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ANTONIO CORBILLÓN
Jueves, 16 de enero 2014, 01:05
La sangre no es roja. Una imagen no vale más que mil palabras. Son dos tópicos que han desmontado los equipos que trabajan en una de las profesiones más macabras pero también necesarias. Hace unos días, el cuerpo momificado de una mujer ni siquiera anciana (68 años) apareció en un piso aparentemente cerrado del Casco Viejo de Bilbao. Nadie echó de menos a Trinidad Figueroa para comerse las uvas en las últimas dos navidades. Más de dos años y medio embalsamada en su cama, boca arriba, sin que ni su familia la reclamara. Cada vez son más habituales casos como éste, suicidios caseros, crímenes en el hogar, muertos enterrados en su propio desarreglo emocional y sus basuras (síndrome de Diógenes).
Cuando policías, forenses y jueces rematan su trabajo, queda una labor de limpieza que casi nadie está preparado para realizar. Y mucho menos las familias de los afectados, a las que todos los expertos suelen aconsejar que eviten en lo posible el lugar de los hechos. «La desinfección de una casa es más importante incluso que su limpieza porque muchas veces no se conocen las causas exactas de la muerte», reflexiona Miguel Merino. Tras 10 años recogiendo cadáveres para una funeraria, comprendió la desesperación de aquellos casos traumáticos, de muertes reconcentradas en un espacio viciado. «¿Y qué hacemos con esto? ¿Quién se lo lleva?», no dejaban de preguntarnos los familiares. Si fuera una película como 'Pulp Fiction', llamarían al Señor Lobo, aquel que dejaba como nuevo el interior de un coche con los restos de un disparo accidental. Pero es la vida real. Así que Merino se decidió a dar el paso y especializarse en lo que en el sector llaman 'limpiezas traumáticas'. Una parcela que no aparecía en ningún epígrafe oficial. «Esto no es como Estados Unidos (a donde acudió su empresa a conocer el 'oficio') y no se exigen documentos de desinfección». Ahora, Sanidad ha creado un certificado específico después de que Def Limpiezas Traumáticas, la empresa de Merino y su socia, les abrieran los ojos. Miguel no olvida ningún caso porque no hay dos iguales pero tiene muy fresco el último: un anciano ahogado en su propia sangre que no logró llegar al botón de aviso de la teleasistencia. «Llevaba cinco o seis días muerto». En casos como éste, la empresa se compromete a una limpieza «en la medida de lo posible», porque hay situaciones en las que no hay producto tóxico que elimine los restos de un disparo a bocajarro en cuadros, alfombras, telas o tarimas de madera.
«En algunas situaciones habría que derrumbar el inmueble para garantizar la limpieza. Muchas veces sabemos ya en qué piso es solo con llegar al portal», asegura Rubén Sánchez, cuya empresa, que se ubica en Barcelona, es la segunda y última en toda España que oferta este servicio a la carta en su hoja de prestaciones. Y ambos coinciden en lo mismo. «En nuestro caso, no es que una imagen valga más que mil palabras. Es que el olor vale más que mil imágenes. No se te va nunca», destaca Merino. «Es cierto. Es peor que peor. No hay dinero que pague esto. Nuestro cuerpo a nivel externo podrá ser muy atractivo. Pero por dentro podemos ser una acumulación de ácidos, grasas, tejidos y sangre, cuya combinación es un cóctel explosivo... y asqueroso», remacha Sánchez, gestor de la catalana Profi-net.
Hace falta mucho estómago, incluso profesionales de los quirófanos lo han acabado dejando, y marcar distancias para insensibilizarse. Cuando nos llaman «no queremos saber casi nada y conocer las menores circunstancias posibles para no crear ese vínculo emocional», insiste Sánchez. Pero, ni los trajes transpirables de dentro afuera, ni sus mascarillas o los litros de colonias con que se impregnan el cuerpo acaban por ser suficientes. «He llegado a estar semanas sin comer carne», admite el profesional.
Ozono contra el mal olor
Cada una de estas empresas recibe de media un encargo semanal. Una cifra mínima si se revisan las frías cifras del Instituto Nacional de Estadística. El suicidio hace años que es la primera causa de muerte no natural en España con más de 3.200 al año. Las muertes por trastornos mentales y del comportamiento superan las 12.000. Bastantes de esos 15.000 decesos ocurren en casa, aunque muchos tal vez no alcancen a necesitar a los 'limpiadramas'. Ahora hay normativas de todo tipo, como el nuevo certificado obligatorio de eficiencia energética de los hogares. Pero, ¿cómo se garantiza la habitabilidad de un piso en el que ha ocurrido un episodio así? Ninguna normativa exige asepsia alguna para vender o alquilar una casa. Y no todo el mundo está dispuesto a gastarse cifras que pueden oscilar entre unos cientos de euros por desinfectar un pasillo o entre 4.000 a 6.000 por un piso entero o un chalé de varias plantas.
Como en otros sectores, el intento de ahorro a veces sale muy caro. Frente a los institutos anatómicos forenses y a las funerarias proliferan las ofertas de limpieza. Empresas que «con los mismos medios rebañan los restos de sangre o friegan un portal». Si limpiar la sangre que llega a filtrarse a los pisos contiguos es complejo, limpiar un ambiente viciado lo es más. «¿El olor está en el ambiente. ¿Con qué producto se limpia eso?», lanza al aire Miguel Merino. De momento solo hay un arma para combatirlo: el ozono, que descompone las bacterias del aire para aspirarlas en el suelo después. Lo que nunca podrá llevarse la aspiradora son las sensaciones que dejan estos trabajos mortuorios.
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