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NATALIA REIGADAS
Jueves, 13 de febrero 2014, 12:34
A las diez de la mañana de hoy abrirá la taquilla de la plaza de toros para vender las entradas del concurso de murgas. Su precio es de 6 euros en anfiteatro y 9 en butaca de patio, pero tienen un coste adicional: mojarse. Los que las consigan habrán dormido al menos una noche bajo la lluvia. Algunos incluso dos. La afición a acudir al López de Ayala durante el certamen ha convertido la cola de las entradas en una tradición más del Carnaval de Badajoz.
María Gutiérrez es una veterana en la primera fila de la cola. Comenzó cuando se vendían en el teatro. «Iba con una silla y una manta». Ahora, María acude a hacer cola con un grupo de personas que montan una auténtica casa junto a la taquilla. Bajo una carpa tienen dos calefactores, luces, mesas, sillas, mantas, almohadas y una caja de herramientas. «Por si se estropea algo. Las dos primeras carpas se nos han caído por el viento al intentar montarlas». Esta pacense se toma con humor y paciencia las dificultades de la cola, «ya estoy 'jarta' de dormir en una silla» y se queda con lo bueno.
«Hay mucho ambiente, especialmente por la noche. Es una fiesta. Se acerca mucha gente de las murgas a saludarnos», admite una de sus compañeras de grupo, Patricia Martínez, de la murga Las Sospechosas. Curiosamente, entre los que hacen cola hay muchos murgueros. Como Patricia, explican que reciben dos entradas el día que actúan y que están conformes, pero siempre necesitan más. «Una para tu padre y otra para tu madre, pero tienes más familia, amigos y tú misma quieres ir a ver a otras agrupaciones».
Los murgueros son, a la vez, sus mejores aficionados. Así lo corroboran Alberto García y José Escobar, que ayer estaban montando su tenderete en el séptimo grupo de la cola. «Siempre gusta ver a todos los compañeros». En cuanto a la cola, estos pacenses indican que es la mejor manera de asegurarse una entrada aunque suponga dormir a la intemperie. En su caso, bajo una lona.
Eso sí, la mayor parte de los que forman la cola pide mayor control municipal para evitar que la gente se cuele, ya que hacen un sacrificio importante. Por el momento, se organizan entre ellos elaborando una lista. Cada grupo controla que el de delante mantenga a sus miembros, aunque pueden hacer turnos. «Pero tienen que pasar la noche», añaden los miembros de Los Zarigüellas, quienes denuncian que siempre hay alguien que llega por la mañana y consigue la entrada sin esfuerzo. En los grupos se van turnando según su horario de estudios o de trabajo. «Yo me marcho luego, me ducho, voy a trabajar y vuelvo para la noche», pone como ejemplo María Gutiérrez que trabaja en un restaurante de comida rápida.
Por Internet
Todo este esfuerzo tiene un doble premio: por un lado, ver el concurso en directo; por otro, la convivencia que comparten estos aficionados, que han convertido la cola en otra celebración. Eso sí, la mayoría coincide en que parte de las entradas deberían venderse por Internet para los que no pueden ir en persona. «Esto tiene ambiente pero hay quien no puede venir. Yo no tengo posibilidad de hacer la cola para la semifinal y la final por ejemplo», se quejaba ayer Sara Lorenzo, de la comparsa Balumba.
Este año, el Ayuntamiento trató de negociar que se vendiesen parte de las entradas por Internet, pero no llegó a un acuerdo con la empresa distribuidora. Es la cuenta pendiente para los carnavaleros que no pueden hacer cola.
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