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«Ni de broma me vuelvo a Ucrania»
REGIONAL

«Ni de broma me vuelvo a Ucrania»

«Lo que está pasando en mi país no me sorprende, hace un año estuve allí y ya se hablaba de que algo así podía ocurrir», relata la joven ucraniana «No creo que Rusia se conforme con Crimea», dice Elena, que nació cerca de Odesa y vive en Cáceres

ANTONIO ARMERO

Domingo, 30 de marzo 2014, 11:22

No hace falta pedirle a Elena que jure que nació en Ucrania. Es rubia, tiene los ojos azules y se apellida Gorozhankina. Y cuando empieza a hablar, acaba de delatarle el acento, rico en matices, con las 'k' duras propias de alguien de Europa del Este y la música entre palabras del español de Argentina, donde vivió durante doce años. O sea, casi la mitad de su vida. Ahora tiene 25 y reside en Cáceres, a más de 4.300 kilómetros del lugar hacia el que miran a diario los gerifaltes de media Europa porque no hay un sitio más caliente en el continente en estos momentos.

«Ni de broma me vuelvo a Ucrania», reconoce Elena desde la vida apacible que le sirve en bandeja la ciudad extremeña. Si lo hiciera, si volviese al lugar en el que nació, la joven rubia y de ojos azules quizás se cruzaría en el viaje con algún convoy de militares vestidos con uniformes sin banderas, que van o vuelven de Crimea, la península ucraniana que la Rusia de Vladimir Putin ha decidido anexionarse.

A 180 kilómetros de Crimea

El norte de Crimea está a unos 180 kilómetros de Nikolaev, la ciudad de Elena Gorozhankina, en la que nació y a la que volvió hace un año para enseñársela a Luis, su pareja, un cacereño al que conoció en Fuengirola (Málaga), el primer sitio en el que ella vivió al llegar a España, en octubre del año 2006. «Lo que está pasando ahora en Ucrania -apunta la joven- no me sorprende porque en aquel viaje, hace un año, ya se hablaba de que algo así podía ocurrir». «Lo que la gente comentaba entonces allí -continúa- es que la parte de Ucrania que es prorrusa, iba a pasar a ser una región más de Rusia, y que la parte del país que es propiamente ucraniana, pasaría a integrarse en la Unión Europea».

Ella pone el acento en una particularidad que ayuda a comprender lo que está ocurriendo en esta parte del Viejo Continente. «Ucrania -explica Elena- tiene dos partes bien diferenciadas: una que mayoritariamente se considera rusa y otra que quiere ser de Ucrania y formar parte de la Unión Europea».

La ciudad en la que ella nació está en la parte más afín a Rusia. Y de hecho, ella es abiertamente prorrusa. A la pregunta de qué habría votado en el referéndum -ilegal, según las autoridades ucranianas- celebrado en Crimea para preguntar a la población si quería mantener su estatus actual o preferían integrarse en Rusia, ella tiene clara la respuesta. No duda. Habría votado sí al cambio, como hicieron más del noventa por ciento de los que acudieron a las urnas. «En Nikolaev -explica Elena-, casi toda la gente habla ruso, las costumbres son rusas, y de hecho, yo a veces, cuando me preguntan, digo que soy rusa». «Los que somos partidarios de que Ucrania pase a formar parte de Rusia no nos llevamos bien con los partidarios de la independencia de Ucrania, ellos consideran que la gente que piensa como yo somos unos traidores».

No es lo único que, si pudiera, mejoraría de su país natal. «En la visita de hace un año, me encontré un país que parece tercermundista», resume antes de dar detalles. «Estuvimos en Kiev (la capital ucraniana) y nos encontramos con avenidas sin luz, y en el centro mismo de Kiev hay calles destrozadas, se ve mucha pobreza».

Una realidad muy distinta a la que Elena palpa a diario en Cáceres. Por ella, no se movería de la ciudad extremeña, desde donde sigue con cierta distancia todo lo que está sucediendo en torno a Crimea. «De vez en cuando leo algún periódico en ruso, más que nada por no perder el idioma, o me pongo una película mientras estoy planchando». Pero ningún recurso que utilice más que el Odnoklassniki, «el Facebook de los rusos», según su propia definición. Nació como un punto de encuentro para antiguos compañeros de clase, y hoy es una red social muy popular entre los paisanos de Elena Gorozhankina, que se sirve de esta web para contactar con sus abuelos, tíos, primos y amigos. «No hablamos mucho sobre lo que está pasando allí», admite la joven, que cree que «Rusia no se conformará con Crimea».

«No creo que la situación vaya a empeorar mucho ni que se vaya a producir una guerra -intuye-; quizás sí es posible que salten chispas, que haya amenazas de unos a otros, pero eso no es muy raro allí». Pese a los años que lleva viviendo fuera, mantiene el contacto con la familia y conserva los recuerdos de los paisajes de su infancia. «Íbamos a Crimea cuando era pequeña -rememora-, es un sitio muy bonito, con sus castillos, y con el Mar Negro al lado, no se parece ni a Rusia ni a Ucrania». No como ella, que es ucraniana y lo parece. Aunque viva en Extremadura, a más de 4.300 kilómetros del lugar en el que nació, una zona que ahora sale a diario en los periódicos pero a la que ella, por lejos que esté, nunca le perdió la pista.

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