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El sueño suizo
SOCIEDAD

El sueño suizo

Sueldos base de 3.000 euros y el kilo de pollo a 20. Así es 'El Dorado' para 85.000 españoles. Loly Bolay ha llegado a presidir el Parlamento, «pero en la frontera me miraron los dientes como a un caballo»

FRANCISCO APAOLAZA

Domingo, 16 de febrero 2014, 01:05

Durante una comida de trabajo, Asun Monfort (San Sebastián, 1976) escuchó a uno de sus compañeros decir que esperaba el día en que ella llegara más pronto que él a la oficina. Otro día, en una clase de ballet, se mareó y dejó de dar piruetas. Entonces su profesor dijo en voz alta que era algo normal «porque era española». «En Suiza hay un prejuicio que determina que somos gente vaga», admite, aunque precisa que en los siete meses que lleva en el país pesan «muchísimo más» las cosas buenas que las malas. «Llegar aquí ha sido como caer entre algodones. Los suizos me han ayudado, me han puesto las cosas más fáciles». Es una de los 85.000 españoles que se buscan la vida en un país rico, tranquilo y práctico que adora las votaciones populares. Quizás demasiado práctico y con demasiada democracia directa: el domingo pasado, el 50,3% de los votantes apoyaba limitar la entrada de los europeos a su mercado laboral.

Sería extraño que a Asun la mire alguien por encima del hombro. Es la portadora de uno de esos cerebros que se le han escapado a la ciencia española como un anillo por el desagüe del lavabo. Trabajaba en la Universidad de Cambridge hasta que ficharon a su equipo en la Universidad Técnica de Zurich, donde investiga aplicaciones terapéuticas con células madre desde hace siete meses. Ella es el ejemplo del sueño suizo. Se guarda los ceros de su sueldo, pero es «tres veces lo que cobra un investigador en España» y la vida es el doble de cara. Vive en un apartamento de 50 metros, paga cien euros de seguro mensual, sale a cenar con los amigos en una ciudad «divertida» y los fines de semana se acerca a la montaña a esquiar, cada vez a una estación. Hay tantas que todavía no ha repetido.

La vida le llevó a Zurich sin que Asun lo buscara, pero un buen sueldo es un paraíso perdido para muchos españoles, no solo investigadores. Un país con una tasa de paro del 3,5% es 'El Dorado' de los que tienen que buscarse las patatas en una sociedad con más del 25% de desempleo. Por la teoría de los vasos comunicantes, la crisis en los países pobres llena las fronteras de los ricos. Ya pasó en los años 60, cuando un franco eran 14 pesetas y ocurre ahora, cuando son 134. No todas las historias de españoles son tan felices como la de Asun. Loly Bolay (Corme, A Coruña, 1951) los ha visto en los últimos meses llenando los albergues sociales de Ginebra en busca de comida y techo. Acarrean maletas y merodean como vagabundos con currículo. «Vienen sin nada, sin trabajo y lo pasan muy mal». Aquí la vida es muy cara. ¿Cuánto? Que un matrimonio coma durante un mes supera los 600 euros. «Si tienen dos hijos, calcula 1.200». No hay apartamentos de dos habitaciones por menos de 1.000 euros y exigen un seguro obligatorio que a ella le cuesta 400 al mes. Salir a la calle de Ginebra a tomar algo no es un paseo militar: la cerveza se paga a 3 euros, el café a 2,5 y el cine a 17. Una nómina baja llega a los 3.000 euros al mes. La cosa está 'cortita', pero menos que en España.

Loly tenía 17 años y su padre, un maestro republicano de la Costa da Morte, la mandó al exilio a estudiar francés. Todavía se acuerda de cuando en la frontera de Anemasse les miraban los dientes «como a los caballos» y les ponían inyecciones para las enfermedades. «Nos despreciaban». Nadie se imaginaba que aquella chica fuera a llegar a presidir el parlamento de Ginebra en 2008, cuando se convirtió en la primera inmigrante en llegar a tal posición.

«Ahora no nos necesitan»

Casada con un carpintero «al que le va bien», el suyo ha sido un trabajo por amor al arte más que al dinero. Como diputada cobraba poco más de 20.000 euros anuales y el coche era suyo. Antes, trabajaba en un banco y en los 90 fue despedida. De aquello le queda una jubilación.

Para explicar el resultado del último referéndum, en el que participaron la mayoría de los suizos y la mayoría de los cantones, recuerda que en 1970 ya intentaron limitar el número de inmigrantes. «Entonces la ley no pasó porque nos necesitaban, pero ahora ya no», admite.

Suiza es un país dividido en tres grandes comunidades: la suiza romanda, que habla en francés, la alemana y la italiana. Las dos últimas votaron a favor en la consulta. «Aquí cuesta encontrar un buen trabajo y hay muchas personas que cruzan la frontera de Italia, ocupan los trabajos y bajan los sueldos porque cobran menos», explica Juan José Sánchez, asturiano de 65 años, residente en el cantón de Tesino, uno de los que dio el sí con más virulencia. Él llegó hace 45 inviernos. Trabajó como fontanero arreglando calefacciones y ha terminado su vida laboral como jefe del servicio de ambulancias de Bellenzona, la capital de la comarca. «Es un sitio muy tranquilo, verdaderamente agradable, en el que no pasan muchas cosas, aunque últimamente hay algo más de delincuencia», lamenta. En este tiempo, también ha visto a muchos compatriotas que han tenido que darse la vuelta con las maletas: «Mi consejo es que vengan con un trabajo o que no vengan».

La madrileña Laura Fernández llegó hace nueve meses a Zurich para aprender alemán. Se quería quitar del ambiente angustioso de la crisis española. Es titulada en Administración y Dirección de Empresas, tiene 32 años y aclara que tienen muchas más opciones los licenciados en «algo muy específico, como ingenieros o informáticos». Y los que sepan alemán, claro. Vive en un piso compartido en Zurich por el que paga 800 euros y ya no tira de sus ahorros. Trabaja dos días a la semana cuidando niños: cobra 20 euros por hora. Es una forma de empezar.

de los suizos han votado limitar el acceso de europeos en busca de trabajo. La iniciativa 'Contra la migración en masa' está promovida por la extrema derecha.

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