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A. G.
Miércoles, 8 de enero 2014, 01:07
José Romero ingresó en el seminario a los catorce años. Hijo de un agricultor de la Zarza se pagó sus estudios trabajando de camarero en la Costa Brava o recogiendo peras como jornalero. Ayer recibió su insignia de plata por los 25 años de sacerdocio. En este tiempo ha aprendido a multiplicarse. Lleva las parroquias de La Haba y Magacela además de ejercer de capellán en el Hospital de Don Benito-Villanueva de la Serena. Antes pasó por Zalamea y Esparragosa de la Serena.
Dice que en todos los pueblos que ha vivido siempre ha encontrado apoyo para sus proyectos. En Esparragosa reconstruyó la iglesia casi por completo y en la Haba ha rehabilitado un antiguo convento como casa parroquial para actividades pastorales.
Se ve como un cura del siglo XXI que se preocupa por la cercanía y el servicio a los más desfavorecidos. «Merece la pena ser sacerdote», resume. En el Hospital de Don Benito tiene un contacto diario con los enfermos y se preocupa de que a las familias que pierden a un ser querido tengan un refugio espiritual al que acudir.
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