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NATALIA REIGADAS
Miércoles, 9 de abril 2014, 10:53
El 14 de abril del año pasado un militar pacense de 44 años murió al tratar de rescatar a dos de sus compañeros del Club de Piragüismo que habían sufrido un accidente en el azud de La Granadilla. Días después una de las personas que intentó socorrer, una mujer de 45 años, también falleció. Ese mismo mes un joven de solo 17 años se zambulló en La Pesquera y se ahogó. Estas tres muertes abrieron un debate sobre la seguridad en el Guadiana a su paso por Badajoz. La Delegación del Gobierno en Extremadura cerró la polémica al anunciar que se instalarían unas boyas que señalizasen las zonas más peligrosas, pero un año después no hay novedades.
El objetivo de estas boyas era delimitar unas líneas rojas para que la gente no las superase, según explicó el propio delegado del Gobierno, Germán López Iglesias, que nombró los azudes como zonas prioritarias. El delegado ya indicó en su día que la instalación de las balizas no sería rápida, ya que había que estudiar su ubicación, pero han pasado doce meses sin cambios.
Según señalan los pescadores que conocen muy bien el entorno del Guadiana en Badajoz, el mayor peligro es la corriente de este río que, aunque aparentemente es tranquila, en realidad es muy fuerte, especialmente en las épocas de crecida. El año pasado hubo desbordamientos en marzo y poco después tuvieron lugar los accidentes mortales.
Otra característica peligrosa del cauce son las fosas de gran profundidad, muchas de ellas producidas por la recogida de áridos. «La gente entra en el agua porque cree que no les va a cubrir y es peligroso», avisa Víctor Cáceres, miembro de la Federación Extremeña de Pesca y pescador habitual. En el fondo también hay numerosos restos. El joven que se ahogó en 2013 fue localizado a cuatro metros de profundidad y se enganchó con unos escombros.
Cáceres señala que el mayor riesgo no es para los pescadores u otras personas que acuden casi a diario al Guadiana porque conocen muy bien la zona y no cometen imprudencias, sino para los que deciden acudir al río con el buen tiempo y en ocasiones se meten en el agua.
En este punto coincide otro pescador experto, Diego Domínguez, que dice que en esta época es cuando comienza el peligro. «Vienen grupos de jóvenes y se meten, no ven los pozos y se hunden. Cuando murió el chico hace un año, durante un mes no vino nadie por miedo, pero el miedo pasó y vuelven a meterse en el agua».
Para este pescador, más que señalizar las zonas peligrosas, habría que insistir en que no se nade en la zona porque considera muy peligroso entrar en el agua. «Hay veces que sufrimos percances y los pescadores no nos metemos. A mi se me ha caído una caña que puede costar 400 o 500 euros y la he dejado. Vale más la vida que ese dinero».
Más vigilancia
Por último Domínguez indica que no solo hace falta señalización, sino también vigilancia. «La Guardia Civil debería pasar más por las zonas que se sabe que pasan los jóvenes para bañarse y vigilarlo».
«Las boyas son una buena idea para desanimar al que quiera meterse en el agua, pero es cierto que lo que se echa de menos es mayor vigilancia, en general, del río para que no pasen estas cosas», añade otro pescador habitual.
El año pasado, sin embargo, el delegado del Gobierno indicó que la vigilancia en profundidad es muy complicada. «El río es muy grande y tenemos la casuística de que hay gente que se mete para hacer cosas nobles y normales como la pesca, pero cuando se hacen imprudencias, muchas veces se suele pagar», aseguró López Iglesias. La normativa no prohibe el baño en el río, pero las autoridades recomiendan que solo se entre en el agua en las zonas habilitadas para ello. También piden a los bañistas que se limiten a las zonas con vigilancia.
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