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A. GILGADO
Domingo, 29 de diciembre 2013, 09:45
En la feria de los niños de Ifeba destacan dos o tres atracciones si atendemos a su concurrencia. Ayer, el macrohinchable que recorría de punta a punta el pabellón estaba a rebosar. Según los organizadores de la feria, se trata del más grande de Europa, pero también se queda pequeño. Por espectacularidad gana la tirolina de los militares del Regimiento Saboya de la base Bótoa. El ejército de tierra se promociona entre los niños con tanques, pistas de entrenamiento y una tirolina donde los chavales podían descender como militares.
Pero más allá de las opciones de ocio, la feria también gana con el paso del tiempo un matiz educativo. Atraídos por el aluvión de niños que pasan estos cuatro días por Ifeba, los responsables de la Asociación Robótica Educativa de Badajoz decidieron en esta edición ocupar una esquina. Intentan que desde los cuatro o cinco años les guste las matemática, la física o la tecnología jugando. Con instrumentos básicos, los interesados que se detenían en la mesa de la asociación podían programar robots, montar engranajes sencillos o equipos autónomos con sensores.
La asociación robótica educativa imparte cursos de cuatro años, en los que durante cuatro horas a la semana los chicos aprenden a montar, diseñar y programar. En este curso hay sesenta matriculados, pero desde la asociación reconocen que pueden ser muchos más porque todavía no se conoce mucho.
En lo que va de feria, cuenta el presidente José Ortega, que sobre todo, los encantados son los padres porque los niños lo toman como un entretenimiento más. Preguntan, empiezan a sacar piezas y en media hora hay quien monta su robot.
Los padres, en cuanto ven el resultado, preguntan por las posibilidades de seguir fomentando la habilidad del niño.
Además de la robótica, los ensayos químicos que pone a su disposición la Universidad de Extremadura entran dentro del menú educativo.
Con recipiente llenos de líquidos descubren las reacciones que les hace cambiar de color o evaporarse.
El experimento estrella es la descomposición del agua oxigenada con permanganato potásico. Al aplicarle este compuesto, se forma dentro del recipiente un pequeño géiser y los chavales ven como se precipita el agua.
Los encargados de explicarles todos estos fenómenos químicos son Jesús, Elena y Dani. Estudian en la facultad de Ciencias del campus. En 'la noche de los investigadores' del curso pasado -donde los tres participaron- le propusieron participar en Iberocio, echaron el curriculum y llevan desde el día 26 en un laboratorio improvisado al que no paran de asomarse chavales. Tratan de acercarles a los compuestos y los estados de los cuerpos de una forma amena y divertida.
También hay opción para descubrir la capacidad musical. Varios monitores de una academia de la ciudad se dedican a explicar partirturas y canciones a quienes deciden sentarse de un teclado y probar. En el fondo, Iberocio, es sólo eso, acercarse y curiosear.
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