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GERARDO ELORRIAGA
Domingo, 30 de marzo 2014, 13:15
Fiebres altas, diarreas y vómitos de origen desconocido desataron la primera alerta hace once días. Tan sólo cuarenta y ocho horas después, la aparición de los primeros pacientes con hemorragias confirmó las sospechas. Los enfermos, según se supo luego, estaban infectados por el virus del Ébola y la alarma se extendió en las poblaciones de Guéckédou y Macenta, al sur de Guinea Conakry. La aparición de casos con características similares en localidades fronterizas de Sierra Leona y Liberia, aún objeto de estudio en laboratorios, alientan la preocupación por la súbita irrupción de este terrible mal en una de las regiones más pobres del planeta.
La muerte de 60 personas en menos de dos semanas y la identificación del tipo de virus implicado como el más letal de los cinco posibles, con tasas de mortandad que oscilan entre el 75% y 90%, aumenta el temor ante las consecuencias de un mal que carece de tratamiento curativo. «Todo el mundo se pregunta qué va a pasar y el miedo se ha extendido», explica Gema Domínguez, jefa de la misión suiza de Médicos sin Fronteras en el país subsahariano. La existencia de varios fallecimientos inexplicables ha expandido el temor en la capital, una ciudad de dos millones de habitantes que sufre las habituales carencias y hacinamientos de las urbes africanas. El jueves se confirmaron cuatro positivos en la ciudad. Los enfermos fueron inmediatamente internados en centros de aislamiento para evitar la propagación del virus.
La trascendencia de este fenómeno ha desatado la inquietud en la capital y las embajadas se encuentran en contacto con sus nacionales para informarlos y, tal vez, planificar una posible repatriación. «La estrategia radica en responder rápidamente, identificar a los contagiados y a todos aquellos que estuvieron en contacto con ellos, incluso a quienes participaron en los funerales, y someterlos a observación durante tres semanas, periodo de incubación de la enfermedad».
Huidas de la ciudad
El pánico que genera el Ébola multiplica sus efectos negativos. La huida vacía los centros de salud, incluso provoca la fuga del personal sanitario, y deja sin atención a otros pacientes, a niños y embarazadas fundamentalmente, en un territorio donde la malaria y la fiebre de Lassa, transmitida por los roedores, son endémicas y generan muchas más víctimas.
La doctora alavesa Carmen Ramírez de la Piscina coordinó la actuación médica de la misma ONG en una crisis anterior en Uganda. «Es muy duro, el enfermo precisa de atención psicológica y los supervivientes han de enfrentarse a la estigmatización», recuerda. La consecución del apoyo de las autoridades locales, comunitarias y religiosas para vencer el recelo colectivo se convierte en artículo de primera necesidad. «La gente veía a los afectados entrar por su propio pie en las unidades de aislamiento y salir como cadáveres».
La nutrición adecuada, la hidratación y la atención de las infecciones secundarias son los recursos habituales en la lucha contra tan devastadora dolencia. «Se trata de fomentar la reacción del sistema inmunológico», alega, aunque reconoce que la detección, a menudo, es tardía. «La alerta se dispara cuando comienzan a morir varios miembros de una familia y personal sanitario». Y precisa, «algo así no sucedería en Occidente, donde se identificaría inmediatamente». Las complejas condiciones orográficas de las zonas afectadas -Zaire, Uganda y Gabón-, hacen suponer que se han producido otros brotes que se han autolimitado y de los que nunca se ha sabido.
La falta de guantes, mascarillas, batas y productos higiénicos dificulta el abordaje de una epidemia cuyo contagio se produce a través de todo tipo de secreciones corporales. Guinea, Sierra Leona y Liberia se hallan entre los diez países del mundo menos desarrollados, una miseria acrecentada por los efectos devastadores de sendas guerras civiles en los dos últimos países. «Las carreteras son atroces y los puentes se destruyeron y nunca se repararon», se lamenta Dominic Wyatt, técnico de la entidad vasca Anesvad y conocedor del área. «En la cercana Costa de Marfil hay que pagar por la consulta y los medicamentos, muchas veces sólo están disponibles en el mercado negro. Además, te venden la cantidad que puedes pagar, con lo que, frecuentemente, no tienes suficientes fármacos para recuperar al paciente».
Patrimonio de la Unesco
La frontera entre los tres países afectados es permeable, no se precisa de visado y también abundan los pasos sin vigilancia, lo que dificulta el control de la población. «En la zona previsiblemente afectada de Sierra Leona hay dos médicos para 400.000 habitantes y uno se encarga, además, de cuestiones administrativas», indica Silvia Madejón, coordinadora de Médicos del Mundo sobre el terreno. Todos los fallecidos en su sector habían acudido recientemente a Guinea, lo que alienta los peores temores.
El área sobre la que se abate el Ébola por primera vez es una de las regiones con mayor biodiversidad de África Occidental y ha sido declarada patrimonio de la Unesco. Su privilegiada condición ecológica no esconde, sin embargo, la postración de sus moradores.
Las medidas preventivas requieren desde el cierre de mercados y escuelas, hasta la suspensión de los servicios hospitalarios, incluida la cirugía de emergencia. Las medidas políticas se complementan con otras sanitarias que escapan a las posibilidades de la autoridad local. La lucha contra el virus del Ébola, como otras enfermedades tropicales, se encuentra en manos de las organizaciones humanitarias internacionales, que suplen la escasa infraestructura de buena parte de las repúblicas del continente.
Médicos sin Fronteras se reconoce capacitada para enfrentarse a la crisis y, según su responsable, puede anticiparse porque llevaba a cabo sobre el terreno un proyecto de detección temprana del paludismo cuando se empezaron a conocer los primeros indicios. «Es una especie de círculo vicioso», argumenta Olimpia de la Rosa, asesora médica de la entidad. «La guerra acaba con las pobres estructuras sanitarias, el personal cualificado emigra y no se recuperan suficientemente, agudizando la penuria y propiciando la aparición de nuevos problemas». La pobreza continúa.
personas han muerto en menos de dos semanas y los médicos han identificado el virus del Ebola más letal de los cinco posibles.
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