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E. B.
Domingo, 30 de marzo 2014, 01:28
El festival en Higuera y van 44, siempre nos trae recuerdos del del Padre Girón. Este años la lluvia condicionó la primera parte que se desarrolló a caballo, pero entonces salió el cuarto de la tarde, antes habían estado bien los tres caballeros con el ganado bovino muy agarrado al piso y con dificultades. Andrés Romero se llevó la tarde a caballo con dos orejas de ley. Su novillo no dio facilidades, el piso estaba pesado y el de Huelva supo con Carbón y Guajiro imponerse y triunfar delante de dos figuras. Remató con Chaman con mucha seguridad.
Ventura trajo la parte más nueva de su cuadra y con Puerta Grande y Oro dejó claro que más nueva no es peor, mucho toreo hay en sus monturas. Fermín lo puso todo ante un toro de su casa que no dio facilidades.
Y salió el cuarto de la tarde ... y José Luis Parada tiró de maestría, de arte y de sitio. Lo cuajó de capa en unas verónicas de recibo macizas como rocas y reventonas como claveles de mayo.
Cuando cogió la muleta, el santacoloma no lo tenía claro, le bastó una serie para saber que el que mandaba era el de Sanlúcar que pronto vio que el pitón era el izquierdo. Lo cuajó en su terreno, metiéndolo en el morral con arte y poder. Lo toreó despacio, con un sabor profundo a mar y un olor puro a tierra mojada que sólo los privilegiados desprenden de sus muñecas. Cada serie se remataba con una salida de la cara del burel que era un homenaje a la torería añeja y setentera. El cambio de manos fue un primor. Entonces cogió otra vez la diestra y desengañó al picante de Pallarés por ese lado. Se puede hacer arte con uno de este encaste. El toro fue premiado con una bonita vuelta al ruedo,
Y luego salió Oliva y se arrebató con un señor abierto de cuerna de Fuente Ymbro, lo cuajó de capa, lo embebió en los pliegues de la pañosa. Su especial embroque era preludio de muletazos largos y profundos y a esa velocidad con que sólo Oliva sabe torear despacio, series por ambos pitones y con el toreo personal que este año Sevilla no podrá disfrutar. Lástima injusta. Este torero está en sazón, la espada en lo alto lo demuestra.
Manriqueño cerró plaza mientras llovía, brindó a Nono Díaz Parada y Moya para dejar muestras de su voluntad, de su fortaleza mental y física y de su evolución. Se sobrepuso que no es poco, añagua y al peso de la tarde y cortó una oreja de importancia tras los dos matadores que le precedieron.
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