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V. PEÑA
Lunes, 19 de noviembre 2007, 02:12
Luces, cámaras, acción. El lúgubre Palacio de Partarríu, donde se desarrolla la angustiosa pesadilla de Belén Rueda en 'El orfanato', existe y es tanto o más escalofriante en la realidad que en el cine. A la entrada de Llanes (Asturias), rodeado por un viejo muro de piedra y en medio de un fantasmagórico jardín donde la hierba crece salvaje a medio metro, se levanta este edificio de fachada desigual y amplios ventanales, que ha hecho retorcerse de miedo en la butaca a miles de espectadores. No es la primera vez que este caserón acoge un rodaje. Hace años fue escenario de 'Mi nombre es Sombra', de Gonzalo Suárez, 'La balsa de piedra' y la serie 'Los jinetes del alba'.
Desde fuera llama la atención el estado de abandono del lugar, cerrado a cal y canto. Todo indica que está deshabitado, aunque, como en la película, allí nada es lo que parece. Cuentan en el pueblo que José Parres, un conocido benefactor de la localidad, mandó construir esta casona a principios del siglo pasado, pero el destino quiso que muriera un año después de inaugurarla. Debió de quedarse con las ganas de disfrutarla por más tiempo porque, al parecer, se le oye deambular por los pasillos. «Algo raro sí hay.
Por la noche se escuchan ruidos y puede que haya algún fantasma, pero sin duda son mucho peores los murciélagos que se cuelan dentro de la casa y no te dejan dormir», comenta el biznieto de José Parres, que, de paso en Llanes por unos días, nos sorprendió con la nariz pegada a la verja de sus posesiones. El director de 'El orfanato', Juan Antonio Bayón, también asegura que durante el rodaje ocurrieron cosas extrañas y que, incluso, vieron una cara desconocida en la ventana del torreón.
Aunque la mayor parte de la historia transcurre en la casa, la película muestra otras localizaciones y paisajes que merecen la pena visitar, como el casco histórico del pueblo, los caminos vecinales o las playas de finísima arena blanca que salpican toda la costa asturiana. En la calle Mercaderes, junto a la plaza de Parres Sobrino, llamada así en homenaje a aquel prohombre al que muchos ven hoy como el fantasma de Partarríu, se rodó el atropello de la siniestra anciana Benigna, uno de los momentos más intensos y aterradores del filme. Los vecinos recuerdan que por primera vez vieron nevar en agosto; eso sí, por exigencias del guión.
Desde allí parten varias calles que conducen al puerto pesquero, donde un penetrante olor a salitre anuncia la presencia del Cantábrico. Al fondo, se encuentra el faro de Llanes. Si ha visto la película, descubrirá que no es el mismo que aparece en la cinta -de nuevo la magia del celuloide-, pero le gustará, porque tiene unas vistas maravillosas a los acantilados y a los Cubos de la Memoria, una obra de Agustín Ibarrola que convierte la escollera del puerto en una gigantesca escultura de vivos colores.
Las playas vírgenes de profundas mareas, los acantilados y las misteriosas grutas se extienden por todo el concejo, pero, si quiere pisar la misma arena en la que la protagonista recoge conchas de mar con su hijo, no dude en acercarse a las de Andrín y Torimbia, dos de las más bellas y salvajes de este municipio, que ya sueña con conquistar al público estadounidense y ganar la carrera de los Oscar.
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