

Secciones
Servicios
Destacamos
JULIÁN MÉNDEZ
Miércoles, 26 de marzo 2014, 01:11
Es el fondo de saco del planeta, un lugar inhóspito y despoblado que se encuentra lejos de cualquier parte. Desde luego, el mejor sitio del mundo para perderse. ¿Sabría situar el Índico Sur en el mapa? ¿No? Pues allí abajo desapareció el sábado 8 de marzo el vuelo MH370 de Malaysia Air Lines con 239 personas a bordo.
En ese océano del Sur donde se evaporó el Boeing 777-200 ER se encuentra el punto del planeta más alejado de tierra firme, equidistante de la isla Pitcairn (el refugio de los amotinados del 'Bounty', el carguero del árbol del pan donde viajaban Marlon Brando y Tarita) y del cabo Dart, en la Antártida. Por sus aguas solo pasan algunos cargueros que circunnavegan el Polo Sur para unir América con Australia, un puñado de pescadores (gallegos y vascos, claro) y los marinos que participan en las vueltas al mundo a vela. Es el culo del mundo. «Solo unos cuantos astronautas han estado más lejos de tierra firme que quienes se encuentren en un barco en esa posición», escribe Derek Lundy en 'Mar remoto'. Algunos marinos llaman a esa zona «el agujero».
Ningún helicóptero tiene autonomía suficiente para llegar allí desde Australia o Sudáfrica. Los aviones, lanzados ahora a la búsqueda de los restos que ha visualizado sobre las aguas un satélite Inmarsat, apenas pueden sobrevolar la zona dos horas si quieren conservar combustible para regresar a sus bases.
«Allí abajo se sufre mucho», resume Pablo Arrarte, un marino de Santander que ha pasado cuatro semanas en esos mares inhóspitos, durante sus dos participaciones como caña (timonel) en la Volvo Ocean Race. «Hay muy poca luz. Los días son muy cortos. Nunca ves el sol. Las noches se hacen superlargas. Las olas son enormes. De más de 10 metros. Las más grandes son montañosas. Nosotros surfeamos en ellas. De noche, cuando no las ves. Porque de día, cuando observas la masa que se te echa encima no te atreves a bajarlas, te sales de la cresta. Pueden romperte el barco», cuenta Arrarte, a quien llaman 'Patán' o 'Top Gun'. En los tiempos de la navegación comercial a vela, cuando las carreras del té y los clípers laneros que conectaban Australia con Gran Bretaña, se tendía una lona a popa de los timoneles para preservarles de la dantesca visión de las olas gigantes tratando de engullir el barco, convertido en una mota minúscula en ese mar gris y soberano.
Tal vez hayan contemplado el vídeo de un velero español, el 'Telefónica', tumbado por una ola que engulle la cubierta y derriba a los marineros como auténticos muñecos de feria. Aguantan tumbados entre la espuma porque van asegurados a sus líneas de vida. En esa escena, Pablo Arrarte, es quien lleva la rueda. Está atado al timón por un pequeño cabo de espectra azul, más duro que el acero. La escena tuvo lugar en el mismo mar que se ha tragado al reactor malasio.
«No ves nada ni a nadie. Hace muchísimo frío y el viento sopla sin cesar. Le llaman los 40 rugientes. Parece que no se acaba nunca. Solo nos acompañaban algunos albatros por la popa. En ocasiones, también ballenas; adormiladas o saltando. Sabes que cualquier incidente no tiene vuelta de hoja. El helicóptero no llega y un avión no puede parar. Si tienes suerte y hay un mercante cerca, puede llegar a tu posición en tres o cuatro días. Si desvían uno de su ruta para atenderte, no llega antes de una semana», explica Arrarte. «¿Vivir? El agua está a 5 grados. En el mar no duras doce minutos. Mueres de hipotermia. Sobrevivir allí es imposible», relata el marino cántabro.
Vientos huracanados
Los aviones australianos P-3 Orion, el Ilyushin IL-76 de la Fuerza Aérea china y los P-8 Poseidon enviados por Estados Unidos para localizar los restos se enfrentan a una difícil tarea. No solo por la escasa luz de los mares australes. Los vientos del Oeste y del Noroeste se encajonan entre las heladas tierras de la Antártida y los frentes cálidos un poco más al Norte. Giran y giran durante miles de kilómetros sin obstáculo alguno, generando un tren de borrascas desbocadas. Las fuertes corrientes desplazan decenas de millas los objetos que flotan en la superficie de un día para otro. «La gestión de los recursos de búsqueda en un lugar tan remoto constituye un desafío técnico y logístico», señalan desde la empresa Inmarsat. Los restos podrían encontrarse entre los 100º de longitud Oeste y los 49º de latitud Sur. Las cajas negras del avión siniestrado aún emitirán su posición hasta el 8 de abril. Es el tiempo de que disponen los submarinos del tipo Remus enviados a la zona y que embarcarán a bordo sonares como los empleados para la localización de los restos del vuelo Río-París, que se estrelló en el Atlántico en 2009. En el Índico, la profundidad media es de 4,5 kilómetros. «Es una amenaza constante, un lugar miserable, despreciable, perverso», retrataba para este diario Sir Robert Knox-Johnston, el primer hombre que dio la vuelta al mundo en solitario. Él estuvo allí y volvió para contarlo. Otros no podrán decir lo mismo.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El origen de la expresión 'joder la marrana' y su conexión con el vino
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.