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CLAUDIO MATEOS
Sábado, 8 de febrero 2014, 01:27
Rafael Robles García, el prófugo de 53 años cuya búsqueda ha movilizado en los últimos días a todas las fuerzas de seguridad de Extremadura, falleció ayer durante su detención por parte de la Guardia Civil en la finca El Espartal, situada en la falda de la sierra a dos kilómetros del casco urbano de Plasencia en dirección al Valle del Jerte. Había sido acorralado en un cobertizo tras abandonar cerca de allí el coche en el que venía huyendo perseguido por la policía desde Jaraíz de la Vera. Robles es el presunto autor del asesinato en Badajoz este jueves de Manuel Tejeda Carmona, de 57 años, y también del asalto y disparos a un joven y su bebé que resultaron ilesos el pasado 22 de enero en Plasencia. La Policía Nacional y la Guardia Civil sospechan que también pueda estar detrás del asesinato la semana pasada de un joven en Cazalegas (Toledo), cuyo vehículo apareció el martes carbonizado en Badajoz.
La información ofrecida inicialmente por la Delegación del Gobierno en Extremadura tras la captura fue que Rafael Robles pudo sufrir un infarto que le habría causado la muerte en el momento de la detención, una vez que los agentes ya le habían reducido y esposado. Sin embargo por la tarde, el delegado, Germán López Iglesias, confirmó que los agentes llegaron a efectuar disparos y que el cuerpo del fallecido presentaba un tiro en la espalda, en la zona del omoplato. López Iglesias no se pronunció sobre si esa fue la causa directa de la muerte, lo cual no se sabrá con certeza hasta que se practique la autopsia. Los propios agentes intentaron reanimarle, pero murió casi en el acto.
Persecución desde Jaraíz
Los acontecimientos que propiciaron la captura y posterior muerte de Rafael Robles se precipitaron cuando, a primera hora de la mañana de ayer, una pareja de agentes vio por la zona de Jaraíz de la Vera el Ford Focus blanco ranchera que había desaparecido el jueves del lugar del asesinato del vecino de Badajoz. Comenzaron a seguir al coche, pero el conductor se percató y emprendió la huida a toda velocidad por la Ex-203 en dirección a Plasencia. Se inició una persecución. Aproximadamente un kilómetro antes de llegar a la rotonda de entrada a la ciudad, el fugitivo se desvió a la derecha por un camino que da acceso al convento de Las Carmelitas, en la sierra de Santa Bárbara. Cuando ya no pudo avanzar más a causa de la vegetación, abandonó el vehículo y huyó a pie por los olivares de la zona.
A partir de ese momento se puso en marcha un impresionante dispositivo de rastreo en el que participaron 80 agentes de la Policía nacional y 50 de la Guardia Civil, con el apoyo de la Policía Local de Plasencia. La búsqueda se centraba en la ladera de Santa Bárbara, por donde había huido el sospechoso, y las orillas del río Jerte, muy cerca del casco urbano, pero los controles se extendieron por todo el norte de Plasencia y los accesos a la ciudad, donde prácticamente en cada rotonda había presencia de la Policía o de la Guardia Civil. Los coches eran inspeccionados desde fuera, mientras que agentes protegidos con chalecos antibalas revisaban tomando grandes precauciones la carga de todas las furgonetas y camiones que detenían por si el prófugo se escondiera en una de ellas. Dentro del casco urbano, las calles donde el despliegue policial se intensificó de forma más evidente fueron Dolores Ibárruri y sus alrededores. Había varios agentes con potentes prismáticos subidos en la azotea del edificio Múltiples, desde donde se tiene una amplia visión de las orillas del Jerte y de la parte de la sierra de Santa Bárbara donde se le buscaba.
Paseo del río
El paseo del río, muy utilizado todas las mañanas a esas horas por paseantes, ciclistas y corredores, fue peinado en ambas orillas desde el Puente Nuevo, en el parque de La Isla, hasta la presa del Jerte por numerosos efectivos de la Guardia Civil. En el caso de que Rafael Robles hubiera intentado buscar refugio en Plasencia, el acceso lógico era por alguno de los puentes y plataformas que atraviesan en el río por esa zona.
El dispositivo se prologó durante varias horas a medida que la preocupación y el nerviosismo por lo que estaba ocurriendo se iban apoderando de la ciudad, que asistía atónita a un despliegue de seguridad como no se recuerda otro en Plasencia. Las redes sociales y el sistema de mensajería instantánea WhatsApp eran un hervidero de rumores y especulaciones sobre los detalles de lo que ya en ese momento todo el mundo sabía, que era la búsqueda del presunto asesino, además por una zona en la que hay numerosas residencias de campo particulares. La información oficial en torno al mediodía, facilitada desde el Ayuntamiento de Plasencia, era que efectivamente el fugitivo estaba siendo acorralado por la zona de la sierra.
Alrededor de las doce y media de la mañana comenzó a prestar apoyo aéreo un helicóptero de la Guardia Civil. Ya entonces todas las fuentes apuntaban a que la captura era inminente. La confirmación llegó poco después de la una. Agentes de la Benemérita localizaron al presunto asesino en una especie de cobertizo de la finca El Espartal, a la que se accede desde la N-110 por un camino situado frente al restaurante La Caleta. Los guardias civiles, según explicó el delegado del Gobierno, realizaron varios disparos y lograron acercarse lo suficiente como para reducirle. No se ha aclarado si el fugitivo llegó a disparar o no algunas de las dos armas cortas que llevaba encima. Otra se la había dejado dentro del coche. Según el delegado del Gobierno, una vez esposado cayó de rodillas quejándose de un dolor en el pecho, y se desmoronó en el suelo. Como no sangraba, los agentes no se percataron de que tenía un disparo en la espalda hasta que lo descubrió la forense, siempre según el relato ofrecido por López Iglesias.
En algunos lugares de la ciudad especialmente sensibles se vivieron momentos de gran tensión antes de llevarse a cabo la captura. Cerca del punto en el que Rafael Robles abandonó el Ford Focus, en la sierra de Santa Bárbara, se encuentra la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre, donde ayer por la mañana había numerosos trabajadores, internos y también familiares que acudían a recogerlos para llevarles a casa el fin de semana. Cuando llegó hasta allí la noticia de que el prófugo andaba por la zona cerraron las instalaciones a cal y canto, e incluso llegaron a pedir escolta policial para regresar a Plasencia. Además, este periódico ha podido constatar a través de los directores de los centros educativos que hubo padres que, alarmados por algunos de los rumores truculentos que se extendían como la pólvora, acudieron al colegio para llevarse a sus hijos a casa. Fueron, no obstante, casos muy puntuales.
Cuando se conoció el desenlace de la persecución la calma regresó poco a poco a la ciudadanía, que comenzó a compartir las informaciones, ya oficiales, que anunciaban que el fugitivo había sido detenido. Poco después se supo que en realidad estaba muerto.
El cuerpo del presunto asesino permaneció algunas horas la finca -en la que se congregaron varias decenas de miembros de las fuerzas de seguridad en los minutos posteriores al desenlace- hasta que acudió la forense para certificar su muerte y se procedió al levantamiento. La Delegación del Gobierno no ha informado sobre su destino, aunque lo normal es que fuera trasladado hasta Cáceres para la autopsia.
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