

Secciones
Servicios
Destacamos
BARQUERITO
Domingo, 30 de marzo 2014, 14:13
Con los dos toros de mejor trato de Alcurrucén anduvo Castella fácil, firme, seguro y tranquilo. Capacho, colorado y calcetero el primero de corrida, que, abanto de salida, quiso soltarse de engaños entonces. Lances de brega de Castella y media muy bonita para dejar al toro irse después de tenerlo amarrado. Corrido, el toro tomó un puyazo y derribó; a tercio cambiado, todavía otra vara. Pero ya con la boca abierta. No iba a ser la corrida fogosa de Alcurrucén tan al uso. Castella abrió faena sentado en el estribo. Molestó el viento, pero Castella acertó a encontrar el dónde -no se vio descubierto- y el cómo. El cómo fue manejar con suavidad, templar viajes, rematar limpiamente muletazos, acoplarse sin dudas a la prontitud del toro, terminar en una tanda de rizos y ochos -circulares cambiados ligados con el circular en la suerte natural- abrochada con el del desdén. Un último alarde en distancia cero. No quedaba ya toro. Una estocada desprendida. Fría la gente. Frío el ambiente: diez grados en la sombra, una humedad traicionera, no asomó el sol en toda la tarde. Hubo previsión de lluvia, pero no se cumplió.
Ni buena ni mala la corrida de Alcurrucén, que tuvo hermosas hechuras, bello remate. En tipo los seis toros . Tres colorados y tres negros. Además del que rompió plaza, fueron colorados el que cerró festejo y el segundo de corrida. Éste, corretón, alocadito, de tranco largo pero poca entrega, se estiró a su aire, escarbó, volvió contrario, no metió la cara propiamente. Trámite de Perera, que se puso hasta terco -no es novedad- pero a la gente no le provocaba el toro y, cuando la pelea amenazó con hacerse sorda, se oyeron protestas que pedían brevedad. Cortó por lo sano Perera. Una estocada.
Firme Talavante
De fina estampa la corrida entera, pero en belleza ganaron los tres negros: un tercero girón muy en Núñez-Rincón -cortas manos, hondura, ensillado, acucharado, astifino- fue tan serio como hermoso. Pero abanto y frío, frenado, vino al trote, se fue por su cuenta al caballo de pica y tardó en retratarse. Tuvo más bondad que son. Talavante se dejó ver con la mano izquierda en muletazos de caro dibujo, pero sin ligarlos. Una tanda notable. Con la diestra, muletazos rehilados que escupen al toro un poco, o que nunca se lo traen para adentro. Firme Talavante, seca la expresión, el detalle de dos cambios de mano. Un metisaca, otro, la estocada. Poca cosa.
Negro también el cuarto, el más cuajado de los seis. Listón, las palas grises. Más abanto que ninguno en los primeros compases, se colaba por todos los huecos, le costó fijarse. Un puyazo fue mano de santo. Castella quitó por chicuelinas en los medios, lejos de los caballos. Muy elegante el quite. La larga del remate, muy bella. Dos pares espectaculares de Javier Ambel, el capote templadito de Chacón en la brega y de pronto parecía de seda el toro sin serlo. Toro con querencia a las tablas, y las buscó sin engaño. Castella lo supo sujetar en la segunda raya frente a la puerta de arrastre, que es querencia habitual en una plaza de corrales pequeños, como la de Castellón, y donde la puerta de arrastre es la de cuadrillas, y la del desolladero, y la del desembarque. Todo en casa. Buen trabajito de Castella: asentado, templado con la izquierda, ligando y rematando. La apertura de faena había sido marca de la casa: en los medios y de largo, el cambiado por la espalda, la muleta librada muy en el último momento. ¡Uy.! Un pase de las flores de cosecha propia -repertorio mexicano, sí, pero.-, circulares, rizos, la mayor emoción de la tarde. Una estocada, un aviso, dos descabellos, una oreja bien ganada.
De los tres negros el único incómodo fue el quinto, que pegó taponazos, echó las manos por delante, se distrajo, esperó en banderillas, hizo regates antes de llegar a jurisdicción. Poca fortuna en el sorteo de Valencia tuvo Perera hace diez días. La misma jugada en Castellón. Breve el trasteo. El toro lo esperó a la hora de entrar Perera con la espada, le hizo soltar el engaño y, herido de muerte, hizo hilo con él. Estaba la fiesta caída. Por el frío. Y no solo. Sillote el sexto, colorado, que se escupió del caballo de pica, se blandeó también en una segunda vara y acabó en toro cobardón: la cara arriba, revoltosito, parado cuando Talavante se cansó de buscarle la gracia o las cosquillas.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.