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¿Qué ha pasado hoy, 21 de abril, en Extremadura?
María Martí Antonio pasará las navidades en Cáceres antes de regresar al norte de Kenia. :: JORGE REY
María vuelve a sonreír en su ciudad
CÁCERES

María vuelve a sonreír en su ciudad

La joven cooperante que sufrió el atentado de Nairobi descansa unos días en Cáceres antes de regresar a Kenia

PABLO CALVO

Domingo, 29 de diciembre 2013, 09:41

«Perdona, pero hablo como una metralleta». Y la frase, además de ser cierta, revela con sus connotaciones bélicas incluidas que María Martí Antonio, la joven cooperante cacereña atrapada en un centro comercial de Nairobi cuando un grupo terrorista comenzó a disparar contra todos los ciudadanos que encontraron a su paso (72 muertos según los recuentos iniciales), ha sabido vivir estos tres meses con un episodio tan traumático como este. Sucedió el 21 de septiembre, pero María duda en la fecha exacta, otra señal en la misma dirección además de su habitual sonrisa, aunque todo eso no invalida la crudeza de su testimonio cuando recuerda el ataque. «Estaba convencida de que iba a morir», afirma.

La cooperante cacereña ha regresado unos días a Cáceres para pasar las navidades, «para reponer fuerzas porque el sitio en el que vivo es muy duro, pero también para conseguir fondos», indica, pues el proyecto de cooperación en el que trabaja, centrado en las mujeres de la zona de Turkana, al norte de Kenia, se nutre básicamente de aportaciones voluntarias. Aquel 21 de septiembre, casi tres meses después de su llegada por segunda vez al país africano, se había desplazado hasta Nairobi para renovar su estancia y decidió acudir al centro comercial Westgate («que no es de lujo como se ha dicho, algo menos que el Ruta de la Plata», precisa) a comer una hamburguesa. Y ahí María empieza a contarlo todo de forma rápida.

«Nairobi es una ciudad insegura, pero los centros comerciales están más controlados, por eso solemos acudir allí los extranjeros. Estaba comiendo cuando hubo una explosión superfuerte, estaba en el piso de arriba pero ya no se podía ver la parte de abajo. La gente empezó a correr, a gritar y yo lo que hice fue saltar a una azotea que tenía el restaurante, pero también estaban disparando ahí fuera. Volví dentro».

«Unas 30 personas nos metimos en la cocina, en una pequeña habitación contigua, y estuvimos con las luces apagadas casi dos horas en silencio. Yo era la única blanca, aunque no sé si la única extranjera. Desde allí mandé un mensaje a mi hermano porque la verdad es que estaba convencida de que iba a morir. Le puse: creo que estoy en un atentado terrorista, estoy en Nairobi, si me tenéis que localizar estoy en este centro. Pensé: por los menos que sepan dónde encontrar mi cuerpo. Suena un poco fuerte, pero es así».

Pasaba el tiempo, pero «no la sensación de pánico porque había tiroteos continuos, gente llorando, corriendo... la sensación era que se iban moviendo por los pisos y pensábamos que tarde o temprano nos iba a tocar a nosotros. La sensación de muerte segura».

Aquel escondrijo lo abandonaron María y el resto de clientes escondidos cuando «un grupo de hombres armados sin uniformes nos dijeron que saliéramos con ellos; no sabíamos quiénes eran, pero no nos quedaba otra que hacerles caso. Así salimos a calle».

«Ahora lo recuerdo con serenidad, como una experiencia que me ha marcado de por vida, pero intento seguir adelante», añade María, que acudió finalmente a una terapeuta en Nairobi para asegurarse que lo vivido no la había dejado una huella traumática. «No tengo pesadillas, pero sí he notado que si se cierra una puerta de golpe, me sobresalto más que antes».

A sus 29 años, después de estudiar Sociología, Trabajo Social y un máster internacional de globalización (y antes en las Josefinas y el instituto Hernández Pacheco), su interés por la cooperación le ha llevado a vivir temporadas en Argentina, Perú, Nicaragua, en India casi un año y Sudáfrica, aunque asegura que siente especial interés por Oriente Medio. A partir del 20 de enero regresará a Kenia, donde su compromiso es trabajar con las mujeres turkanas hasta agosto. Y espera irse con algo de financiación. «Se necesita la ayuda de quien quiera colaborar», indica.

María vive en el triángulo de Ilemi, una porción de tierra fronteriza con Sudán y Etiopía. «Turkana es la tribu mayoritaria en la zona y mi proyecto tiene una doble estrategia, una educativa a nivel de hábitos de higiene, alimentación, prevención de la violencia, potenciar la autoestima de las mujeres, crear una conciencia colectiva, etcétera; y otra linea de actividades generadoras de ingresos, centrada fundamentalmente en la artesanía. Estoy creando una red entre distintos poblados para que las cosas que hacen las mujeres tengan salidas y puedan obtener una serie de ingresos elaborando cosas típicas de la zona. Se puede decir que creando una marca turkana»..

La joven cacereña se levanta cada día a las seis de la mañana, con el sol, y se desplaza a poblados cercanos, a Kokuro, a Napeikar, para trabajar en esas tareas, dar charlas, acompañar el proyecto de salud de clínica móvil... Vive con tres españoles y dos israelíes. No se trata, sin embargo, de un espacio rural tranquilo, al contrario, está calificado como zona de conflicto por las reclamaciones de Sudán del Sur y por las «guerras entre tribus por el ganado y el agua». Al ser una zona semidesértica, y pese a los proyectos desarrollados por comunidades misioneras haciendo presas que logren optimizar los escasos recursos, quien domina el agua tiene el poder.

Dos veces

María ha regresado en dos ocasiones a Nairobi tras los atentados. «Por mi forma de ser, intentando ver siempre lo positivo, intenté volver a la normalidad lo más rápido que pude. No me planteé regresar a España porque además estoy muy comprometida con lo que hago. Le podía haber pasado a cualquier otra persona, así que he intentado asumirlo con naturalidad. Sí he regresado al centro comercial cuando vinieron mi padre y una amiga a verme. Me pareció importante para cerrar lo vivido. Ahora está vallado, lo están reformando». Tras los sucesos, opina que la sensación en el país es de mayor inseguridad. «Hay una falta de comunicación importante por parte del gobierno, ni siquiera se sabe el número exacto de muertos que hubo».

Tras un año 2013 que no será fácil de olvidar, María no sabe qué le deparará el 2014 después del verano. Llegó a Kenia «por circunstancias, conocía a una pareja que me dijo que Turkana era una experiencia increíble y me fui tres meses para tener una primera impresión de la zona viviendo con monjas. Luego me pareció genial poder volver, ayudar y que me diera cierta experiencia profesional y personal, porque aquí me fue imposible encontrar nada en el mercado laboral. Me encanta Cáceres, me encanta España, pero no hay manera de trabajar».

«Siempre me ha interesado mucho el tema de la cooperación, las relaciones internacionales», añade María, quien también hizo prácticas de formación en las Naciones Unidas de nuevo en actividades relacionadas con las mujeres. «No sé si el futuro me dará la oportunidad de volver aquí en algún momento», asegura. Y vuelve a sonreír.

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