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El tenis se derrite
SOCIEDAD

El tenis se derrite

Mareos, alucinaciones y calambres. El calor extremo, por encima de los 40 grados, es un martirio para los jugadores del Abierto de Australia

FERNANDO MIÑANA

Martes, 21 de enero 2014, 11:06

Durante un peloteo en una de las canchas de extrarradio del Melbourne Park, Frank Dancevic creyó ver a Snoopy. ¡A Snoopy! El sol achicharró de tal forma la sesera del tenista canadiense que terminó delirando. «Vi a Snoopy y comencé a alucinar». Dancevic no está loco. Ni tomó nada raro. Su problema, como el de todos los jugadores que están disputando el Abierto de Australia, es el calor insufrible, por encima de los 40 grados, que está derritiendo las pistas desde el primer día.

Desmayos, mareos y calambres se suceden en el primer Grand Slam del año. Una ola de calor que se alargará hasta hoy como mínimo está poniendo a prueba la resistencias de los tenistas. Unos se lo toman con resignación, como el gélido Roger Federer, quien se consuela pensando que el de enfrente estará igual que él. Aunque el campeón suizo no se pudo ni sentar en un descanso de lo que quemaba la silla. Así que cogió y se fue a un fondo con sombra. En el otro bando están el tenista que vio a Snoopy y muchos otros. «No lo van a cambiar hasta que no muera alguien ahí fuera», se quejó Dancevic después de haber estado apoyado en una barandilla al quedarse en blanco por un golpe de calor en la pista 6.

Y hasta hay quien se lo toma a chiste. «Si pones un huevo en la pista te puedes hacer el desayuno», bromeó el francés Jo-Wilfred Tsonga tras su partido de la primera ronda, cuando se retiraron nueve jugadores, igualando el tope que marcó la primera ronda del US Open de 2011. La curiosidad picó a un fotógrafo del 'USA Today' y ayer se llevó una sartén a la cancha, partió dos huevos y comprobó si se podían freír sin ayuda del fuego. Tsonga vio la imagen y la tuiteó junto a un comentario jocoso: «Compañero, ¿me podrías pedir un t-bone (un filete)?».

A quien no le hace ni pizca de gracia jugar acechando el récord de 2009 (45,5º) es a Rafa Nadal. «En estas condiciones, jugar partidos al mejor de cinco sets me parece un poco excesivo, peligroso para la salud», afirmó el número uno del mundo. Craig Tiley, el director del torneo, ni se inmuta. Como Tim Wood, el responsable médico de enormes bigotes, quien hizo una desafortunada alusión a los africanos que desde tiempos inmemoriales cazan antílopes en los altiplanos «durante ocho horas bajo estas condiciones».

Hasta el cuarto día no activaron la política de calor extremo, un protocolo para prevenir sustos y que incluye, como sucedió ayer, la suspensión de los partidos o, un privilegio exclusivo de las mujeres, descansos de 10 minutos entre el segundo y el tercer set. Este mecanismo de prevención se pone en marcha en función de una ecuación con tres variables: temperatura, humedad y velocidad del viento. Y antes de ayer, los jugadores solo habían padecido un calor seco.

Canchas fresquitas

Nadal protesta y Federer se pone místico, pero ambos se beneficiaron de formar parte de la aristocracia del tenis, la que juega siempre en las pistas centrales y que ayer, después del toque de queda, vio como sus canchas se cubrían por un techo retráctil y se encendía el aire acondicionado.

El resto, a sudar, a protegerse como puede, con coronas de hielo envueltas en una toalla que enroscan alrededor del cuello, sobre los hombros, mientras los espectadores resisten, estoicos, en sus butacas. Salvo los que visitan el Rod Laver Arena y el Hisense Arena, los dos lujosos estadios del Melboune Park. A ambos se les sumará en 2015 el Margaret, una tercera cancha con cubierta retráctil. El primero, un emblema del Grand Slam, se construyó en 1987 y fue inaugurado en enero del siguiente año con el torneo y, un mes después, con un concierto de AC/DC. Porque el Rod Laver, que en 2000 tomó el nombre de este australiano tricampeón del Grand Slam de su país, con aforo para 14.820 espectadores, acoge todo tipo de deportes y todo tipo de eventos.

El país está sudoroso por esta masa de aire caliente que ha llegado a la costa procedente del Outback, el gigantesco desierto del corazón de la isla. Los periódicos australianos han mandado este fenómeno a las primeras páginas de sus ejemplares. El 'Herald Sun' llevaba un 44º enorme en su portada y en la de 'The Edge' se podía leer, en grandes caracteres, 'Unbearable' (Insoportable) junto a la foto de un oso refrescándose con un bloque de comida congelada.

A todo esto hay que sumar el agujero de ozono que te corroe la piel y que obliga a la organización a entregar protección de factor 50 a los periodistas cuando recogen su acreditación. El público, que ya se lo conoce y va prevenido, aprovecha las fuentes y los ventiladores para refrescarse. Pero los que peor lo pasan son los tenistas. Ya lo dice Tommy Robredo. «Mucho respeto a todos los jugadores y valientes que están viendo el Open. Es salir fuera y el calor te da un puñetazo tremendo».

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