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TANIA AGÚNDEZ
Miércoles, 8 de enero 2014, 10:07
Lejos de desaparecer de las calles de Badajoz, el fenómeno del 'traqueteo' ha resurgido de nuevo en el centro de la ciudad. Numerosas baldosas de granito instaladas en el paso de peatones que conecta la plaza Minayo con la calle Obispo (cruce con Juan Carlos I) se encuentran rotas y levantadas, provocando un ruido similar al traqueteo del tren cuando los vehículos pasan por la zona. Este paso se incluyó como parte de la plataforma única cuando se realizó la obra en Minayo a mediados de 2011 y, al igual que ocurrió con el paso de cebra de Pedro de Valdivia, en esta parte también se están registrando numerosos problemas con las losetas.
Gran parte de ellas se encuentran agrietadas y completamente rotas. Los daños originados principalmente por el tránsito de tráfico rodado (coches y vehículos pesados), se han agravado durante las últimas semanas debido a la lluvia caída en la ciudad. El agua y la circulación provocan el desgaste de las juntas, lo que hace que las losas se suelten y se partan.
Los operarios municipales del área de Vías y Obras trabajaban ayer en el cruce de Juan Carlos I con la calle Obispo para arreglar los desperfectos. Las tareas durarán varios días y consisten en fijar las baldosas al firme con una cola más fuerte.
En condiciones parecidas se encuentra la parte de la plataforma única de la calle Minayo en el cruce con Juan Carlos I. La situación es la misma. Las losetas, en este caso de pizarra, se han roto y muchas están sueltas, quebradas y hundidas. Para los conductores de los vehículos el estado de la calzada ocasiona molestias, ya que las baldosas se mueven cuando atraviesan esta intersección.
Pero la plataforma única de Menacho también ha sufrido daños a la altura de los cruces con las calles Guardia Civil y Vasco Núñez, donde los operarios del Ayuntamiento de Badajoz ya han tenido que intervenir para reparar los desperfectos en el firme. En estos casos la causa también ha sido la circulación y el peso de los vehículos. En el paso de cebra de Pedro de Valdivia se actuó hasta tres veces. En las dos primeras se repusieron las losetas que se habían partido, pero fue en la tercera obra cuando se dio una solución definitiva al problema. Se demolió toda la estructura y se extendió una cimentación con hormigón armado y una mallazgo (malla metálica) de acero para después colocar adoquines de granito y piedra de color calizo.
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