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M. ÁNGELES MORCILLO
Viernes, 29 de noviembre 2013, 10:06
Las plañideras lanzan sus alaridos al aire con el pecho roto de dolor. Cuanto más llantos y más intensos, más importancia tiene el difunto. En la antigua Roma, los funerales, 'los funus', también demostraban la clase social a la que pertenecía el finado y daba muestras de cómo había vivido.
La recreación de un funeral romano, cómo se hacía y cómo se vivía por parte de los familiares del muerto, puede verse hoy y mañana en la cripta del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida. Una escena que dura unos cuarenta y cinco minutos y en la que se representa todo el proceso, desde que la persona está agonizando hasta que se le incinera para despedirle con honra y desearle lo mejor para su otra vida. La vida eterna.
Pilar Caldera, conservadora del Museo Nacional de Arte Romano, guía con sus palabras a los espectadores para que no se pierdan ningún detalle del ritual.
En esta ocasión, se hace una revisión del mundo de la muerte en la civilización romana. Y se recrea desde la agonía hasta el enterramiento definitivo de un ciudadano romano, adaptado a la realidad arqueológica de la cripta.
La representación pone en escena un funeral, un 'funus', que se estaría desarrollando en una parte de la casa, donde tiene lugar la agonía de la persona y, después de su muerte, la exposición del cadáver.
Después se traslada a la parte de la cripta donde se localizan enterramientos. Allí se procede a la cremación del cuerpo y se da el último adiós a la persona a la que se honra con perfumes y ungüentos.
La escena representa un funeral como el que se hacía en torno al tercer cuarto del siglo I después de Cristo, atendiendo tanto al vestuario como a la realidad arqueológica a la que se hace referencia.
Incluso teniendo también en cuenta al personaje, el hermano de un legionario emeritense, licenciado de los ejércitos de Roma, por lo que es un funeral privado pero de alguien importante.
Porque no todo el mundo se enterraba de esta manera. Aclara Caldera que solo podían hacerlo los ciudadanos libres e importantes y con suficientes medios económicos como para costearse un entierro, pues no eran nada económicos.
Dos muertes
Señala que los funerales en el mundo romano tenían mucha importancia, ya que sus ciudadanos tenían más miedo a la segunda muerte que a la primera. «La primera muerte la enfrentaban con lo que había sido su vida, mirándola de frente. En cambio la segunda, el olvido, era la que más temían».
Por eso se aseguraban un funeral con todos los ritos funerarios para que su alma pudiera cruzar, sin ningún tipo de peligro, al otro lado de la vida. También se hacían monumentos funerarios para que su figura quedara en la memoria de todos.
«Ellos decían así: 'caminante, si pasas al lado de mi tumba, di mi nombre en voz alta y deséame que la tierra sea ligera'. Precisamente para que no hubiera vivido en balde», relata Caldera.
Y eso es lo que pretenden los actores que dan vida a esta representación. De alguna manera volver a recordar a todos los emeritenses que vivieron hace 2.000 años. Y que también murieron.
Las aproximadamente sesenta personas que participan en la puesta en escena de este funeral pertenecen al grupo Emerita Antiqua.
No es la primera vez que se recrea este funeral. Ya lo adaptaron y lo representaron en la Casa de Mitreo durante la pasada edición de Emerita Lúdica. Aunque es desde principios de octubre desde que están ensayando para adaptarla a la cripta del Museo Nacional de Arte Romano.
En esta ocasión se ha decidido adaptar e introducir más frases en latín que, como lenguaje original, dan mucha más fuerza a la historia que se quiere evocar.
A una historia de muerte que da paso a la vida eterna.
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