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MERCEDES BARRADO TIMÓN
Domingo, 21 de octubre 2007, 04:06
Charles Esdaile, catedrático de Historia de la Universidad de Liverpool e hispanista con una larga tarea de investigación realizada sobre Napoleón y la Guerra de la Independencia Española -que los ingleses denominan como Guerra Peninsular-, se encontró repetidamente con el nombre de John Downie en el curso de sus incursiones en los archivos sobre este conflicto.
Poco a poco ha ido acumulando datos sobre este personaje rocambolesco y turbulento, admirado por los ingleses que le tuvieron como un héroe y recompensado por los españoles con el grado de general del ejército de nuestro país por su colaboración en la lucha contra los franceses durante la citada Guerra de la Independencia. El profesor Esdaile se refiere a él como Juan Downie y habló de sus hazañas recientemente en Badajoz en el curso de un foro internacional sobre este acontecimiento bélico llevado a cabo en la capital pacense con motivo del próximo bicentenario del conflicto.
Su condición de héroe quijotesco no está tan clara para Charles Esdaile que siguió los pasos de Downie desde la isla de Trinidad donde fue comerciante, para convertirse más tarde en voluntario de la liberación de Venezuela y, tras su fracaso en esta última lid, su integración en la Guerra de la Independencia al amparo del general Miranda y de las necesidades del ejército inglés. Para Esdaile, Downie era un vividor capaz de «actuar de forma totalmente deshonesta» para conseguir sus fines particulares.
Comisario de guerra
La guerra fue para Downie un caldo de cultivo excelente en la misión de sobrevivir en medio de la miseria y encumbrarse en la escala social. Trabajó para sus compatriotas como comisario de guerra, organizando los suministros y tenía su puesto de gestión en Casteloblanco, donde trabó relaciones con el territorio extremeño.
Esdaile define la vida de este personaje como azarosa y complicada. «Concibió la creación de una fuerza independiente de hombres voluntarios que actuarían en territorio de esta región y serían fundamentalmente extremeños, extraídos tanto entre los soldados como entre los oficiales», manifiesta el profesor. La denominó la Leal Legión Extremeña y debía ser «una especie de ejército privado e independiente a su mando, que no tendría que rendir responsabilidades a nadie». Se creó en febrero de 1810.
No eran mercenarios, tampoco eran guerrilleros en el sentido más bien folklórico que se ha dado a esta figura en la tradición española. «La guerrilla, es decir, la pequeña guerra fue cosa de militares -explica Charles Esdaile- y de columnas volantes de soldados regulares».
Finalmente, Downie no consiguió mantener en funcionamiento la Leal Legión. «Era un hombre valiente y determinado a ser alguien. Entró en combate en varias ocasiones importantes, pero la más destacada fue en la liberación de Sevilla en agosto de 1812».
Su acción casi suicida tuvo por escenario el Puente de Triana, defendido por los franceses, donde Downie protagonizó una gesta de tintes casi cinematográicos. Cabalgó velozmente sobre el puente acercándose a las filas francesas y logro superar sus primeras líneas bajo el fuego de artillería. Sufrió heridas terribles que le deformaron parte de la cara y cayó prisionero, pero sobrevivió y fue intercambiado por un grupo de soldados franceses. Su protagonismo le proporcionó el dinero que siempre deseó y llegó a ser gobernador del Real Alcázar de Sevilla.
Para Esdaile, Downie puede ser prototipo de «esos ingleses que, como yo, se enamoran de España, vienen aquí y encuentran que España tiene más gracia que Inglaterra, incluso en condiciones tan terribles como las de esa guerra. Downie se sintió cómodo aquí, se sintió español, consiguió la nacionalidad, se convirtió en católico y murió en Sevilla en 1826».
Aventurero
Esdaile opina que Downie inaugura la época del «aventurero primordial» y fue un ejemplo de lo que se llamó «la turbación de los tiempos»... y de la capacidad de aprovecharse ellos para el medro personal. Siguió un plan racional para encumbrarse sobre las miserias de la guerra «utilizando sin empacho los contactos que la suerte le deparó».
Dos siglos después, el catedrático inglés se admira de que una personalidad de este calibre no tenga una calle en Extremadura, aunque reconoce que tampoco su nombre es conocido a nivel popular en Inglaterra.
Pero Downie dejó su huella en las memorias personales de muchos de los soldados ingleses que participaron en aquella guerra, en las crónicas de la época e incluso en los escritos de Wellington. Es el rastro de un advenedizo que, sin embargo, tuvo la determinación de aquellos hombres dispuestos a escribir su propia página en la historia.
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