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James Dutton, de 59 años, es el nuevo gobernador de La Roca.
Los marines vuelven al Peñón
SOCIEDAD

Los marines vuelven al Peñón

El nuevo gobernador de Gibraltar es un distinguido militar del regimiento que conquistó la Roca en 1704. James Dutton dirigió la fuerza anfibia que tomó Irak

ÍÑIGO GURRUCHAGA

Jueves, 16 de enero 2014, 01:09

El primer gobernador de Gibraltar tras su conquista por una flota anglo-holandesa era de Hessen, en la Alemania de hoy, y una placa en la iglesia de los Josefinos de Barcelona recuerda su enterramiento, como Jordi de Darmstadt, en lo que, en 1705, cuando murió en una batalla para tomar Montjuic, era el Convento de Santa María del barrio de Gracia. El príncipe Jorge de Hesse y Darmstadt había sido virrey de Cataluña en el reinado del último Habsburgo, Carlos II, y tras la cesión del trono por éste a un miembro de la dinastía francesa de los borbones, Felipe V, regresó a Austria donde el emperador Leopoldo le nombró jefe de las tropas que querían devolver la corona española a los Habsburgo, en la persona de su hijo, el archiduque Carlos.

La conquista de Gibraltar fue sencilla. La flota anglo-holandesa quiso atacar a la francesa en Toulon e intentó conquistar Barcelona pero, tras sendos fracasos, le bastaron unos cuantos cañonazos y la retención de curas, mujeres y niños que se habían refugiado en Punta Europa por infantes de marina desembarcados para lograr la rendición del desarmado Diego de Salinas, último gobernador español.

Aquella flota estaba formada por 'marines' ingleses y holandeses. Y uno de los ingleses, John Shrimpton, fue gobernador de la plaza durante el asedio para recuperarla, tras la breve jefatura de Henry Nugent, un católico irlandés que había perdido contra los holandeses la guerra religiosa en su país y se alistó con los Habsburgo. Tuvo una conflictiva relación con su segundo, el 'marine' inglés Edward Fox.

El cuerpo de infantería de marina, conocido ahora como los Royal Marines, tiene en su insignia, sobre su lema 'Per Mare, Per Terram', un globo del mundo y dos laureles, y bajo el león y la corona, una sola palabra, Gibraltar. El nuevo gobernador de lo que los británicos llaman Territorio de Ultramar y que los llanitos resienten que se describa como colonia es un excomandante general de los Royal Marines.

La carrera militar del teniente general sir James Benjamin Dutton, que en febrero cumplirá 60 años, ha combinado puestos en la OTAN y en el Estado Mayor del Ejército británico. Ha desempeñado roles de liderazgo en Afganistán. En la noche del 20 de marzo de 2003, dirigió la fuerza anfibia de 'marines' británicos y americanos que inició la invasión de Irak desde Kuwait, con un rápido ataque hacia la península pantanosa de Al Faw para asegurar las instalaciones petrolíferas del acceso iraquí al golfo Pérsico.

Y, tras una brillante carrera militar y un par de años trabajando en el Golfo y en África para un gigante americano de la construcción y la ingeniería, Dutton ha jurado su cargo como gobernador de Gibraltar, un puesto cuyas funciones han sido drásticamente reducidas, en el que los asedios son invasiones marítimas de la Guardia Civil, colas en la verja y palabras destempladas.

Defensa y seguridad

El problema español con Gibraltar son dos. El primero, que los británicos se han negado a devolverlo desde la conquista en 1704. El segundo, que la población auxiliar de lo que muy pronto se convirtió en una base militar fue ganando derechos frente al todopoderoso gobernador hasta reclamar que es ella la que tiene la última palabra sobre ese territorio.

La rebelión comenzó en la Segunda Guerra Mundial, cuando el gobernador, Clive Liddell, evacuó a la población que no era indispensable ante el peligro de ataque. Sus sucesores tuvieron que responder a las demandas de una Asociación para el Avance de los Derechos Civiles, que, liderada por el abogado Joshua Hassan, lograría la creación de un embrión de autogobierno civil.

Ese proceso de democratización paulatina de la vida gibraltareña ha desembocado en la Constitución de 2006, que deja al gobernador con responsabilidad exclusiva sobre la defensa y la seguridad del Peñón y con el desempeño de un papel ceremonial como jefe de Estado en representación de la corona.

El puerto de Gibraltar es ahora una base logística importante para buques de las armadas británica y estadounidense y un lugar de observación del tráfico marítimo en el Estrecho. Tras las revelaciones de Edward Snowden, es tentador especular que el acceso a los cables submarinos para telecomunicaciones que emergen en Gibraltar tiene más importancia que el viejo puesto de escuchas.

Hubo entre 1997 y 2003 dos gobernadores civiles -Richard Luce, que fue ministro de Margaret Thatcher y chambelán de la reina, y David Durie, un alto funcionario-, pero son las excepciones en la tradición de que el gobernador sea militar y, como tal, añada a ese papel el de comandante en jefe de las fuerzas en su jurisdicción.

El papel del nuevo gobernador en la actual crisis diplomática será discreto. Enviará al Foreign Office y a la Casa Real sus informes sobre la situación y defenderá, como un cargo políticamente neutral, la posición de su Gobierno. Ya lo hizo nada más desembarcar, saludado por 17 salvas de cañón, del buque insignia de la Royal Navy y joya de los Royal Marines y dirigirse al Parlamento para jurar su cargo, antes de ocupar su residencia, The Convent.

Dutton habló de las incursiones en «aguas territoriales» gibraltareñas, de colas inaceptables y del hasta ahora tradicional compromiso británico de no llegar a acuerdos de soberanía sin acuerdo de los gibraltareños: «Gran Bretaña también ha afirmado, pública y repetidamente, que nunca entrará en un proceso de negociación con España sobre la soberanía de la Roca sin el permiso de Gibraltar».

Ese cambio (que modifica unilateralmente el tratado de cesión y que fue decidido por Londres cuando el anterior Gobierno español entablaba un diálogo trilateral para desarrollar el mutuo entendimiento) está en la raíz de la última disputa con los llanitos y es ya la nueva posición oficial de los marines que conquistaron el Peñón.

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