que nos lleva hasta Víctor Grifols, nieto del fundador y actual presidente del negocio, y la de la materia prima, que ha ido creciendo desde aquellos análisis clínicos del abuelo hasta el actual gigante de los hemoderivados, tercera empresa del mundo en el sector, con cifras de vértigo y presencia global. Los príncipes han aprovechado su recorrido oficial por Estados Unidos para visitar las instalaciones del 'holding' en Los Ángeles, una de las ocho plantas industriales que tiene repartidas por cinco países, y allí han hecho un brindis con uno de los pocos empresarios que han osado criticar en público el presente de la monarquía.

La primera etapa de la empresa familiar ya estuvo marcada por las innovaciones. En 1928, el abuelo José Antonio inventó la flébula, un instrumento que permitía realizar transfusiones sin necesidad de que el donante y el receptor estuviesen juntos, con lo que se mejoraba la asepsia y se abría la puerta al almacenamiento de sangre. En 1945, fundó junto a sus dos hijos el Hemobanco, el primer banco de sangre privado de España. A principios de la década siguiente, José Antonio Grifols Lucas, tío de Víctor, desarrolló la plasmaféresis, que permite obtener grandes cantidades de plasma reinfundiendo los glóbulos rojos al donante. El plasma constituye hoy la principal área de negocio de Grifols, que cuenta con 150 centros de donación en EE UU: el plasma, la parte líquida de nuestra sangre, se compone de agua en un 90%, pero también contiene un 7% de proteínas y anticuerpos que son la base del sector de los hemoderivados, como la albúmina o las inmunoglobulinas.

Dos datos dan una idea del peso colosal que ha adquirido Grifols. En 2010, WikiLeaks filtró una lista de activos estratégicos de todo el planeta confeccionada dos años antes por el Gobierno de EE UU. De España aparecían el Estrecho de Gibraltar, el gasoducto submarino que enlaza Almería con Argelia y las instalaciones de Grifols en la provincia de Barcelona, donde se lleva a cabo la investigación y producción de proteínas terapéuticas. El otro dato significativo son las dos grandes compras de otras empresas que han llevado a cabo en solo tres años: en 2010, se hicieron con la estadounidense Talecris por 3.300 millones de euros; hace unos meses, adquirieron la unidad de diagnóstico transfusional de Novartis por algo más de 1.200 millones.

Pagar por el plasma

Víctor Grifols Roura, el actual presidente, nació en 1950 y rompió con la tradición familiar: en vez de estudiar Medicina, tiró por las Empresariales. Casado, con tres hijos y aficionado a navegar, la mayor parte del tiempo es un hombre discreto que escapa de las entrevistas como si las cargara el diablo, pero de vez en cuando decide dar la campanada en el lugar menos pensado. En abril del año pasado, durante una conferencia en ESADE, se rebeló contra la prohibición vigente en España de pagar por las donaciones de plasma. «¿Es más ético que traigamos el plasma pagado en EE UU para tener hemoderivados aquí?», planteó. Sus centros en el país norteamericano abonan 25 dólares por tres cuartos de litro de plasma, con un límite de dos donaciones a la semana por persona, y Grifols apuntó que legalizar esa práctica aquí -como han hecho Alemania, Austria o la República Checa- permitiría a muchos parados redondear sus ingresos. «Si algún día EE UU decide no exportarlo -avisó-, Europa no tendrá plasma».

Hace ahora un año justo, Grifols disparó una nueva andanada cuando, en teoría, estaba agradeciendo un premio de la Asociación Española de Analistas Financieros. «No me veo capaz de continuar invirtiendo en España. O cambian las cosas, o lentamente nos iremos marchando hasta EE UU», anunció. Y, lejos de quedarse ahí, desarrolló sus quejas: dijo que «se ha roto la máquina» de la democracia, que «la monarquía empieza a patinar», que las autonomías «son accesorios que encima molestan», que el Senado «no se sabe para qué sirve», que el Estado «no paga» a las farmacéuticas y que «empresas buenísimas nacen castradas» por las limitaciones que les impone este país. Está claro que, a veces, a Víctor Grifols le hierve la sangre.

Es la tercera empresa de hemoderivados más importante del mundo, con distribución en 90 países, aunque también produce sueros, sistemas de diagnóstico y material sanitario. En España, tiene plantas en Barcelona y Murcia. El año pasado obtuvo unos beneficios de 256 millones de euros, el quíntuple que en el ejercicio anterior. España solo supone el 8% de su facturación.

Donar plasma es un proceso más largo que la donación de sangre convencional. Puede llevar hora y media o dos horas.

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