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Los monjes budistas, en la ceremonia de purificación del día 24. Arriba, los Grégorie y los Kok, poco antes del accidente. :: AFP
El maleficio de las uvas
SOCIEDAD

El maleficio de las uvas

Monjes budistas de toda Europa rezan en un château de Burdeos para acabar con la maldición del castillo: sus tres últimos dueños han muerto en accidentes aéreos

DANIEL VIDAL

Martes, 31 de diciembre 2013, 01:10

El multimillonario chino de 46 años Kok Lam era capaz de perder la cabeza por una copita de Burdeos. Aunque nunca dejó de tener los pies en la tierra para que su imperio, tan diversificado como las estanterías de un hipermercado, siguiera creciendo como la espuma en los últimos años. Además, estaba casado con una empresaria visionaria y estratega, muy ligada al Partido Comunista, que dirige con mano de hierro los negocios de la familia en los sectores inmobiliario, turístico, alimenticio... Este mes, ambos pusieron la guinda a Brilliant, su holding empresarial, al mismo tiempo que cumplían un viejo sueño personal: comprar un viñedo en la región francesa de Burdeos y hacerse productores de vino. De su amado vino de Burdeos. Era una operación por todo lo alto: según el diario 'The Independent' y la prensa local, la feliz y exitosa pareja apoquinó unos 30 millones de euros por el Château la Rivière, a unos pocos kilómetros del pequeño pueblo de Libourne. La mayor inversión china en la historia de la zona vitivinícola más importante de Francia, además de la primera aventura empresarial del matrimonio fuera del gigante asiático.

El 'château', una de las fincas con más solera de la denominación de origen Fronsac, parecía tenerlo todo: 60 de sus 90 hectáreas están dedicadas a viñedos que producen uvas merlot, cabernet sauvignon y cabernet franc, de las que se obtienen 350.000 botellas de tinto, rosado y blanco que nunca cosechan menos de 90 puntos en las guías más prestigiosas. La joya de la corona es un palacete de 1577 que los Kok querían transformar en hotel y spa de lujo, además de promocionar el lugar como centro de turismo -también de lujo- especializado en la cata de vino de Burdeos y en la de té rojo, que la familia cultivaba en su región natal, Yuann. Después de recibir las llaves del recinto de manos del anterior propietario, James Grégorie, y con presencia del alcalde de Libourne -los vecinos recibieron al magnate como si fuera Míster Marshall-, el empresario explicó emocionado que su proyecto, más allá de lo pecuniario, era «fomentar el intercambio cultural entre Francia y China». Kok se convertía así en uno de los muchos potentados asiáticos que en los últimos cuatro años han invertido en la región con la compra de más de 30 propiedades. En esta ocasión, Grégorie tenía preparada una sorpresa especial para su socio: un paseo en su helicóptero Robinson 44 para sobrevolar sus flamantes dominios.

Miedo a las alturas

En el aparato se montaron el propio James Grégorie -a los mandos-, Kok Lam y Peng Wang, el hombre de confianza del matrimonio en Francia. La cuarta plaza era para Liu, su esposa, aunque en el último momento la empresaria se lo pensó dos veces, alegó miedo a las alturas y se echó atrás. Su puesto lo ocupó el hijo de los Kok, de 12 años. Poco después de que el R44 despegara desde el helipuerto de la finca y ganara altura, la nave se precipitó por causas desconocidas contra el gélido y caudaloso río Dordoña, que diez días después del siniestro solo ha devuelto el cadáver del pequeño. La muerte de Kok Lam y de James Grégorie, los dos últimos patronos del Château la Rivière, ha hecho desempolvar de las hemerotecas el accidente mortal que también sufrió el anterior dueño de la propiedad: en 2002, Jean Leprince -que compró la finca en 1995- se estrelló con su avión privado tras despegar de un pequeño aeródromo cercano.

Quizá la viuda no conocía este pequeño detalle antes de rechazar la invitación. O quizá sí. Lo cierto es que Liu, que ya ha anunciado que las muertes de su esposo y su hijo «no van a ralentizar el curso de los negocios», no ha perdido el tiempo y se ha curado en salud para acabar con la maldición del 'château'. Así, ha contratado a una legión de monjes budistas que han viajado a Burdeos, desde toda Europa, para participar en una ceremonia de purificación del lugar que se realizó el mismo día de Nochebuena, y que fue presidida por la propia Liu. Poco importó que hace casi cinco años, los anacoretas de un templo budista de más de 1.600 años de historia de Chongquing declararan la guerra a los Kok por su intención de construir un spa de lujo (otro) en las inmediaciones del recinto sagrado. Al final, la empresa Brilliant les venció a golpe de talonario. El mismo que la señora Liu ha vuelto a sacar de paseo para 'limpiar' los viñedos del supuesto maleficio.

Aunque en principio no hay pruebas que la incriminen en el accidente, Liu se ha convertido en el centro de las teorías conspiratorias que la señalan como la muñidora del siniestro y del ritual expurgatorio posterior. Ella, que ha heredado una fortuna de 585 millones, fue el verdadero cerebro de la operación que tantas ilusiones había despertado en el bueno de su esposo. Un chino forrado que solo perdía la cabeza por el vino de Burdeos: el mismo por el que al final también perdió la vida.

Las exportaciones del vino de Burdeos crecen sin parar en los últimos años gracias a la querencia de los chinos por los artículos de lujo. China y Hong Kong compraron el año pasado 71 millones de botellas de Burdeos, el 10% de la producción total.

Desde 2009, más de 30 castillos y viñedos franceses han sido comprados por inversores chinos y hay otras 20 operaciones a punto de cerrarse.

millones de euros pagó Kok por el 'château'. La mayor inversión china en la historia de la región.

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