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'Tres estudios sobre Lucian Freud'. Tríptico vendido hace una semana y media por 106 millones. :: REUTERS
Nadie le hace sombra a la jequesa de Catar
SOCIEDAD

Nadie le hace sombra a la jequesa de Catar

La princesa árabe se afianza como la más poderosa en el comercio del arte tras comprar el cuadro de Bacon por 106 millones

IÑAKI ESTEBANTwitter: @inakiesteban

Lunes, 25 de noviembre 2013, 10:58

A nadie ha sorprendido que las obra más cara vendida en una subasta, 106 millones de euros por un tríptico de Francis Bacon en el que retrata a su amigo Lucian Freud, haya ido a parar a la colección de la jequesa catarí Mayassa Bint Hamad al Thani. Su nombre se ha convertido en un fijo cuando se habla de récords. Fue ella quien ordenó adquirir 'Los jugadores de cartas' de Paul Cézanne por 185 millones, la que estableció la marca para Mark Rothko con 51 millones por 'Centro blanco', y la que adquirió por 14,7 una pieza de Damien Hirst, un botiquín de medicinas presentado prácticamente tal cual.

Ni siquiera los oligarcas rusos ni los nuevos ricos de China son capaces de seguir el ritmo de la jequesa. Nadie le hace sombra ni a ella ni a su talonario. Si una institución 'sagradas' como el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York tiene unos 26,5 millones para adquisiciones cada ejercicio, y Metropolitan 28,5, esta mujer de treinta años, casada y con tres hijos, ha llegado a disponer de unos 750.

Entre sus tareas está modernizar Catar, un país del Golfo Pérsico dedicado a las perlas hasta que descubrieron sus reservas de gas y petróleo en los años ochenta, que convirtieron a la familia real catarí, cabeza de una monarquía absolutista, en multimillonaria.

La princesa Mayasa Bint Hamad al Thani, hija número 14 del anterior emir del país, Hamad bin Khalifa Al-Thani y hermana del actual monarca , se preparó en los mejores universidades occidentales para ejercer ese papel.

Se licenció en Ciencias Políticas y Literatura en Duke University, una de las mejores de Estados Unidos, y prosiguió sus estudios, junto a su marido, en la neoyorquina Columbia. También pasó por la Sorbona, por lo que habla inglés y francés. Y algo de español, ya que pasó un tiempo aprendiendo el idioma con una familia en Burgos.

Alterna los trajes occidentales con la vestimenta tradicional árabe, incluido el niqab que le cubre la cabeza. Para defender esa obligación religiosa, aduce que el pañuelo y el vestido hasta los pies hace «libre» a la mujer islámica, pues por debajo puede llevar «incluso un pijama».

Sus cargos oficiales son los de presidenta de los Museos de Catar y del Instituto del Cine de Doha. Desde esos puestos pretende llevar a cabo la proyección modernizadora de su país, que ha apostado por el arte y el fútbol -será sede del Mundial en 2022 y patrocina al Barcelona- como reclamos para situar a su país como un centro de atractivo internacional.

Falta de precisión

Con su cuenta corriente como bandera, incluso los más poderosos le siguen por donde ella les manda. Para inaugurar una exposición de Takeshi Murakami en Doha, el año pasado, reunió a doscientas personas de primerísimo nivel entre las que se encontraban el coleccionista griego Dakis Joannou y el galerista número uno del mundo, Larry Gagosian, quien por cierto sólo pudo llegar a los 75 millones en la puja por el 'bacon' de récord. Para patrocinar la muestra de Hirst en la Tate Modern, también en 2012, la jequesa aportó 2,4 millones en concepto de patrocinio. Actualmente tiene una muestra en Doha.

Al igual que su vecina Abu Dabi, que acogerá filiales del Louvre y del Guggenheim, Catar se prepara para el futuro uniendo arte y turismo, ya que piensan que en unas décadas la dependencia mundial y las reservas de petróleo y gas serán menores.

Pero si Abu Dabi tiene ya bien definido su plan en cuanto al arte moderno, a los cataríes les falta esa precisión. ¿Qué va a hacer la jequesa con sus warhol, sus rothkos, sus koons, sus Lichtenstein, con el impresionante cuadro de Cézanne? No hay manera de saberlo. Sólo sospechas de que en el futuro habrá un museo de arte occidental. De momento nadie sabe si compra para ella, para la familia o para las instituciones de su país, aunque en aquella parte del mundo todos estos niveles parecen estar unidos por vínculos visibles o invisibles.

En Catar ya existe un museo de arte árabe y en 2016 se abrirá otro de carácter nacional, que enseñará a los súbditos de ese reino su historia y tradiciones. Mayassa está bien asesorada por unos profesionales que trabajaron antes en Christie's, pero no hay una línea clara que defina su colección, excepto que quiere lo más caro. Y le sobre el dinero para conseguirlo.

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