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A. GILGADO
Lunes, 17 de febrero 2014, 08:31
La industria del cine acapara toda la atención mediática contra la última subida del IVA.
Pero la famosa reforma de septiembre de 2012 dejó otros damnificados. Peluquerías, floristerías o dentistas también pasaron del 8 al 21%.
Un año y medio después, algunos empresarios de estos sectores empiezan a sufrir síntomas de agotamientos. En las peluquerías, por ejemplo, el temporal impositivo llegó en pleno desplome de ventas y cuentan que es raro el negocio que a final de mes saca algo en limpio.
Representantes de las 250 peluquerías de la ciudad han quedado hoy a las once de mañana en de la delegación de Hacienda de San Francisco.
Protestan por una subida del IVA que según Victoria Zambrano, promotora de la convocatoria, les ahoga. «El tiempo que llevamos con este formato nos ha valido para darnos cuenta que es inviable».
La protesta tiene carácter nacional y se gestó en un portal profesional de Internet, donde además de compartir técnicas, productos y ferias, los estragos del IVA era un tema de conversación recurrente entre los participantes.
Victoria Zambrano, una peluquera de San Fernando que se ha cansado de ver como cada mes los impuestos se llevan los pocos beneficios que podría llevarse a casa, se hizo eco y decidió, junto con un compañero de Carolina Coronado, convocar la manifestación de San Francisco.
A diferencia de otras provincias, en Badajoz no hay asociación de peluqueros, organización empresarial o cámara de comercio que les respalde. La protesta ha surgido de forma espontánea.
Victoria tiene puesta muchas expectativas en la protesta, los comentarios y apoyos que recibe a través del Facebook, le animan a ser optimista. Ha invitado a más de seiscientas personas.
Dice que razones no les faltan para plantarse delante de Hacienda.
El sector de la belleza fue uno de los primeros en notar la crisis porque es de lo que se prescinde en cuanto se ajusta el presupuesto familiar. Ahora, en el mejor de los casos, aspiran a facturar un 30 o un 40% menos que antes de la crisis.
Tras varios años sobreviviendo bajo mínimos, en septiembre de 2012 tuvieron que empezar a pagar a Hacienda 13 puntos más de IVA.
La mayoría optó por no repercutirlo a los clientes porque ante un público que se resiste a volver a los salones, lo más recomendable era mantener los precios.
De los seis años que lleva Victoria al frente de su negocio en el parque de San Fernando, sólo ha subido una vez y lo hizo para compensar los bonos y los peinados gratis de fidelidad de promoción.
El tinte y corte de señora pasó de 29 euros a 38, el de caballero de siete a nueve euros y las mechas se han mantenido en 47 euros.
Las mechas no las tocó porque precisamente el color es lo que más ha bajado en este tiempo. Apenas quedan mujeres que pueden costearse las mechas y su retocado de color mensual.
Ahora optan por un tinte completo y eligen una tonalidad similar al cabello natural para retardar las raíces. Lo normal era que las clientas tardaran, como mucho, un mes en pisar la peluquería. Ahora, en el fichero de color de Victoria hay quien tiene su último baño de color registrado en noviembre.
El descenso de actividad ha tomado una derivada que lo complica aún más. Los distribuidores de productos cosméticos han empezado a competir con los peluqueros.
Como ya no venden tanto entre profesionales han lanzado para el público artículos más económicos que permiten, por ejemplo, echarse unas mechas en casa.
Victoria lo ve como un intrusismo dañino, al que se suma también la competencia desleal de quienes cierran el negocio y se lanzan a trabajar a domicilio.
Cuenta María José Jiménez, peluquera de Valdepasillas con veinte años al frente de su negocio, que al paso que van, todas van a tener que hacer lo mismo. «Si la final no ten salen las cuentas, lo normal es que te cuelgues el bolso y vayas por las casas.».
La competencia ilegal no es nueva, pero ahora se ha acentuado y hay quien lo ve como una alarma más a tener en cuenta.
María José tampoco ha repercutido los trece puntos de IVA porque la competencia no da tregua . «Si ves carteles de peinados a seis euros en muchos sitios, ¿cómo vamos a subir? es imposible».
Todavía se pregunta cómo le salen las cuentas, porque en su caso, con servicios a nueve y once euros no le cuadran. Lleva cinco años cobrando lo mismo, mientras que el alquiler, la luz, el agua, la seguridad social y los proveedores suben cada año. Cada mes tiene unos gastos fijos a dos mil euros.
En esta partida no incluye el sueldo que tanto ella como su hermana tendrían que llevarse porque sólo recogen beneficios cuando se ha pagado todo y a veces sale lo comido por lo servido. «Trabajas para pagar». Con este panorama, no le extraña que muchos compañeros piensen en echar el cierre.
Dice que clientes, en realidad, no ha perdido, y que tiene incluso más, pero vienen mucho menos. «Quien venía cada mes ahora lo hace cada dos o tres, o se tiñen en casa».
Curro Bernal también lo nota en su barbería. La proliferación de peluquería unisex casi ha acabado con las peluquerías de caballeros en la ciudad. Curro la montó hace trece años, entonces, dice era un buen negocio, pero ahora, no le recomendaría a un hermano o un hijo.
Pasar del ocho al 21% de IVA supone en su caso ganar 300 euros menos al mes. Un incremento que impacta de lleno en la línea de flotación de un negocio pequeño como el suyo, donde trabaja él solo y tiene que sacar para la familia numerosa que se avecina. Su mujer espera mellizos.
Dice que el incremento del IVA les deja prácticamente sin margen de maniobra. «Para mí la solución no pasa por bajar el corte a seis euros, porque trabajas más y nos ganas nada, no tiene sentido que en el servicio que das le dediques más a los impuestos que al negocio».
A diferencia de lo que ocurre con los salones de señoras, los barberos no notan tanto la falta de trabajo porque los hombres no han dejado de ir a cortarse el pelo.
Curro sí ve a menos padres con hijos. Ahora, dice, a los niños le cortan el pelo en casa con una máquina. «No queda igual, pero se apañan». Él cobra doce euros el corte. Reconoce que no es el sitio más barato de Badajoz, pero defiende su profesión como un servicio especializado, con detenimiento y de trato familiar.
Vive la peluquería como una vocación y eso precisamente cree que se ha perdido y donde radica, en parte, los males que ahora arrastra el sector.
«Antes era una profesión que la gente elegía porque te gustaba, ahora, un niño o una niña no vale para estudiar, hacen un curso de peluquería y a los cuatro meses dicen que son peluquero». El resultado, resume, es un competencia sobrepoblada. «En cada calle ves una peluquería, hay más que panaderías, pero el pan lo compras todos los días».
Su receta para sobrevivir pasa por la especialización y la calidad del servicio. Concibe su negocio como el bar de Cheers -«donde todo el mundo sabe mi nombre»-. En su peluquería se escucha una cuidada selección musical y los clientes pueden leer cómics y revistas de cine.
La manifestación le resulta insuficiente y no tiene previsto presentarse en San Francisco. «Tal y cómo están las cosas, hacen falta protestas más contundentes, pero los que tenemos algo que perder no lo vamos a hacer».
Su competencia desleal se encuentra en ls centros de mayores. En todos hay algún usuario que le corta el pelo al resto por tres euros. Aunque el principio de todos los problemas es el mismo: el IVA.
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