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«Me divirtió cambiarme los apellidos»
SOCIEDAD

«Me divirtió cambiarme los apellidos»

«Los ricos y famosos suelen estar condenados a la soledad, a vivir rodeados de una corte de pelotas o una cola de envidiosos» Jacobo Siruela Editor

ARANTZA FURUNDARENA

Domingo, 24 de noviembre 2013, 01:14

Se necesita mucha sabiduría para gestionar la riqueza y la fama, advierte Jacobo Siruela... Y no mira a nadie. Madrileño, 59 años, afincado junto a su inseparable Inka Martí en Girona, desde donde dirige Ediciones Atalanta, este impenitente lector acaba de publicar y prologar la 'Antología universal del relato fantástico'. Afable, pero escaldado, hay dos cuestiones a las que se niega a contestar el tercer hijo de la duquesa de Alba: su madre y el independentismo catalán.

- ¿Leer literatura fantástica es su principal vicio confesable?

- Para mí es el eterno deleite. Los relatos fantásticos son el eco de esa antiquísima necesidad de escuchar historias y disfrutar con ellas, y yo llevo haciéndolo 40 años.

- ¿Cómo es su primer recuerdo con un libro entre las manos?

- Mis primeros recuerdos son, claro, del Capitán Trueno, Supermán y, sobre todo, Tintín.

- ¿Cuántas horas lee al día?

- Los vicios, como usted dice, no se cronometran ni son rutinarios. Pero, pongamos que dos, o a veces cinco.

- ¿Se puede amar más a los libros que a las personas?

- Son cosas muy diferentes.

- ¿Y cuál es su relación con ellos: de amor-odio, fetichista...?

- De amor incondicional. Me acuesto todas las noches con uno.

- Para darse el lujo de vivir como editor al margen de las pautas del mercado, ¿hay que haber nacido aristócrata?

- No. Basta con tener claro lo que quieres y poseer esa loca seguridad que tiene el jugador de saber, entre comillas, que vas a acertar en tu apuesta.

- Aute me dijo una vez que se sentía como «un extraterrestre en este supermercado». ¿Le ocurre igual?

- Estoy solo parcialmente de acuerdo con Aute, porque aunque nos repugnen ciertos hábitos voraces del mercadeo, también pertenecemos de alguna manera a él. Todo responde a un factor de equilibrio. En el caso de un editor, de un equilibrio entre la cultura y el comercio, dos opuestos irreconciliables que hay que conciliar, lo cual no deja de ser irónico.

- Firma Jacobo Siruela. ¿Valora más su título nobiliario que sus apellidos?

- Nuestra madre nos ofreció a todos los hermanos cambiarnos el orden de los apellidos para que no se perdiera el apellido familiar de los Estuardo, Fitz James Stuart, y mi hermano mayor y yo decidimos hacerlo. A mí me divirtió. Además es un apellido mucho más discreto que Martínez de Irujo, que lo conoce ya todo vecino en este país. Pero lo que pasa es que nadie lo sabe pronunciar o lo dicen a medias, y es un problema. De modo que finalmente decidí firmar de esta manera. Todo un lío, ¿verdad?

- Ha dicho que la riqueza y la fama le parecen «algo aburridísimo». ¿Si volviera a nacer elegiría ser pobre y plebeyo?

- No, pero la gente tiene muchas fantasías respecto a la fama y al dinero. Muy pocos ricos y famosos son felices. Suelen estar condenados a la soledad, a vivir rodeados de una corte de pelotas o perseguidos por una cola de envidiosos. Los privilegios siempre llevan pegado lo contrario. La fama y la riqueza es una prueba compleja que requiere de mucha sabiduría para afrontarla.

- ¿Cómo le explicaría al alcalde de Marinaleda que la aristocracia y el latifundismo tienen hoy sentido?

- Le diría que todo depende de cómo se lleve el latifundio. Le diría que el comunismo ha sido uno de los fracasos más notorios del siglo XX y que en lugar de revolucionarios necesitamos hoy en día seres evolucionados en todos los órdenes sociales. Quizás estaríamos de acuerdo en algunas cuestiones, pero seguramente no en cuanto a las soluciones. No se arreglan las cosas asaltando fincas o supermercados.

- Algunos pensarán que vive 'a la rica Siruela' o del cuento...

- Siempre he sido muy independiente y desde los 26 años vivo de mi trabajo como editor. A los 50 vendí mi editorial, Siruela, con la que ya no tengo nada que ver, y me convertí en un liberto acomodado, libre de cualquier servidumbre con los usos habituales del mundo editorial. Puedo decir, aunque algunos se resistan a creerlo, que con mi trabajo he ganado la libertad.

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